viernes, 23 de enero de 2009

Mirar al pasado. Por Miguel Iturria Savón.

Los medios de comunicación de Cuba estuvieron ocupadísimos durante diciembre del 2008 y la primera semana de enero del 2009, “Año del gorila” según la ONU, lo cual debió provocar suspicacias en Hugo Chávez Frías, Raúl Castro y otros gobernantes del continente ajenos a la fauna y la flora, pero atentos a las campañas de distracción orientadas por ellos a la prensa de sus respectivos países.
El tío Raúl, como llaman al Castro menguante, aún es noticias en los diarios y la televisión insulares. Lo seguirá siendo mientras sus voceros atrapen algo más atractivo que la cantaleta del cincuenta aniversario de la revolución, suceso que nadie celebra –excepto los mandatarios- pues hasta los fantasmas de los combatientes fueron ocupados por la búsqueda del pernil de cerdo, el mazo de yuca, el arroz moro y las botellas de ron; mientras las abuelas atendían la cocina y el arbolito de navidad y las madres inventaban los dólares para comprar los juguetes del Día de reyes, tradición que renace como el Ave fénix pese a los precios y el desdén de los funcionarios comunistas.
Los viajecitos de Raúl a Venezuela y Brasil, donde habló muchísimo y se fotografió con sus homólogos de Latinoamérica, fueron reseñados por la prensa cubana y extranjera, que dieron también cobertura a sus palabras ante las sesiones de fin de año de la silenciosa Asamblea Nacional del Poder Popular, cuyos diputados no contaron con el histrión mayor pero votaron por unanimidad y enseñaron la conveniencia de ser mudos, sordos, ciegos y estar prestos para aplaudir al “general presidente”, quien mira al pasado desde el presente, incapaz de comprender que rige a una nación cansada.
Como Raúl no entiende la complejidad del país que gobierna por designación dinástica, se dio un saltico el 31 de diciembre al memorial del II Frente oriental, donde reposan los restos de su compadre Antonio Gades, su ex mujer Vilma Espín y varios compañeros de su columna guerrillera. Desde allí exaltó las “glorias del pasado”, mientras los camarógrafos hacían un paneo del sitio que guardará sus cenizas dentro de unos años.
Y como si fuera poco, el 3 de enero la televisión lo mostró en la periferia de Santiago de Cuba, donde inauguró un caserío de cien petrocasas donadas por el Presidente venezolano. Entre funcionarios y campesinos Raúl habló de viejos problemas y nuevos proyectos constructivos en el tono militar de siempre, como si la realidad no se moviera y tuviéramos condenados por la sombra de los caudillos que gobiernan a la isla como una hacienda personal.
Como el discurso es el mismo y empeora la situación, nadie celebra los hechos del pasado. Quizás por eso el régimen perdió la brújula con los millares de trabajadores que abandonaron sus puestos en cada provincia. No basta con subir el salario y aumentar la edad de jubilación. Para modificar la percepción del país y volver a la senda del desarrollo es necesario jubilar a los demonios santificados desde el poder.

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