viernes, 31 de octubre de 2008

Estrategia de la tensión. Por Miguel Iturria Savón.

En Cuba, el planeta de la política nos convierte en satélites. Giramos al compás de la rumba revolucionaria contra el enemigo imperialista. Nuestra órbita es el socialismo. En el firmamento insular cambian las circunstancias y las consignas, pero la tensión es la misma desde hace medio siglo. Quien se atreva a opinar contra el único partido, la economía de estado o el poder indefinido de un hombre providencial cae en desgracia. Los edictos de palacio son inapelables, resumen la fábula del Mesías.
Como el Mesías tiene alma de guerrero ha convertido la isla en un campamento militar. Sus tácticas y estrategias nos mantienen en tensión. La tensión justifica nuestro balanceo de zombis en torno al guión escrito por los jerarcas uniformados.
El diseño de una estrategia de tensión prueba su eficacia en las circunstancias más adversas, principalmente ante las catástrofes naturales que escapan al control del gobierno, el cual se aprovecha de los problemas para frenar los estallidos populares. Ante un ciclón, por ejemplo, el régimen combina la ayuda posible a los damnificados con la represión policial y las promesas que catalizan y desvían el descontento.
Los “especuladores” son el chivo expiatorio de la oleada represiva desatada por el castrismo contra el pueblo cubano después del paso de los huracanes Gustav e Ike, cuyos vientos y lluvias arrasaron parte de la isla y dejaron sin vivienda a casi dos millones de personas.
La policía controla las entradas y salidas de La Habana, Pinar del Río, Isla de Pinos, Camagüey y el norte de la zona oriental del país. La cruzada está dirigida contra quienes buscan alternativas propias. Detienen a camioneros con productos agropecuarios, decomisan vehículos y mercancías, registran a taxistas, ciclistas y ciudadanos de a pie. La sospecha, el decomiso, las denuncias y las sentencias de los tribunales marcan el paso de la recuperación, como si los pobladores fuéramos culpables de los desastres naturales.
La dictadura sabe administrar la tensión cuando le conviene. Así lo hizo en 1961, 1963, 1968, 1970, 1980, 1994, 1996 y en la primavera del 2003. Pero no estamos en presencia de una invasión, de cohetes nucleares, de la ofensiva para expropiar a los pequeños propietarios, de la zafra de los 10 de millones –ahora producimos menos de 2 millones de toneladas de azúcar-, del éxodo masivo hacia la Florida, de la revuelta en el Malecón de La Habana, de las avionetas de los Hermanos al rescate ni de la ola represiva para descabezar a la oposición interna.
Ahora, como entonces, las autoridades no han declarado el Estado de sitio, pero los patrulleros detienen a cualquier sospechoso, aunque no haya rebeldes en las montañas ni terroristas en las ciudades. Los vendedores ambulantes son perseguidos como delincuentes; los dueños de kioscos agropecuarios tuvieron que cerrar por la ausencia de mercancías y la imposición de precios ajenos a la oferta y la demanda. La demanda sobrepasa a la oferta, crecen las colas, el estrés y el murmullo y la angustia de los hambrientos.
Al mensajero de mi cuadra lo han detenido dos veces en plena calle. Tuvo que mostrar sus documentos y justificar el origen estatal de cada panecillo. Otros ancianos sufren el chequeo de sus carretones, mientras los clientes esperan, los niños van a la escuela sin desayunar y los agentes de la policía merodean los mercados en busca de ladrones y especuladores.
Así marchan las cosas en cualquier barrio de La Habana. Los funcionarios aumentan el control y presentan al estado patrón como el único suministrador confiable en medio de la crisis alimentaria. El absurdo galopa como un caballo desbocado.
Realmente se trata de otra máscara para encubrir el miedo de la élite que rige el destino de nuestra isla desde la estratosfera del gobierno. Los policías que acosan al pueblo no pueden “frenar a los acaparadores” de las alturas; ellos son el peor de los ciclones.

Penurias sobre ruedas. Por Miguel Iturria Savón.

Entre el sábado 18 y el domingo 19 de octubre visité a unos familiares en Matanzas, la ciudad de los puentes. Fue un viaje azaroso a través de la Autopista nacional, de tramo en tramo, en camiones, autos viejos y un ómnibus destartalado. Si hubiera imaginado los trances que pasé pospondría el encuentro para tiempos mejores.
En el puente del primer anillo subí a un camión ruso, junto a 12 hombres y 7 mujeres. La policía nos detuvo a la entrada de San José de las Lajas, pero solo le pidieron los papeles al conductor y les echaron un vistazo a los pasajeros. Al llegar a Vegas volvieron a registrarnos. Tuvimos que abrir los bolsos, maletines, carteras, mochilas y jabas. Bajaron a un rubio que transportaba dos pomos con aceite y al mulato oriental que llevaba cuatro sortijas en la mano izquierda, tres en la derecha y un bolso con mercancías de la shopping. Mi mochila no llamó la atención de los gendarmes, quienes observaron con intriga los ejemplares de El Nuevo Herald, ABC, El Mundo y El País.
El rubio y el mulato siguieron en el Lada de la policía. El resto en el mismo camión hasta la entrada de Nueva Paz, donde algunos abordaron una camioneta para Jovellanos y otros el “camello” de El Calvario a Los Palos, último pueblo de La Habana por el circuito sur. Allí cogí un “almendrón” hasta Cabeza, primer centro urbano de Unión de Reyes, municipio de la provincia Matanzas.
Durante el resto del trayecto no faltaron inspectores, policías, puestos de vigilancia y registros. De Cabeza a Bermejas, Alacranes, Unión de Reyes, “Juan G. Gómez” y Matanzas se aprecia la belleza del paisaje natural y la desolación urbana provocada por medidas extremas y persecuciones absurdas. La tensión de los rostros acosados por la pobreza y la desesperanza me hizo recordar el letargo y la apatía del pueblo descrito por Reinaldo Bragado Bretaña en La estación equivocada.
Esos pueblos parecen náufragos sin puertos, pero en sus calles subsisten iglesias, parques, liceos convertidos en casas de cultura, shopping para recaudar divisas y pequeños mercados con fruta bomba, guarapo, plátanos verdes, yuca y carne de cerdo a precios astronómicos.
Los poblados que atravesé no sufrieron los embates de los ciclones Gustav e Ike como Isla de Pinos, San Cristóbal, Los Palacios y La Palma. La penuria que los agobia es fruto del huracán político que azota al país hace medio siglo. Algunos me hablaron de la Operación Victoria como del último ramalazo, un estado de sitio no declarado para acopiar recursos agropecuarios, regular los precios y detener a peligrosos especuladores como el rubio y el mulato de las sortijas.
Tan original manera de enfrentar las secuelas de los fenómenos naturales puede desatar el descontento social. La represión no abastece los mercados. La gente sobrevive en los límites de la penuria, al borde de la cólera. ¿Hasta cuándo soportarán tantos atropellos?
Mis parientes de Matanzas conocen el catálogo de horrores, pero juegan al azar. Se entretienen con el Show de Alexis Valdés, un CD de Robertico, un musical de Juan Gabriel y un filme sobre un emperador chino momificado. ¿Será una alegoría con el mandarín que gobierna nuestra isla desde una mansión amurallada?

lunes, 27 de octubre de 2008

Nuevos vientos. Por Miguel Iturria Savón.

Los meteorólogos no reportan los nuevos vientos que soplan en la isla, pero el Noticiero del canal seis, la Mesa redonda informativa y otros espacios siguen hablando de ciclones. Las imágenes de la devastación provocada por Gustav e Ike a fines de agosto y principios de septiembre siguen en pantallas, lo cual no está mal, pero distorsiona el nuevo acontecer; es decir, la ventolera represiva del gobierno contra la población, inmovilizada por la policía y los tribunales.
Después de los ciclones los cubanos seguimos en las mismas, pero con una sobredosis de derrumbes, carencias, colas, detenciones y “precios topes” para frenar a los especuladores. Es la hora de “pescar recursos” para quitar el lodo y restaurar las casas y los diques devastados por las aguas, pero al Estado solo le importa los eslabones de la cadena y para conservarla desatan las manadas de inspectores y policías.
Los jueces y fiscales reactivan los juicios sumarios. Cientos de detenidos y procesados están tras las rejas por unos panecitos, un cake, un paquete de galletas, un racimo de plátano, un pedazo de carne, una bolsa de leche, unas cabezas de ajos o un saco de cemento, un pedazo de cable eléctrico o unos angulares de metal. Los policías frenan así las iniciativas ciudadanas.
El martes pasado el doctor Eduardo Rodríguez González, Vicepresidente del Tribunal Supremo, informó al diario Granma sobre el aumento de las “sanciones contra los especuladores”. El magistrado detalló los delitos cometidos y las estadísticas de encierro en cárceles y granjas de trabajo forzoso, entre septiembre y octubre, cifra superior a los condenados de enero al 15 de agosto del 2008.
El miedo congela las iniciativas. Hasta los chistes escasean. Las personas se vuelven recelosas. Los informantes atisban tras las puertas. Hay que esperar a que pase la marea. La cautela es un ángel guardián.
Cientos de kioscos agropecuarios han cerrado, se esfumaron los vendedores ambulantes, nadie habla de “búsquedas e inventos”. Subió la demanda y disminuyó la oferta, los precios oscilan; la desesperanza anida en los barrios, pueblos, municipios y provincias. El alza del petróleo disminuye la frecuencia de ómnibus, camionetas, trenes y automóviles.
Pero ese es el plano menos virtual de la realidad cubana. Otro es el ángulo de la prensa oficial, triunfalista y distorsionadora, atenta a los catalejos del poder, tan frío y distante como los funcionarios que viajan al extranjero y reciben permiso del Comandante o el General Castro para hablar de temas puntuales desde México o España.
Mientras la policía reprime y los tribunales condenan a “especuladores”, nuestros burócratas juegan ajedrez con los gobiernos de España, México, Venezuela, China y Rusia. De España reciben millones de euros. Con México acaban de firmar un acuerdo migratorio para devolver a los cubanos que escapan de la isla. Venezuela concede créditos y petróleo. Rusia inaugura una catedral en La Habana y el Patriarca Gunjaev condecora a los hermanos Castro.
Después de los ciclones suceden cosas contrapuestas. El jueves pasado, mientras caminaba por la calle Obispo en busca de algo para comer, casi tropiezo con el actor Sean Penn, el pintor Kcho y el príncipe Antonio Castro Soto del Valle, médico del equipo nacional de béisbol, quienes salían de un restaurante de lujo ubicado frente al mar. El pintor y el hijo del déspota abrazaron a la estrella hollywoodense antes de que subiera a un lujoso automóvil; luego volvieron al restaurante. Yo seguí con mi hambre a cuestas por otras vías de la ciudad.
El caso es un ejemplo de los contrastes y los vientos que soplan después de los ciclones. Seguimos al ritmo de siempre.

Figuración y erotismo. Por Miguel Iturria

La fachada de una isla son sus costas, pero los pintores desafían el paisaje. Las tonalidades del azul, los matices del verde y las mixturas del rojo han nutrido el panorama pictórico cubano, recreado en lienzos, grabados y litografías desde principios del siglo XIX. El exceso de luz, el colorido tropical, la geografía, el hombre del campo y el entorno urbano son temas recurrentes en nuestra plástica, cuyo camino registra nombres como F. Mialhe, E. Chartrand, Landaluce, V. Sanz Carta, Miguel Melero, Víctor Manuel, Carlos Enríquez y otros ilustres que grafican el paso entre tradición y modernidad.
En la aparente quietud de la plástica insular son notables los dibujos y pinturas de Rubén Rodríguez Martínez (Cárdenas, Matanzas, 1959), quien conjuga su labor creativa con la docencia en el Instituto Superior de Arte, donde es profesor de Serigrafía, especialidad que marca su obra pues fue uno de los fundadores del Taller artístico experimental de serigrafía “René Portocarrero”, en el cual dio clases magistrales e impartió cursos y talleres durante dos décadas.
Rubén ha participado en medio centenar de exposiciones colectivas y en más de diez representaciones individuales, de importantes galerías de La Habana, España, Estados Unidos y Puerto Rico. Desde 1983 sus grabados, lienzos y cartulinas han recibido premios y menciones dentro y fuera de la isla. En 1987 fue distinguido en Barcelona con el Premio colectivo de la Fundación Jaume Guasch; un año después obtuvo mención especial en el Salón de Ciudad Habana y, en el 2000, en el Primer salón de arte erótico.
El erotismo es una constante en la obra del artista, cuyo lenguaje creativo ha dialogado con la crítica y con el público especializado, sin tabúes ni en sentimentalismos. Su discurso visual transita por la combinación de signos, parábolas, alusiones y mensajes gráficos. Se apropia de códigos teológicos y culturales, los mezcla en una imaginería propia. En algunos óleos y cartulinas la cruz católica es acompañada por íconos de origen africano.
Pero el sincretismo que tapiza la cultura cubana es uno de los temas de sus piezas, en las que también se aprecia un pensamiento de lo cotidiano que se nutre del folklor, los proverbios, el sexo y otras aristas de la vida. En sus telas y dibujos sobre cartulina el erotismo ronda por encima de casi todas sus propuestas.
La crítica ha reseñado el dibujo esbelto y la elegancia de la figuración de los cuadros de Rubén Rodríguez Martínez, quien reitera, en diversos soportes y formatos, la figuración antropomórfica, animada de sensualidad y fina ironía. En óleos como “Usted ama como el gallo”, “Un gran susto trae felicidad” y “El que lo tiene adentro es el que se menea”, el pintor reta la imaginación desde una poética del sexo.
Por la singularidad de su obra gráfica este artista merece mayor espacio en los medios. Es difícil encontrar un catálogo o cuadros suyos en la red de galerías y en las tiendas que comercializan el arte contemporáneo de Cuba. Óleos y serigrafías de Rubén yacen en museos y colecciones privadas de Alemania, Brasil, España, Estados Unidos, Kuwait, La Habana, Teherán, Panamá, Uruguay y Venezuela. Tal dispersión exige una nueva entrega al público insular.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Octubre en la mitología. Por Miguel Iturria Savón.

En Cuba, octubre es un mes de conmemoraciones trascendentes. El día 10 evocamos el inicio de la lucha por la independencia, desatada por Carlos Manuel de Céspedes, “Padre de la Patria”. El 12 pasamos por alto el descubrimiento de América, pues Cristóbal Colón llegó a nuestras costas con 12 jornadas de atraso, le cambió el nombre a la isla y la confundió con un continente. Recordamos el 20 como Día de la cultura nacional y dos fechas luctuosas de exaltación guerrera, el 8 y el 28, aniversarios de la muerte de los comandantes Camilo Cienfuegos Gorriarán y Ernesto Guevara de la Serna.
Como el discurso oficial enaltece la guerra y la exclusión, el 20 de octubre exaltamos la cultura pues ese día, pero en 1868, los independentistas cantaron en Bayamo un himno que devino símbolo de identidad de la nación cubana, presentada por el castrismo como un relato bélico, unilateral y simplista que desemboca en la revolución de 1959, la cual trajo consigo al líder mesiánico que impuso el socialismo, régimen que distorsiona la historia y regula el culto a la personalidad en función del poder.
La jornada Camilo-Che mitifica a dos guerreros del almanaque revolucionario. Camilo, el más popular de los héroes que bajaron de la Sierra Maestra, desapareció mientras volaba de Camagüey a La Habana, el 28 de octubre de 1959, antes de declarar en el juicio contra un comandante caído en desgracia. La muerte del aventurero argentino Ernesto Guevara, fusilado en Bolivia el 8 de octubre de 1968, marcó el fin de la guerrilla que encabezó en ese país, donde aspiraba a tomar el poder para crear un régimen similar al instaurado por Fidel Castro en Cuba.
Ha llovido mucho desde entonces. Es notable el cansancio de los cubanos que crecimos bajo la fábula mesiánica y providencialista del castrismo, pero a los escribanos de la prensa insular no parece preocuparles el agotamiento de medio siglo. Insisten en las consignas y medias verdades. La mitificación del Che y la comercialización de su imagen como ícono revolucionario exceden los límites de la razón.
El “guerrillero heroico” desmanteló la industria y la banca cubanas antes de retomar sus aventuras militares. Sus fracasos en África y Bolivia lo convirtieron en un ícono de la violencia. Sus acciones son realmente una estafa. El Che Guevara no es más que un producto de mercado, una bandera para los cazadores de mitos y certezas.
Camilo Cienfuegos, el héroe de sombrero tejano y amplia sonrisa, murió joven. Los dioses del Olimpo revolucionario se apiadaron de él. Tal vez por eso es una figura creíble, ajena al maquiavelismo de los líderes que sobrevivieron y crearon una verdad ficticia, favorable a un “estado benefactor” que aún persigue las ideas democráticas y envía a la cárcel o al exilio a quienes contradicen sus dogmas.
Octubre es un mes de conmemoraciones históricas, pero hay mucha hojarasca en la historiografía oficial. Para reescribir la historia habrá que sacudir el árbol de los mitos.

Otra vuelta de tuerca. Por Miguel Iturria Savón.

Emilia salió al mercado y regresó decepcionada. Mi vecina recorrió los kioscos de la calle ocho, bajó después por 71 y, finalmente, en el mercado de Cruz Verde, compró seis libras de papas, a razón de dos por persona, pues en su casa son tres y la libreta de abastecimiento establece ciertas normas. Volvió a salir antes de ponerse a lavar y retornó con un pan suave y sin grasa, dos paquetes de croquetas y un hueso de puerco para cocinar un caldo.
Algo similar les ha sucedido en estos días a Migdalia, Martica, Edilia y a muchas vecinas de Boyeros, El Cotorro, Guanabacoa, San Miguel y otros pueblos del sudeste de La Habana, donde apenas abren los puestos agropecuarios. La ausencia de productos las altera pues se esfuerzan en vano. Con las jabas vacías aumentan los problemas y las preocupaciones. Los nietos devoran lo poco que encuentran sin pensar en el posible infarto de las abuelas.
En el cierre del mercado agropecuario no solo inciden los desastres provocados por el paso de los ciclones Gustav e Ike. En medio de la crisis alimentaria el Gobierno retoma los controles extremos. Ciudad Habana es una ciudad sitiada, sin toque de queda ni declaraciones previas. Los accesos a la capital están controlados por la policía. Los conductores de vehículos tienen que mostrar sus documentos y soportar registros, decomisos, multas y amenazas.
¿Qué sentido tienen tales restricciones? ¿Para qué impedir la natural circulación de mercancías? Si faltan productos y suben los precios los funcionarios pudieran dictar ciertas normas para proteger al consumidor, sin asfixiar al campesino que produce, al intermediario que compra y transporta y a los vendedores que reciben y atienden al consumidor en los kioscos urbanos. ¿A caso no pagan impuestos al Estado?
Al parecer, se trata de otra “ofensiva revolucionaria”, otra vuelta de tuerca contra los pequeños comerciantes, parceleros y camioneros privados, a quienes se denigra a priori en los medios informativos. La consigna es obvia: “que nadie toque nada, yo solo puedo tocar”.
Hablar de acaparadores, rodear la ciudad de policías, decomisar productos y vehículos y centralizar las ventas en mercados estatales es otra manera de crear problemas. Así se administra la tensión sin solucionar el flujo de mercancías. Lo importante no es detener y juzgar al que transita con una jaba, sino liberar las iniciativas individuales para que cada cual encare sus problemas y aspiraciones.
El Estado patrón quiere inventariar cada planta, contabilizar los frutos y fijar los precios desde oficinas, pero los empleados de sus tiendas y almacenes no pagan impuestos, alteran las pesas a su favor, cobran salarios y maltratan al público.
Emilia, Migdalia y otras vecinas enfrentan por estos días a tales gladiadores. Quizás por eso regresan a casa con las jabas vacías, mientras el huevo sube a cinco pesos y el hambre pone a pruebas la paciencia de estas damas, casi al bode de la histeria.

Tropicana Tamaulipas. Por Miguel Iturria Savón.

Los músicos, bailarines, coreógrafos y asistentes estaban listos para el viaje. Disponían del pasaporte visado por el Consulado de México en La Habana, del permiso de salida del Gobierno cubano y del boleto de avión. Hasta las maletas y los familiares de los 54 artistas del Cabaret Tropicana esperaban el vuelo. Debían actuar en Tamaulipas, donde la promoción del espectáculo marchaba sobre ruedas, pero horas antes de salir los agentes de la Seguridad del Estado echaron a rodar el fantasma de la sospecha.
No había peligros de explosión aérea ni terroristas a la vista, más la gerencia de Turarte convocó a una reunión urgente. Cinco de los artistas no eran confiables, aprovecharían la gira internacional para emigrar, no volverían a la isla. Los celulares de otros 25, monitoreados por los controladores de la telefonía cubana, delataban a sus poseedores como sospechosos de viajar para quedarse. ¿Cómo quedaría el honor de la Patria si 30 de los integrantes de la Delegación la abandonaban en tierra azteca y cruzaban las fronteras con los Estados Unidos? Hasta los candidatos presidenciales Obama y McCain se enterarían de las debilidades ideológicas de los músicos y bailarines cubanos.
Puestos a escoger entre cumplir el contrato de intercambio artístico y correr el riesgo de perder parte del rebaño, los funcionarios de Turarte no vacilaron en quedar mal con los patrocinadores mexicanos. Si desafiaban a los guardianes de la ideología no serían congratulados por el nuevo éxito de Tropicana en Tamaulipas, sino expulsados de sus lucrativos empleos por la deserción de músicos y bailarines. ¿Para qué arriesgarse por unos maricones indiscretos? El que quiera escapar que se tire al mar como los balseros. A fin de cuentas, el Ministerio de turismo tiene abogados para enfrentar el litigio con los empresarios aztecas.
Al conversar con la novia de uno de los músicos que debía viajar supe detalles de la insólita reunión de los gerentes de Turarte con los artistas de Tropicana. Un joven bailarín que integraba la delegación a Tamaulipas precisó: “los novatos no sabíamos que cuando te dan la visa los agentes de la Seguridad graban y estudian tus llamadas para saber si intentarás quedarte”. Un cantante con muchas horas de vuelo me dijo: “los teléfonos están pinchados, los móviles son fuente de espionaje, por cualquier desliz te excluyen de la gira”.
Si bien es innegable que cientos de artistas cubanos aprovechan sus actuaciones en otros países para escapar de la isla, donde el tiempo parece detenido y viajar equivale a una carta de libertad, creo que la suspensión de una delegación completa por sospechas policiales no confirmadas raya en el absurdo. Si algunos creadores deciden no regresar a casa están en su derecho. Benny Moré se quedó en México, allí triunfó, pasó a New York y retornó a La Habana. Otros ejemplos confirman la regla. Los artistas viven donde mejor les va. ¿Por qué no dejarlos entrar y salir libremente? ¿Qué sentido tiene hablar de la imagen cultural de la revolución y politizar hasta la música?
El renombrado Cabaret Tropicana posee un elenco de más de cuatrocientos artistas. Allí triunfaron desde la década del cincuenta las principales figuras de la música y la danza de Cuba y otras naciones. Hace años es un centro exclusivo para el turismo internacional, pero la recaudación de divisas no favorece a quienes derrochan su talento en cada espectáculo. La miseria de sus artífices estimula los viajes sin regreso.
Emigrar no es un placer, es un derecho y, a veces, una necesidad. Los artistas de Tropicana que ahora deshacen las maletas tendrán que esperan otra oportunidad. Ya saben que la gerencia cumple los mandamientos de los agentes de la Seguridad del Estado.

viernes, 17 de octubre de 2008

Telegrama. Por Miguel Iturria Savón.

Telegrama. / Miguel Iturria Savón.
El cartero tocó a la puerta y antes de entregarme el telegrama me felicitó y pidió que le firmara el recibo. Me extendió entonces un pedazo de papel estrujado con mi dirección y un mensaje breve. Al preguntarle por el sobre me dijo sin inmutarse que no había en el correo. Fue una doble sorpresa, una sobrina me felicitaba por mi cumpleaños desde Matanzas, y el emisario local traía el texto abierto y con tres días de atraso.
No era un mensaje en clave, una cita de amor, una invitación ni un aviso de urgencia, pero la falta del sobre me dejó perplejo. ¿Cuántos empleados leyeron el telegrama? ¿Qué hubiera pasado si fuera algo secreto? ¿Conocerán los funcionarios de comunicaciones que la Constitución de Cuba refrenda, en su artículo 57, que “la correspondencia es inviolable”, aunque “puede ser ocupada, abierta y examinada en los casos previstos por la ley”? ¿Sabrán que “el mismo principio se observará con respecto a las comunicaciones cablegráficas, telegráficas y telefónicas”?
No conozco la ley complementaria al precepto constitucional invocado, la cual debe enumerar los casos necesarios e imprescindibles para quebrantar el derecho de “inviolabilidad de la correspondencia”; pero razonablemente estimo que sea por motivos que afecten la seguridad del estado, la nación, la economía o por “razones de utilidad pública o interés social”.
Pienso que mi cumpleaños no clasifique en los motivos que supongo, sino que es habitual el quebrantamiento o la ignorancia -en el mejor de los casos- del mencionado derecho por parte del personal de correos.
Para no ponerme paranoico recordé que años atrás yo recibía libros, casetes y cartas del psicoanalista mexicano Fredo Arias de la Canal, y siempre llegaban con el sobre abierto y meses de atraso.
Me acordé, además, de los amigos que se enteran de las cartas que le enviaron desde el extranjero cuando viene el familiar que les escribió. ¿Qué podemos hacer si las epístolas no llegan y los telegramas vienen sin sobre? ¿Será obra y gracia de los carteros o “casos previstos por la ley”?
El empleado que tocó a mi puerta es respetuosamente informal. Quizás sea la imagen del quebrantamiento de nuestro derecho a la inviolabilidad de la correspondencia. Tal vez no sepa que el artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, firmada por Cuba en 1948 y ratificada recientemente por el gobierno insular, nos concede ese y otros preceptos para evitar la injerencia en la vida privada y familiar, incluidos el domicilio y la correspondencia.
En mi caso, como era un simple telegrama de felicitación, no fui al correo a dar las quejas por el sobre ausente. Me alegra que mi cumpleaños sea conocido por los empleados de comunicaciones, pero le pediré a mi sobrina que el próximo año me envíe saludos a través de una paloma mensajera.

El blog de Yoani. Por Miguel Iturria.

Un blog es un espacio virtual que a veces trasciende las redes de Internet. Los políticos colocan en el suyo sus discursos, las emisoras radiales le cuelgan textos informativos, los periodistas lo convierten en una columna sin editor y otros lo utilizan como bitácora personal.
Generación Y, de la célebre bloguera cubana Yoani Sánchez, es una brújula que rastrea sus pasos por las calles de La Habana, cuyo absurdo habitual la llevó al exorcismo. Ella misma definió su arte blogética como “una bitácora a saltos, intermitente y retrasada…” y calificó sus escritos como “desencantadas viñetas de la realidad”, pues “después de probar con el silencio y la evasión, no resultaron”.
Ante la pregunta “¿Por qué Generación Y?”, la ganadora del Premio Ortega y Gasset de periodismo digital, respondió: “Porque arrastro la culpa generacional del silencio, de la pasividad y del asentimiento tácito. Creo que ya va siendo hora de que mi gente se haga oír, en toda su pluralidad y desencanto”.
Esa y otras razones, quizás más íntimas, anidan en las reseñas y en las ilustraciones que complementan el posteo de sobrevida que es Generación Y. El mismo comprende el período del 2 de abril del 2007 al 29 de junio del 2008, y circula en un pequeño CD de Ciber Prensa, formato Word Pres, plantilla Mandigo.
Su alegato generacional traspasa el interés de quienes franqueamos el umbral de los treinta años. Las mini crónicas de Yoani son un diario de circunstancias que narran la incertidumbre de muchos cubanos, lo cual acentúa el interés de esos textos breves, alusivos, irónicos y bien escritos. Ella sabe que lo personal difiere pero se torna colectivo en un país con consignas anticuadas, batallas ficticias, pregones de igualdad, soberanía arrendada, diáspora desmedida y chistes que desacralizan la distorsionada visión ideológica impuesta desde el poder.
Lo sabe y lo recrea de forma desenfadada. Casi nada pasa desapercibido para esta habanera que le ha tomado el pulso a la ciudad. Sus descargas tienen valor testimonial, pero no hay frivolidad en la catarsis. Detrás de cada suceso glosado hay una dosis de análisis condimentada con sátira y humor. La bloguera tiene estilo propio y conoce las pautas del periodismo digital.
Mención especial merecen sus fotografías, los cuadros, los fotomontajes, el uso de los grafitis, las litografías de César Leal, Carlos Verdecía, Robespierre y otros amigos que colaboraron con ella en las ilustraciones. Estas calzan los textos pero valen por si mismas; sin ellas la escritura perdería parte de su magia y el mensaje sería menos convincente.
En el blog que ahora circula en CD hay reseñas culturales, comentarios de libros, sucesos urbanos, apuntes de un atraco, una redada policial y nota que apresan un instante de la vida política cubana, la cronología de una velada en el Café teatro nacional, un recorrido en bici taxi por las calles de La Habana. Yoani habla de los carteles políticos, de un ómnibus biplanta para turistas, de la escuela del hijo, el cumpleaños del marido o de alguna de las reflexiones del Comandante en Jefe.
La aparente sencillez de sus análisis colinda con la agudeza de las observaciones. La autora conectó el radar y trató de descifrar las claves de la realidad. Su peculiar sensibilidad parece una alfombra de acceso al entramado social que la inquieta.
Títulos como “Cambiar el cartel” (Junio 29 del 2008), “Votemos por el humor” (mayo 31), “Las verdades de Zanussi” (febrero 28), “Parlamento viene de parlar” (enero 22), “De tele clases y otros absurdos” (dic. 12 del 2007), “Las medias noticias” (octubre 5) o “Internet por señas” (13 de agosto), devienen retratos incisivos del entorno insular, ángulos de nuestra cultura.
En el primero advierte: “Hay definiciones, consignas y formas de llamar las cosas que siguen usándose por puro automatismo, aunque en la realidad poco quede que justifique esos apelativos…La realidad no se parece a lo que se anuncia…”
Habla de un programa humorístico y del actor “que pinta de burla nuestro absurdo cotidiano…”, al cual considera “la única figura pública en la que veo representada mis demandas”.
Reporta la intervención de un cineasta italiano en el Cine Chaplin y ubica la tesis de su filme al entorno cubano, donde “el camuflaje, la simulación y el cinismo de los viejos es más permanente de lo que pensamos”.
El uso de títulos irónicos como “En busca de la piedra Rosetta” (febrero 25 del 2008) o los citados “Parlamento viene de parlar” e “Internet por señas”, acentúan el valor de comentarios que recrean, desde el absurdo, la actualidad política del país y el escepticismo de la bloguera ante los cambios anunciados por el grupo gobernante.
Los propios avatares del blog de Yoani, los links, los comentarios y la censura de “los boicoteadores y los muchachos de la Brigada de la respuesta cibernética…” también ocupan espacios en estas páginas; en las que ella presenta a Potro salvaje y otros bloggers que oxigenan la incipiente blogósfera cubana.
Como no es posible referirnos, desde la brevedad de esta nota, a todos los duendes, fantasmas y problemas que desata la creadora de Generación Y, invito a los lectores del ciberespacio a buscarlo en Google o localizar el CD que circula de mano en mano en La Habana y otras ciudades. Tal vez Yanisleidi, Yoandri, Yusimí o Yunieski acudan a su reclamo.

Ernesto Cardenal y la revolución perdida. Por Luis Cino.

No importa lo que diga la carta de Rosario Murillo, la esposa del jefe de la mafia sandinista de Managua. En la UNEAC, precisamente por estar compuesta (aparte de algún que otro impostor) por artistas y escritores, saben bien quien es Ernesto Cardenal.

Ernesto Cardenal cumplió 83 años en enero. Es reverenciado y querido por sus compatriotas, pero no por la pandilla corrupta que gobierna Nicaragua. El 22 de agosto, un juez vendido al gobierno halló culpable al poeta y lo condenó a pagar una multa de 20 000 córdobas. Ernesto Cardenal dice que fue una venganza del presidente Daniel Ortega. Tiene razón. Cardenal conoce el pie que calza su antiguo jefe y compañero de trajines revolucionarios.

Además de poeta, Cardenal ha sido sacerdote, guerrillero y ministro de cultura. Desde hace años es un disidente de los sueños por los que luchó y sufrió. Con melena y barba blanca, boina, cotona y crucifijo, dividió su amor entre Dios y la revolución. El primero lo acompaña siempre. La segunda le falló. Sólo le quedó el amor al pueblo. Sin él, no hay revolución que tenga sentido.

Cardenal cantó a los indios y a Marilyn Monroe, a sus compañeros muertos en la guerra, a Dios y a la Nada. Alguna vez se enamoró platónicamente y escribió hermosos epigramas para una muchacha llamada Claudia. Pero ella amaba a otro. El cura-poeta se encerró en su habitación y escribió, en vez de poemas, un artículo contra la dictadura de Somoza por el que lo metieron preso. Ahora, los que lo amenazan con la cárcel, lo multan y lo difaman, son sus camaradas de antaño.

El poeta lleva años de pleito legal contra el alemán Enmanuel Zerger. Hace más de tres años, Ramón Rojas, el abogado de Daniel Ortega, asumió la acusación contra Cardenal. Zerger, además de robar tierras, se llevó pinturas y artesanías de los humildes artistas de las islas de Solentiname para venderlas en Europa. Nunca las pagó. Por defender los derechos de los pintores y escultores de Solentiname, Ernesto Cardenal ha sido multado por “injurias y calumnias”.

Cardenal cumple un deber al defender del timador teutón el arte de la comuna de campesinos e indígenas que a inicios de los 70, en medio de las aguas del Lago Nicaragua, se aglutinaron en torno a él y sus enseñanzas de profeta bíblico en tiempos de dictadura.

Los sueños de un grupo de artistas son agredidos con brutalidad por un negociante sin escrúpulos. El estafador cuenta con la complicidad de un gangster vestido de revolucionario que busca vengarse del anciano poeta que fuera su camarada. Otro sórdido escándalo, otra vileza más, a la cuenta de Daniel Ortega.

Tenía razón el Papa Juan Pablo II cuando amonestó públicamente en Managua, en marzo de 1983, al ministro-sacerdote. No se puede servir a dos amos. No es posible que un pastor sea amigo de los lobos.

En la UNEAC se cuidaron de pronunciarse contra Daniel Ortega, pero saben quienes son los verdaderos figurones y para qué sirve la carta infame de la primera dama nicaragüense. Aunque no comparta sus motivos para considerarlo “un amigo entrañable”, me alegra que la UNEAC no se sume a la campaña de odios contra Ernesto Cardenal.

Algunos reprochan la apuesta a ultranza de Ernesto Cardenal por la revolución de Fidel Castro. Prefiero pasar por alto la miopía de Cardenal. Estoy de su lado frente a la vendetta de Daniel Ortega. Puesto a elegir entre un sinvergüenza y un poeta, me quedo con el poeta.

luicino2004@yahoo.com

lunes, 6 de octubre de 2008

Mujeres apasionadas. Por Miguel Iturria Savón.

Ellas quieren ser felices y han echado a andar por sus propios pies. Andan como los demás: dos pasos al frente, uno al costado y tres atrás. Son alegres, atractivas, optimistas y desobedientes. Se llaman Ana, Aracelis, Janet, Kenia, Miladis y Niurka. No buscan a un hombre que las represente, pero si aparece un buen tipo se convierten en señoras y aprenden a portarse bien.
De ellas, solo Aracelis estuvo presa como medida cautelar. La acusan de asediar a los jovencitos. Su hermana Janet contrató a un abogado pues en el Tribunal municipal de El Cotorro le informaron que le aplicarán la Ley de peligrosidad social. Tal vez por eso Aracelis está tranquila a pesar de las miradas y propuestas de los hombres que desean subir al cielo en sus brazos.
A Kenia le va bien con su tercer esposo, aunque no tanto como a la sobrina que vive en el sur de Italia con un blanco narizón, a quien una chica envidiosa le hizo llegar los datos del amante que la mulata contrató como chofer cuando vino de vacaciones.
Ana, Miladis y Janet siguen solteras y tranquilas. Solo sus atributos físicos y la sensualidad de sus pasos delatan los sueños y las pasiones que cobijan en la piel. Ellas renuevan la esperanza de viajar al extranjero y comentan con desenfado el ejemplo de Niurka, la ex mujer de Juanito, quien llegó hace unos días de Buenos Aires, a donde viaja dos veces al año a solicitud de su nueva pareja sentimental.
A los treinta y siete años Niurka no es la mulata de ensueños que vino a conquistar La Habana desde los Mangos de Baraguá, un caserío montañoso de la zona oriental mencionado en los libros de historia. Ya no es una jovencita, pero es elegante, viste a la moda, tiene casa propia, un ex marido que le cuida al hijo mientras viaja y un amante argentino de clase media que paga sus gastos y la llama los fines de semana.
Mi vecina ha triunfado en el mercado del sexo. Es centro de los murmullos del barrio. Su casa es visitada por las amigas que esperan por otro príncipe azul. La hija de Miladis y varias chicas balbucientes le piden consejos. Ella les sugiere orientarse al turismo y estudiar inglés.
Quizás tenga razón, pues las jineteras cubanas ejercen el viejo oficio de las féminas con un fin predeterminado: marcharse del país y ayudar a la familia. ¿Por qué querrán irse de una isla tan bella?
Si la esperanza es la lluvia de las almas, les deseo suerte a mis alegres y atractivas vecinas. Me satisface saludarlas con una sonrisa cómplice, saber que se sienten libres en medio de tantas incertidumbres, desarraigos y alienación.
Ana, Aracelis, Janet, Kenia, Miladis, Niurka y otras exploradoras del horizonte insular son mujeres apasionadas, como las brasileñas de ficción de la telenovela de las nueve. Sus sueños y problemas tapizan el lienzo de nuestra realidad.

Travesías de muerte. Por Miguel Iturria Savón.

El miércoles pasado leí una nota de Roberto de Jesús Guerra sobre un grupo de cubanos que partieron hacia La Florida en una balsa y, dos semanas después, nadie sabía su paradero. El viernes, una colega me mostró la imagen de tres de los balseros desaparecidos, de los cuales ella conocía a uno que pasó un curso de periodismo y era un neófito en cuestiones marítimas.
El sábado escuché nuevos rumores sobre los posibles desaparecidos. En tales casos las variantes no son muchas. Nuestros balseros pueden ser detenidos por los guardacostas cubanos, quienes los traen de regreso, lo multan por intento de salida ilegal y lo envían a casa o a prisión, según la política penal de turno. Si lo interceptan los guardacostas de los Estados Unidos también son devueltos a la isla, salvo los perseguidos políticos. La peor alternativa es perder la vida ante el embate de las olas y la fragilidad de la embarcación.
Los balseros cubanos son personas desesperadas. Para ellos el futuro está en el norte. Saben que se juegan la vida pero no piensan en la travesía. Enfrentan la odisea para saltar las tribulaciones de un régimen que le exige sacrificios y obediencia a cambio de un futuro ambiguo. El sueño suele ser costoso.
Sobre el tema se ha escrito muchísimo en cincuenta años. Hay listado de muertos, tragedias familiares y encarcelados. Partir en una balsa equivale a quemar las naves, pero las gentes optan por el riesgo. Las causas son obvias: un grupo de hombres envejecidos en el poder insisten en construir la utopía. La quimera socialista es tan bella y agresiva que constriñe la esperanza de una vida mejor en el reino de este mundo.
El caso de los balseros es tan habitual que embota nuestra sensibilidad. Hay un itinerario del norte que busca las costas de los Estados Unidos. México es un punto en esa hoja de ruta, su territorio colinda con la nación norteña. Los balseros también parten por el sur hacia Honduras, Costa Rica o República Dominicana; luego rectifican el rumbo. Algunos evitan la travesía y se adentran por tierra en la Base naval norteamericana de Guantánamo. Esta variante no está exenta de peligros.
No hay un calendario de escape. Los fugitivos prefieren la temporada no ciclónica, pues de mayo a noviembre el Mar Caribe es asolado por huracanes que recalan en el Golfo de México y suben por el sur de los Estados Unidos, cuyo gobierno es el enemigo simbólico de las autoridades comunistas de Cuba.
Al leer la nota de Roberto de Jesús Guerra sobre los balseros cubanos perdidos en el mar recordé un reportaje del periódico español ABC. Se titula “El Atlántico cobra otras 14 vidas”, está fechado el jueves 4 de septiembre y describe la tragedia de sesenta inmigrantes africanos que llegaron a Santa Cruz de Tenerife después de doce días de travesía marítima.
El problema es parecido y enorme la coincidía. Los cubanos cruzan en balsa el Estrecho de la Florida; los subsaharianos salen de Mauritania en frágiles cayucos hacia las Islas Canarias, archipiélago español en medio del Atlántico. Son travesías de muertes. Los sobrevivientes exhiben sus quemaduras. La esperanza de cambio compensa los tatuajes del alma.

viernes, 3 de octubre de 2008

Subir la parada. Por Miguel Iturria Savón.

La soberbia de los tiranos no tiene límites, más aún si languidece cual despojo del tiempo que marcaron con sus actos y decretos. La petulancia de Fidel Castro y de los amanuenses que escriben sus “reflexiones” colma la paciencia de cualquiera. En sus últimos artículos el caudillo demuestra desde la cama que mientras tenga lucidez impondrá sus dictámenes al pueblo de Cuba, a través del equipo sucesorio que preside su hermano Raúl, segundón del déspota y pantalla del totalitario insular desde agosto del 2006.
Las últimas reflexiones de Fidel Castro son como la sombra de un fantasma que nos degrada. El alter ego del mandatario conserva intacta la capacidad para crear problemas. Ni los desastres provocados por los huracanes lo hacen bajar la parada. No mira hacia abajo sino al horizonte, donde gravita en el limbo de los Mesías y gladiadores antiimperialistas.
La diatriba del ex mandatario contra la ayuda ofrecida por la Unión Europea, el Gobierno de los Estados Unidos y los exiliados cubanos en ese país, deja a la población cubana en el desamparo y la miseria. Bloquear la entrada de alimentos, medicinas, ropas y materiales de la construcción de 25 estados del viejo continente es una desfachatez del dictador, quien solo aceptó auxilio de Rusia, España y Bélgica.
¿De qué dignidad puede hablar un tirano que dependió durante tres décadas de la Unión Soviética y hace un decenio es mantenido por el Gobierno de Venezuela? ¿Con quién consultó el Comandante Castro -y su obediente hermano- para rechazar a los especialistas americanos que evaluarían las pérdidas y enviarían los recursos a los damnificados de los ciclones Gustav e Ike? ¿Por qué impedir las donaciones de cinco millones de dólares en alimentos y medicinas despachados sin condiciones por la Agencia para el desarrollo internacional de los Estados Unidos?
Castro mete otra vez a la isla en un callejón sin salidas. Invocar el embargo de los Estados Unidos y exhibir sus resentimientos contra la Unión Europea en medio de la catástrofe cubana, es una forma de crear tensiones a su favor y un acto de insensibilidad con los millones de personas que perdieron sus casas y pertenencias.
La estrategia de subir la parada, como si estuviéramos en una guerra, refleja la incapacidad de negociación de un líder anclado en el pasado. El tirano ha perdido el sentido del juicio, si es que lo tuvo. Pasar la raya en medio de la tragedia de un país devastado por su propio gobierno antes que los huracanes, sobrepasa el simbolismo verbal de sus ataques al Gobierno de los Estados Unidos, donde radica la mayor parte de nuestro exilio.
El tirano le niega a su pueblo los recursos donados por decenas de naciones. La complicidad y el servilismo de la élite que aplica tan absurdas decisiones agravan el problema, pues Cuba tiene una deuda de 20 mil millones de dólares y los acreedores no confían en su capacidad de pago, lo cual dificulta la adquisición de alimentos, medicinas y materiales constructivos. Los damnificados tendrán que esperar por el desbloqueo interno.
Los militares y los funcionarios que sostienen al régimen pudieran crear una alternativa al desfase del líder envejecido, pero son incapaces de forjar alianzas entre sí, el temor a los cambios los paraliza. Castro se ha convertido en el Minotauro del laberinto insular. No es fácil sujetarlo ni excluirlo.
Por ahora, la contrapartida está en la indiferencia de las multitudes. Solo los locutores de la radio y la televisión leen, por obligación, las reflexiones del colérico ex mandatario que entreteje su inmortalidad a costa de su pueblo.

miércoles, 1 de octubre de 2008

¿Robaron o no la guantanamera? Por Luis Cino.

¿Robaron o no la Guantanamera? / Luís Cino.

El 5 de septiembre se cumplieron 100 años del nacimiento de Joseíto Fernández. Un aniversario tan redondo es buena ocasión no sólo para recordar al cantante de figura desgarbada, sombrero alón y eterna guayabera blanca, que nació y murió en el habanero barrio de Los Sitios, sino también para volver sobre el tema de si por fin robaron o no su Guajira Guantanamera.

La versión oficial cubana es presta al patrioterismo y a culpar de conjuras y robos (de música, atletas o medallas deportivas) a todo lo que no sirva explícitamente a sus planes. Según tal versión, el cantante Pete Seger (yanqui tenía que ser, no importa si “amigo de la revolución”) robó a Joseíto Fernández la agridulce tonada que identifica a Cuba en el mundo.

Raúl Martínez, investigador del Museo Nacional de la Música, culpa al folklorista norteamericano de picardía al grabar la Guantanamera con los Versos Sencillos de José Martí en los años 60. Según él, Joseíto la grabó así “desde mucho antes, a finales de la década de los 50” (entrevista con Ada Oramas, periódico Tribuna de La Habana, agosto 31 de 2008).

Para reforzar su incriminación sobre la picardía de Pete Seeger en tiempos del apogeo de la canción protesta, Martínez señala que en los sellos de sus discos, no aparece el autor, “como si fuera una tonada anónima del folklore cubano”. Martínez infiere “que hubo malas intenciones pues ha sido uno de los cantantes que más han ganado y están ganando a costa de la Guantanamera”.

De tal aseveración, lo único exacto es lo de las ganancias económicas del cantante norteamericano con la Guantanamera. El asunto no es tan sencillo como lo ve el muy mal pensado Raúl Martínez.

Pete Seeger oyó por primera vez la Guantanamera en julio de 1961, junto a la fogata de un campamento de verano en las montañas Catskills. La canción gustaba mucho a los muchachos del campamento, que la aprendieran de su profesor Héctor Angulo, un joven oriundo de Santa Clara. Éste, a su vez, la cantaba tal como la aprendió de su maestro en Cuba, el pianista y compositor español Julián Orbón: con la melodía significativamente reelaborada y el añadido de los versos de Martí.

Cintio Vitier en su libro “Lo cubano en la poesía” acreditó también la Guantanamera cantada con los versos sencillos de Martí, a Julián Orbón. Según Vitier, a fines de los años 50, las tertulias en casa de Orbón terminaban “con un gran coro loco” que cantaba la Guantanamera.

Joseíto Fernández había cantado la Guantanamera desde hacía 4 décadas. Primero, en los años 30, en la emisora Radio Lavín; a partir de 1941 en “El suceso del día”, de la CMQ. Joseíto escribía y a veces improvisaba décimas acerca de hechos de la crónica roja que narraba el programa radial.

Joseíto cantó la Guantanamera con Paulina Fernández, La Calandria, Benny Moré, Ramón Veloz y otros. Nunca la cantó igual. En cada interpretación, cambiaba no sólo las décimas, sino también la melodía.
Pero, a diferencia de lo que afirma el investigador Raúl Martínez, Joseíto no la cantó con los versos de Martí hasta más de dos años después que las versiones de Pete Seeger y The Sandpipers la convirtieran en un éxito internacional, y por carambola, en un himno itinerante de la revolución de Fidel Castro.

Migdalia Fernández, hija de Joseíto, contradice la teoría de Raúl Martínez sobre la picardía de Pete Seeger, al reconocer que cuando el norteamericano popularizó la Guantanamera, “se la consideraba como una melodía de autor desconocido, y por tanto, de dominio público”.

Pero Joseíto Fernández, que desde 1929 poseía la propiedad autoral de la melodía (en realidad, eran sólo los 8 compases del estribillo), autorizó a la disquera estatal cubana EGREM para que lo representara en el litigio internacional por la autoría de la Guantanamera.

A resultas del litigio, en 1965, la partitura de Fall River Music, Inc. de la Guantanamera apareció bajo el extenso copyright: “Música: Joseíto Fernández. Arreglo musical: Pete Seeger. Adaptación del texto: Héctor Angulo, basado en un poema de José Martí”. Así se subsanó el extravagante e inexacto copyright “Martí-Angulo-Seeger” aparecido en el álbum Pete Seeger Greatest Hits (Columbia Records, 1963).

Para los que, a pesar de todo, aún alegan que a Joseíto Fernández le robaron la Guantanamera, debe servir de consuelo que las cosas siempre pueden ser peor. El gran ausente, tanto del copyright yanqui como de los reconocimientos oficiales en Cuba, fue Julián Orbón, el músico responsable por la elaboración melódica de la pieza y la incorporación de los versos de Martí. Orbón se había ido de Cuba y vivía exilado en Estados Unidos. Pese a lo que dijera Cintio Vitier, los comisarios culturales del régimen no podían dar el menor crédito de la emblemática canción a un enemigo.

luicino2004@yahoo.com

Ariel, Israel, un catalejo y mucha mala fe. Por Luis Cino.

Ariel, Israel, un catalejo y mucha mala fe. / Luís Cino.

Arroyo Naranjo, La Habana, septiembre 18 de 2008, (SDP) Una polémica circula por estos días en Internet entre el poco conocido cantautor Ariel Díaz e Israel Rojas, cantante del popular grupo Buena Fe. Los argumentos de ambos han vuelto a poner de manifiesto, entre otras cosas, los vicios, manías, prejuicios, poses y muletillas, de la canción inteligente en Cuba.

En el duelo entre Ariel Díaz e Israel Rojas, sobre todo por parte del primero, hubo zancadillas, golpes bajos, veladas incriminaciones ideológicas, disquisiciones filosóficas, intolerancia y amagos de chivatería. Pero sobre todo, y por parte de ambos, mucha “muela bizca” y “metatrancosa”. Esos son los principales nutrientes del entorno trovadoresco del que ambos proceden.

Israel Rojas en algún momento decidió poner los pies en la tierra. Entonces, como el teniente Mario Conde de los libros de Padura, colgó el uniforme del MININT, viajó de Guantánamo a La Habana, se buscó una banda y empezó a hacer canciones que pudieran un día, por qué no, ser populares.

Pero he aquí la maldita circunstancia de que en Cuba hay que explicarlo todo, hasta el hecho de que los discos se vendan y que las canciones que uno escribe se hagan populares. Son algunos de los extraños complejos de culpa que crearon los mandarines, también a los artistas.

No son sólo los comisarios y burócratas del Estado-patrón que subvenciona el arte los que exigen explicaciones. En algunos casos, también se creen con derecho a dar los vistos buenos, los cantores que tararean salmodias ininteligibles en las tribunas y los escritores que nunca escribieron un libro. A ellos, exponentes epónimos e incomprendidos del arte revolucionario, les repugnan y espantan, como las uvas a la zorra, el mercado, el éxito y la popularidad.

Es así que Ariel Díaz olvida olímpicamente que también es necesaria la música para bailar o romancear. Entonces se pone profundo, frunce el ceño, mira al cielo y aboga por las canciones que no venden, “las que son tan pesadas que no pueden cargar las multitudes”.

¿Qué tipo de canciones tendrían que hacer Bob Dylan, Joan Manuel Serrat, Mercedes Sosa, Joan Baez, Leonard Cohen, Chico Buarque, Milton Nascimento y hasta los mismísimos padres fundadores de la Nueva Trova, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés? ¿Acaso las multitudes no pueden con canciones como Yesterday o Garota de Ipanema?

Israel Rojas se cree obligado a perder su tiempo en explicar a Ariel Díaz y otros similares, qué tipo de arte (conceptual y a la vez vendible) hace, para qué tipo de público y cuales son sus tratos con las disqueras extranjeras. Por si fuera poco, también opina sobre la izquierda europea, las teorías de Fukuyama y ya de paso, vota por el socialismo del siglo XXI.

Las explicaciones de Israel Rojas son coherentes y hasta sinceras, pero innecesarias. ¿Qué importa al público que abarrota sus conciertos los prejuicios con el marketing y la música pop de ciertos tracatanes con pretensiones intelectuales?
A fin de cuentas, ¿qué quieren probar Ariel e Israel con sus galimatías? ¿Con quien les interesa quedar bien?

Que Ariel Díaz haga, si puede, un arte “profundo, subversivo, experimentador y valiente”. Pero sin codazos ni emboscadas contra los que hacen música más allá del Centro Pablo y otras peñas y cenáculos.

En cuanto a Israel Rojas, que olvide las etiquetas que le cuelguen y disfrute el éxito de Buena Fe. Se lo han ganado. Sólo debe ser un poco más generoso con el arte que se hace hoy en Cuba. A pesar de los pesares, no todo está hecho solo de slogans.

Pero si en definitiva, lo que quiere Israel, para no acomplejarse con el pedante de Ariel, es que no pongan sus canciones en la radio, en vez de exprimirse las neuronas hasta las 3 de la madrugada, sólo tiene que enfocar bien el catalejo. La próxima canción que escriba es posible que la censuren.

luicino2004@yahoo.com