viernes, 3 de octubre de 2008

Subir la parada. Por Miguel Iturria Savón.

La soberbia de los tiranos no tiene límites, más aún si languidece cual despojo del tiempo que marcaron con sus actos y decretos. La petulancia de Fidel Castro y de los amanuenses que escriben sus “reflexiones” colma la paciencia de cualquiera. En sus últimos artículos el caudillo demuestra desde la cama que mientras tenga lucidez impondrá sus dictámenes al pueblo de Cuba, a través del equipo sucesorio que preside su hermano Raúl, segundón del déspota y pantalla del totalitario insular desde agosto del 2006.
Las últimas reflexiones de Fidel Castro son como la sombra de un fantasma que nos degrada. El alter ego del mandatario conserva intacta la capacidad para crear problemas. Ni los desastres provocados por los huracanes lo hacen bajar la parada. No mira hacia abajo sino al horizonte, donde gravita en el limbo de los Mesías y gladiadores antiimperialistas.
La diatriba del ex mandatario contra la ayuda ofrecida por la Unión Europea, el Gobierno de los Estados Unidos y los exiliados cubanos en ese país, deja a la población cubana en el desamparo y la miseria. Bloquear la entrada de alimentos, medicinas, ropas y materiales de la construcción de 25 estados del viejo continente es una desfachatez del dictador, quien solo aceptó auxilio de Rusia, España y Bélgica.
¿De qué dignidad puede hablar un tirano que dependió durante tres décadas de la Unión Soviética y hace un decenio es mantenido por el Gobierno de Venezuela? ¿Con quién consultó el Comandante Castro -y su obediente hermano- para rechazar a los especialistas americanos que evaluarían las pérdidas y enviarían los recursos a los damnificados de los ciclones Gustav e Ike? ¿Por qué impedir las donaciones de cinco millones de dólares en alimentos y medicinas despachados sin condiciones por la Agencia para el desarrollo internacional de los Estados Unidos?
Castro mete otra vez a la isla en un callejón sin salidas. Invocar el embargo de los Estados Unidos y exhibir sus resentimientos contra la Unión Europea en medio de la catástrofe cubana, es una forma de crear tensiones a su favor y un acto de insensibilidad con los millones de personas que perdieron sus casas y pertenencias.
La estrategia de subir la parada, como si estuviéramos en una guerra, refleja la incapacidad de negociación de un líder anclado en el pasado. El tirano ha perdido el sentido del juicio, si es que lo tuvo. Pasar la raya en medio de la tragedia de un país devastado por su propio gobierno antes que los huracanes, sobrepasa el simbolismo verbal de sus ataques al Gobierno de los Estados Unidos, donde radica la mayor parte de nuestro exilio.
El tirano le niega a su pueblo los recursos donados por decenas de naciones. La complicidad y el servilismo de la élite que aplica tan absurdas decisiones agravan el problema, pues Cuba tiene una deuda de 20 mil millones de dólares y los acreedores no confían en su capacidad de pago, lo cual dificulta la adquisición de alimentos, medicinas y materiales constructivos. Los damnificados tendrán que esperar por el desbloqueo interno.
Los militares y los funcionarios que sostienen al régimen pudieran crear una alternativa al desfase del líder envejecido, pero son incapaces de forjar alianzas entre sí, el temor a los cambios los paraliza. Castro se ha convertido en el Minotauro del laberinto insular. No es fácil sujetarlo ni excluirlo.
Por ahora, la contrapartida está en la indiferencia de las multitudes. Solo los locutores de la radio y la televisión leen, por obligación, las reflexiones del colérico ex mandatario que entreteje su inmortalidad a costa de su pueblo.

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