viernes, 16 de enero de 2009

Aplastemos al infame (1). Por Pablo Méndez Piña.

Con el advenimiento de medio siglo de revolución, los cañones de San Carlos de la Cabaña bramaron veintiuna veces, pero la ciudad estaba muerta, sumida en el silencio de los que no tienen nada que celebrar. Horas más tarde allá en Santiago de Cuba, Raúl parafraseó en su discurso una cita de Fidel: ——“Este país puede autodestruirse por si mismo; esta revolución puede destruirse por si misma, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla…”——y luego agregó——“Corresponde a la dirección histórica de la revolución preparar a las nuevas generaciones para asumir la enorme responsabilidad de continuar adelante con el proceso revolucionario”——¿Nos querrá advertir que están incubando un Gorbachev?——

——Pues no seria descabellado pensarlo—— al contrario, tras la inexorable desaparición de la actual dirigencia sería un buen negocio adelantarse a los acontecimientos y ensamblar un conjunto de reformas cuyos cambios clonarían el sistema ruso consistente en una economía de mercado comandada por un liderazgo de reciclados comunistas más la descendencia de los actuales que se convertirían en futuros multimillonarios.

Las condiciones existen y las presiones también——expliquémoslo——La población cubana se acostumbró a obedecer, tolera la desinformación y un persistente adoctrinado que le induce a inclinar la cerviz ante cualquier decisión tomada por la cúpula gobernante.

Pero la actual inquietud suscitada por la calamitosa economía interna,, pudiera comprometer peligrosamente la humillación conseguida hasta hoy por los piquetes de fusilamientos.

Asimismo el señorío totalitario está compuesto de un cenáculo de ancianos en el limite de su vida útil, que ocupan escaños por las medallas que les proporcionaron los camiones de tiros disparados en sublimadas acciones guerrilleras e internacionalistas, pero indudablemente la barca de Caronte muy pronto comenzará a abarrotarse con sus polvos, y es obvio ir pensando en el joven sucesor que afrontará el destape de la caja de Pandora con las necesarias reformas pedidas a gritos por la inoperancia del viejo esquema.

——¿Quién será el afortunado?—— no podemos afirmarlo, lo más probable es que este personaje sea desovado en el próximo congreso del partido, y de seguro la publicidad populista , ejecutará el encargo con creces.

El tiempo apremia y la realidad se impone. En breve asumirá la presidencia de EE UU el señor Barack Obama, y el liberal electo tiene una agenda rebozada de prioridades, por tanto, el asunto cubano puede engavetarse para ser abordado en el momento que los intereses estadounidenses lo crean pertinentes, . A pesar de ello, no descartamos la posibilidad de que la democracia norteamericana se siente a negociar de tú a tú con una despiadada dictadura que ha lastrado fosas con los cadáveres de sus oponentes. Pero a fin de cuentas la Casa Blanca representa una nación soberana, y su gobierno actuará acorde a sus incumbas.

En el pasado noviembre, fui invitado por el jefe de la SINA y su esposa a presenciar el desarrollo de las elecciones presidenciales en su residencia, asomé deslumbrado; y observé con admiración las bondades arquitectónicas de la mansión, sus arabescos, y el extendido jardín que avivaron al segundo mis imaginas de narrador——Pero no——abruptamente mi curiosidad fue atrapada por los monitores y las pantallas que actualizaban con inmediatez la marcha del escrutinio electoral, , indagué y luego conversé con algunos de los asistentes——entre ellos——un joven de Minnesota que me comentó acerca de su enfoque político por ser oriundo de un tradicional bastión demócrata, también hablé con otro de Florida y con asemejado carácter me confirmó sin ambages su militancia republicana, pero el agotamiento de ocho años de idéntica política le animó a votar por el cambio——y a pesar de la tensionada expectativa——respiré entre ellos la consolidación de un sistema no predestinado a ser comandado por un héroe nacional, sino por un ciudadano normal y común asimilaría el empleo otorgado por el pueblo para conducir por cuatro años la magistratura de su país.

Fue así, lo comprobé con mis propios ojos, y cuando tomé asiento ante la pantalla que trasmitía las instantáneas de la CNN franqueadas por un explayado mar de barras y estrellas, sentí orgullo de ser cubano porque elucubré virtualmente la imagen de aquellas damas habaneras que entregaron sus prendas para socorrer la independencia norteamericana, además de los harapientos compatriotas que pelearon en la batalla de Yorktown, como aportación de nuestros ancestros a la libertad de una nación capaz de mantener la sucesión democrática por más de doscientos años.

Tras los aplausos que proclamaron a Barack Obama como 44 presidente de EE UU, me retiré a tomar el microbús que me regresaría, y lo hice apesadumbrado, porque en el transcurso de mi vida nunca he votado en elecciones universales; pluralistas, y democráticas por el presidente de mi país. Llegará el día en que apreciemos el error de haber obedecido con ceguera a seres insignificantes ante Dios y nuestro pueblo.

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