lunes, 27 de octubre de 2008

Nuevos vientos. Por Miguel Iturria Savón.

Los meteorólogos no reportan los nuevos vientos que soplan en la isla, pero el Noticiero del canal seis, la Mesa redonda informativa y otros espacios siguen hablando de ciclones. Las imágenes de la devastación provocada por Gustav e Ike a fines de agosto y principios de septiembre siguen en pantallas, lo cual no está mal, pero distorsiona el nuevo acontecer; es decir, la ventolera represiva del gobierno contra la población, inmovilizada por la policía y los tribunales.
Después de los ciclones los cubanos seguimos en las mismas, pero con una sobredosis de derrumbes, carencias, colas, detenciones y “precios topes” para frenar a los especuladores. Es la hora de “pescar recursos” para quitar el lodo y restaurar las casas y los diques devastados por las aguas, pero al Estado solo le importa los eslabones de la cadena y para conservarla desatan las manadas de inspectores y policías.
Los jueces y fiscales reactivan los juicios sumarios. Cientos de detenidos y procesados están tras las rejas por unos panecitos, un cake, un paquete de galletas, un racimo de plátano, un pedazo de carne, una bolsa de leche, unas cabezas de ajos o un saco de cemento, un pedazo de cable eléctrico o unos angulares de metal. Los policías frenan así las iniciativas ciudadanas.
El martes pasado el doctor Eduardo Rodríguez González, Vicepresidente del Tribunal Supremo, informó al diario Granma sobre el aumento de las “sanciones contra los especuladores”. El magistrado detalló los delitos cometidos y las estadísticas de encierro en cárceles y granjas de trabajo forzoso, entre septiembre y octubre, cifra superior a los condenados de enero al 15 de agosto del 2008.
El miedo congela las iniciativas. Hasta los chistes escasean. Las personas se vuelven recelosas. Los informantes atisban tras las puertas. Hay que esperar a que pase la marea. La cautela es un ángel guardián.
Cientos de kioscos agropecuarios han cerrado, se esfumaron los vendedores ambulantes, nadie habla de “búsquedas e inventos”. Subió la demanda y disminuyó la oferta, los precios oscilan; la desesperanza anida en los barrios, pueblos, municipios y provincias. El alza del petróleo disminuye la frecuencia de ómnibus, camionetas, trenes y automóviles.
Pero ese es el plano menos virtual de la realidad cubana. Otro es el ángulo de la prensa oficial, triunfalista y distorsionadora, atenta a los catalejos del poder, tan frío y distante como los funcionarios que viajan al extranjero y reciben permiso del Comandante o el General Castro para hablar de temas puntuales desde México o España.
Mientras la policía reprime y los tribunales condenan a “especuladores”, nuestros burócratas juegan ajedrez con los gobiernos de España, México, Venezuela, China y Rusia. De España reciben millones de euros. Con México acaban de firmar un acuerdo migratorio para devolver a los cubanos que escapan de la isla. Venezuela concede créditos y petróleo. Rusia inaugura una catedral en La Habana y el Patriarca Gunjaev condecora a los hermanos Castro.
Después de los ciclones suceden cosas contrapuestas. El jueves pasado, mientras caminaba por la calle Obispo en busca de algo para comer, casi tropiezo con el actor Sean Penn, el pintor Kcho y el príncipe Antonio Castro Soto del Valle, médico del equipo nacional de béisbol, quienes salían de un restaurante de lujo ubicado frente al mar. El pintor y el hijo del déspota abrazaron a la estrella hollywoodense antes de que subiera a un lujoso automóvil; luego volvieron al restaurante. Yo seguí con mi hambre a cuestas por otras vías de la ciudad.
El caso es un ejemplo de los contrastes y los vientos que soplan después de los ciclones. Seguimos al ritmo de siempre.

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