lunes, 22 de diciembre de 2008

Oxígeno contaminado. Por Miguel Iturria Savón.

La primera quincena de diciembre tuvo en La Habana aires de invierno, muchas colas y cierta atmósfera festiva. Millares de personas acudieron a las salas oscuras para disfrutar las propuestas del Festival del Nuevo cine latinoamericano. También hubo béisbol en el estadio del Cerro y en otros coliseos del país; algunas óperas en el “García Lorca”; las telenovelas brasileñas en la tele y celebraciones simbólicas como el surgimiento del Ejército rebelde, el día 2; la caída en combate del general Antonio Maceo, el 7, y la marcha del 10 por el sesenta aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tema tabú para el gobierno y de denuncia para los opositores que llegaron al Parque Villalón del Vedado, donde fueron golpeados u apresados, mientras en el Palacio de las Convenciones las figuras del régimen teorizaban sobre el asunto ante la prensa internacional.
La cartelera mediática puso en primer plano, además, los reportes sobre las maravillas del socialismo criollo, la Cumbre del CARICOM celebrada en Santiago de Cuba, el viajecito de Raúl Castro a Caracas y a Brasil y hasta el “oxígeno que representa para los cubanos” la disminución del precio de la gasolina y de los teléfono celulares en divisa, ofrecidos por las empresas estatales que controlan el petróleo y las telecomunicaciones.
La mayoría de los cubanos no poseemos automóviles ni teléfonos portátiles, pero hay que reconocer que el 10% de la población que recibe divisas podrá adquirir los celulares por el “módico precio” de 111 pesos convertibles, más de cinco veces el salario mensual de un profesor universitario.
La medida, por tanto, es recibida con beneplácito por la minoría de automovilistas que contaminan la atmósfera con sus autos viejos y ruidosos, por las chicas que tienen novios extranjeros, los trabajadores de turismo u otros centros de moneda dura y quienes reciben remesas desde el exterior y puedan darse el lujo de comprar un celular, y pagar entre 20 y 50 pesos convertibles al mes para estar en línea con algunos amigos y familiares.
Creo que lo demás es cuento de camino pues los cubanos estamos muy angustiada con la sobrevida para pensar en el precio de la gasolina y de los celulares que la mayoría no puede adquirir.
La colega Milagro L. Guereño, corresponsal de COLPISA, dijo, sin embargo, que “Con la adopción de estas medidas, la isla abre un poco más su modelo económico…” Al referirse a la visita de Raúl Castro a Venezuela, la ve como “Otro gesto de apertura paulatina”. ¡Qué imaginación!
Otro ángulo visual lo aporta un periodista independiente que no posee automóvil ni celular, pero aprecia “la rebaja sustancial en los precios de la telefonía móvil”, como una victoria de los reformistas que forcejean dentro del gobierno para modernizar el país.
Hay interpretaciones contrapuestas sobre las cosas que sucedan en esta isla, donde no pasa casi nada. Al menos en el tema de la apertura y los cambios democráticos, más virtuales que reales. Tal vez el frío de diciembre, las películas del festival y las colas del fin de año oxigenen nuestra atmósfera y bajen las tensiones, el simbolismo ritual y las pasiones.

La ciudadana y la princesa. Por Aleaga Pesant.

Estaba previsto el encuentro,era un asunto de tiempo y de género. Las espadas más afiladas del espectro político tenían que cruzarse. Lo hicieron. ¡Y de que manera!La atmósfera del fortuito y accidental encuentro, no pudo ser máselevada. El hemiciclo del museo de Bellas Artes. El escenario, unaconferencia sobre el tema de la tolerancia sexual. La bloguera y la sexóloga se enfrentaban al fin, aunque nunca habían sido presentadas.Por una parte, la glamorosa princesa: culta, fina, elegante, discreta.Heredera del gran latifundio de los hermanos Castro. Educada en lasmejores escuelas de la nación. Arropada y mimada por las tres personas más visibles del poder político en el último medio siglo. Acostumbradahacer sugerencias travestidas en órdenes y al servilismo de sus lacayos. Conocedora del mapamundi por la suela de sus zapatos. Por la otra parte, la nacida en Cayo Hueso, popular y populoso barriohabanero del municipio Centro Habana; zona de chulos y proletarios,jineteras y doctoras, de solares en ruinas y parques con olor a mariguana. Hija de un ferroviario. Vivió en Suiza y regresó porque no quería otropaís, sino otra Cuba. Lo comprendió leyendo a Cervantes, Cortázar y Borges. El cruce fue directo a los ojos, breve, un haz de luz. La pregunta: – ¿Cuando habrá tolerancia con las opiniones políticas diferentes? La respuesta de las más sobrias, digna del escalón: – Ese, no es mi tema.Todo pasó en la centésima de segundo en que ambas se midieron. No hubo réplica. Sólo las miradas sostenidas y un mensaje claro. ¡Aquí estoy! Luego todo se perdió en el humo. Los guardaespaldas, aun somnolientos alzaron los walkie-talkies. Se confesaron en susurro público la presencia de la adelantada. Era ella, la retadora, y ante la disyuntiva, la dejaron salir dejándoselo saber.¡Que garbo, precisión, distinción! Era un final de manual de protocolos políticos. ¡Cuantos esfuerzos para educar y convertir a una princesa, en el rostro amable de la dictadura! ¡Cuanto talento y valor para enfrentar a uno de los epítomes del establishment, asumiendo las consecuencias! Los noticiarios internacionales se hicieron eco del suceso y todo comenzó a otra vez, pero trastocado. Papeles invertidos. La residente en la mansión reservada para la nomenclatura, se elevó al ciberespacio y con la chancleta en el dedo gordo del pie izquierdo, recurrió al epíteto y a la descalificación. ¿Fue su decisión? o la orden de no dejar sin cobrar el desafío. El texto maligno, lleno de intolerancia, lo colgó en su portal particular, el del Centro Nacional de Educación Sexual(CENESEX).Pero… la estaban esperando. Un paso al lado y en dos párrafos le devolvieron el golpe a la princesa convertida de pronto en ciudadana. Emplazada por un punto en la muchedumbre llamado Yoani Sánchez.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Europa en el Festival de La Habana. Por Miguel Iturria Savón.

El Festival del Nuevo cine latinoamericano de La Habana, incluye en su programación del 2 al 12 de diciembre, la pluralidad temática y estilística del cine europeo, representadas por 6 filmes alemanes, 10 de España, 8 de Francia, 6 de Italia, 9 de los países nórdicos (Dinamarca, Noruega y Suiza), 4 de Rusia y una vasta retrospectiva de animados polacos, nación que exhibió un ciclo de Andrzej Wajda en noviembre pasado.
Cada muestra constituye en si misma una opción diferente para los cinéfilos cubanos, ávidos de cintas que reflejen las inquietudes de otro contexto social y creativo. En su conjunto, acreditan el espectro de identidades y generaciones que expresan la riqueza artística del viejo continente.
Los realizadores alemanes exhiben Am ende komen touristen, de Robert Thalheim, sobre un joven que descubre el Auschwitz promovido por el turismo; Un amigo mío, de Sebastián Schipper; Flores de cereza, melodrama de Doris Dörrie; Warchild - Stille Sehnsucht, acerca de una mujer de Bosnia que busca a su hija después de la Guerra de los Balcanes; Nube 9, de Andreas Dresen, y el documental Piscina de princesas, de Bettina Blümner.
España, presente en coproducciones de Cuba y otros países latinoamericanos que compiten en nuestras salas, está representada por Amanecer de un sueño, de Freddy Mas Franqueza; Camino, de Javier Fesser; El silencio antes de Bach, de Pere Portabella; Los girasoles ciegos, de José Luis Cuerda; Sexy killer, de Miguel Martí; Todos estamos invitados, de Manuel Gutiérrez Alarcón; Una palabra tuya, de Ángeles González-Sinde; Los crímenes de Oxford, de Alex de la Iglesia con Gran Bretaña y Francia; Elegía, de Isabel Coixet, y el documental Historia de un grupo de rock, de Juanma Bajo Ulloa.
La cinta de Gutiérrez Aragón genera expectativas, pues aborda el dilema de Josu, joven etarra herido antes de ser apresado, quien pierde la memoria en el hospital de la cárcel, donde las monjas lo convierten al cristianismo; mientras Xabier, profesor universitario que coquetea con la psicóloga del penal, es amenazado por los compañeros de Josu.
El cine francés, muy apreciado en nuestra isla, trae obras de Jean Becker (Deur jours á tuer), Laurent Cantet (La clase), Serge Bozon (La france), Robert Guédiguian (Lady Jane), Christophe Honoré (Canciones de amor), Laurent Tirard (Las aventuras amorosas del joven Moliére), Céline Sciamma (El nacimiento de los pulpos) y Mia Hansen-Love (Todo está perdonado).
Convergen en La Habana cineastas italianos de varias generaciones y propuestas, como los veteranos Giuliano Montaldo, con Los demonios de San Petersburgo, y Ermanno Olmi (Cien clavos); el napolitano Pappi Corsicato (1960), realizador de La semilla de la discordia; el turco nacionalizado Ferzan Ozpetek (1959), autor de Un día perfecto; el romano Mateo Garrone (1968), quien trae Gomorra, sobre seis historias enlazadas por el crimen y la violencia organizada, y el célebre Antonello Grimaldi (Caos tranquilo).
La cinemateca nórdica trae, de Dinamarca, a Kristian Levring (Fear me not), Ole Christian Madsen (Flame and citrón), y Peter Schonau Fog (El arte de llorar). De Noruega, los filmes Mirush, de Marius Holst; Gone with the woman (Petter Naess), y Reprise, de Joachim Trier en coproducción con Suecia; nación representada por Darling, de Johan Kling; Heaven’s heart, del realizador Simon Staho, y Tu que estás vivo, del célebre Roy Andersson, con el apoyo de Francia, Alemania, Dinamarca y Noruega.
Mosfilm, una cierta mirada rusa, retoma dos clásicos del cine soviético: El tío Vania (1970) y Espartaco (1975), y dos obras recientes: Estrella (2002) y La desaparición del imperio (2007); todas de ficción.
De Europa se exhibe, además, una excelente retrospectiva de animación polaca. Se trata de un puñado de obras maestras del período moderno, entre estas El cambio de guardia (1958), de Holina Bieliñska; Laberinto (1961), de Jan Lenika, maestro de la metáfora; Escalera (1968), de Stefan Schbenbeck, artífice del chiste filosófico; Sopa (1974), de Zbigniew Rybeyñski; Banquete (1976), de Zofia Oraczewska; Reflejos (1979), de Jerz Kucia; El viaje, de D. Szcechura y otros creadores de fina ironía, agudeza y gran elaboración plástica.

Lectura colectiva. Por Miguel Iturria Savón.

El viernes 5 de diciembre leía El Nuevo Herald mientras esperaba el P 2, en G y 3ra, a cien metros del Malecón y del Ministerio de relaciones exteriores, en El Vedado. Como el ómnibus se demoraba algunas personas conversaban entre si. Tres hombres maduros susurraban a mi lado sobre la situación del país. Uno de ellos me pidió permiso para “echarle un vistazo al periódico”. Sus colegas lo imitaron; el segundo buscó las páginas deportivas; el otro las noticias sobre Cuba.
Cuando subimos al P 2, el primero de los hombres se sentó a mi lado, sus acompañantes ocuparon los asientos del frente. Compartí la lectura del diario miamense con los tres viajeros y con los jóvenes que curioseaban desde el pasillo. El que iba a mi lado leyó fragmentos del artículo de Andrés Reynaldo, pasó después a un texto de Rivero Caro sobre Lenin y Chávez. “Chávez es el mejor discípulo de nuestro señor”, dijo el más viejo, quien se conectó al tema político como si estuviera en la sala de su casa, donde ya no está su hijo mayor, “detenido por obra y gracia de una reflexión del Comandante…”
El más joven de los tres le siguió la rima: “Fidel es un cadáver político, ya no manda ni en su casa, quienes escriben por él lo reinventan para que todo siga igual. Mientras Chávez y los chinos apoyen a Cuba, Raúl seguirá con el cuento del Comandante y el socialismo. Vamos a ver qué inventa cuando Obama le retire el embargo y Chávez le quite la chequera de los dólares…”
En ese tono siguieron vaticinando el destino de la isla y el protagonismo de los Castro, mientras el ómnibus transitaba por la extensa Lacret. Yo me bajé en la parada del Diezmero con El Nuevo Herald bajo el brazo. Ellos continuaron hacia San Francisco o El Cotorro en medio de la indiferencia del resto de los pasajeros.
Aunque no suelo pensar en las ordenanzas del Comandante ni del General Castro, creo que mis acompañantes del P 2 no andan muy errados. Los tres hablaron con desdén de los hermanos que agobian al país. El que tiene al hijo preso cree que el Comandante está enfermo pero sigue al frente de todo, pues “sus reflexiones son órdenes para el gobierno, el partido y los tribunales…”
La gente tiene derecho a decir lo que piensa, pero hablar de un Castro contraponiéndolo al otro me parece un chiste metafísico. Ambos encarnan el estatismo, la represión, el control burocrático y la falta de libertades ciudadanas.
Nuestra población vibra y sucumbe ante el desasosiego, la incertidumbre y las frustraciones cotidianas, mientras el caudillo y su sucesor deforman los ángulos de la realidad insular. La mentalidad de trinchera de estos hombres les impide ver los cambios que el país necesita.
De todas formas, en un país como el nuestro, leer y pensar en público contra la contracorriente es un acto de libertad. Gracias viajeros por su compañía.

Dependencia judicial. Por Miguel Iturria Savón.

Uno de los presupuestos del estado de derecho es la existencia de un sistema de tribunales fuertes e independientes, con poder, autoridad, recursos y el prestigio necesarios para exigir a los funcionarios gubernamentales de todos los niveles que rindan cuentas de sus actos, conforme a las leyes de la nación.
Se supone que los jueces sean libres de presiones políticas, lo cual garantiza la imparcialidad ante los hechos y la transparencia del proceso judicial.
Esto viene a cuento pues en Cuba sucede todo lo contrario, lo que es evidente en los artículos antinómicos que hallamos en la Constitución del país. Veamos, por ejemplo, el 75, inciso g, cuya lectura demuestra que el Tribunal Supremo le rinde cuentas a la Asamblea Nacional del Poder Popular, la cual sesiona oficialmente dos veces al año.
Como si fuera poco, el artículo 90 expone, entre las atribuciones del Consejo de Estado, las de “impartir instrucciones de carácter general a los tribunales a través del Consejo de gobierno del Tribunal Supremo Popular…”, convirtiéndolo así en un instrumento directo de su política, lo cual se materializa en el tercer párrafo del artículo 121, donde indica que “el Tribunal Supremo toma decisiones, dicta normas… e imparte instrucciones de carácter obligatorio al sistema judicial…”
El 121 obliga a los tribunales a aplicar las órdenes recibidas, pues expone que “el sistema de tribunales se subordina jerárquicamente a la Asamblea Nacional y al Consejo de Estado”, restándole su libertad e independencia.
Finalmente, en antinomia con lo expuesto y en franca ironía con tales preceptos, el artículo 122 de la Constitución precisa: “los jueces son independientes y no deben obediencia más que a la ley”. ¿Será un chiste o una ambigüedad para confundir a quienes investiguen la legislación cubana en un futuro?
Obvia decir que en Cuba, bajo el castrismo, los tribunales no exigen cuentas, sino que las rinden a la Asamblea Nacional y son utilizados como instrumento del Consejo de Estado, a través de las instrucciones obligatorias del Tribunal Supremo.
Se deduce pues, el limitado papel de los jueces, fiscales y abogados. Si los jueces que deciden no son libres, ¿qué queda para el resto de los operadores del derecho?
Para ilustrar lo expresado bastan dos instrumentos legislativos, la Instrucción 175 del 2004 y la 188 del 2008, ambas emitidas por el Tribunal Supremo. La primera sugiere la imposición de multas, la prisión en última instancia, la consideración hacia los delitos cometidos por los jóvenes, atenuar las sanciones siempre que sea posible y no apreciar los antecedentes penales que debieron ser cancelados y no lo fueron. La segunda sugiere agravar el marco sancionador ante determinadas circunstancias, como la del artículo 53 e.
La Instrucción 188 del 2008 surgió, “casualmente”, después de una reflexión del ex gobernante Fidel Castro Ruz, quien exigió mano contra determinados infractores de la ley después del paso de los huracanes “Gustav” e “Ike”, en septiembre pasado. Para complacer al Comandante las autoridades desencadenaron la llamada “Operación Victoria”, oleada represiva que le arruinó el vestido a la justicia al vincular a sus órganos, variar y alterar el arbitrio judicial en función de una orden política.

lunes, 8 de diciembre de 2008

La paz en Colombia. Por Aleaga Pessant.

LA PAZ EN COLOMBIA. / Aleaga Pesant.
En su constante afán de conocimiento político el Presidente de la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, Elizardo Sánchez, me llamó por teléfono para saber como adquirir el último libro acreditado al ex presidente Fidel Castro, La paz en Colombia.
Luego de largas pesquisas, solo pude avisarle que el titulo no se encontraba en la isla. Toda la producción fue enviada a la novel Feria del Libro de Caracas. Una forma de levantar las expectativas comerciales del texto. Quienes deseen leerlo en la isla deberán esperar a finales de enero.
Según los comentaristas oficiales, sobre todo el periodista Pedro de la Hoz, el texto goza de la referencia histórica. En ella se realza una supuesta posición del gobierno militar a promover la paz en el país suramericano.
Para lograr el objetivo citado, el libro, del que muchos discrepan fuera escrito por el ex presidente cubano, debe pasar por alto la larga historia de apoyo a los rebeldes armados contra el gobierno democrático, desde sus orígenes en la década del 60, su conversión en un santuario para los rebeldes años mas tarde, muchos de los cuales reciben tratamiento medico, a través del Departamento América del Comité Central comunista, que dirigían Piñeiro, Arbezú y Abreu. También debe obviar las relaciones con las organizaciones delictivas dedicadas al narcotráfico en la década del 80. Donde el General Ochoa y otros tres altos oficiales fusilados en 1989, solo fueron los chivos expiatorios
Se sabe que los grupos insurgentes colombianos, se destacaron como los favoritos entre los movimientos guerrilleros del exterior junto a la insurgencia que en Bolivia dirigió Ernesto Guevara hasta su muerte en 1967.
En los 70, el gobierno militar siguió soñando con desestabilizar a Colombia y le permitió a la guerrilla usar la isla como puesto de escucha. Años acá, la isla asumió un papel de apoyo diferente, a medida que las batallas entre las guerrillas izquierdistas, contra los paramilitares de derecha y la Doctrina de Seguridad Democrática, del Presidente Uribe socavara la estabilidad estratégica de esos grupos armados.
Colombia, que rompió relaciones diplomáticas con Cuba a principios de los 80, decidió cambiar la estrategia para involucrarla en los procesos de paz. De esa manera la convirtió en un presionador de la guerrilla.
La Habana, respondió a esa estrategia convirtiéndose en anfitrión de las negociaciones inacabables de paz entre el gobierno y la guerrilla del Ejercito de liberación nacional (ELN), suministrando a los terroristas la exclusiva área El Laguito, vedado a la población cubana y conservada meticulosamente para ser usada por dignatarios extranjeros; o limitándose a condenar verbalmente la muerte de los lideres de las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia a manos del ejercito colombiano o a llorar la muerte del asesino Marulanda.
Las relaciones entre Bogotá y La Habana están mejorando de manera indudable en los últimos tiempos, sobre todo en el terreno económico. Pero de ahí a que el gobierno comunista trabaje por la paz en Colombia hay un tramo. Aunque los soportes de la dictadura traten de hacernos creer lo contrario.

Streetlight. Por Aleaga Pesant.

Aprovechando el adelanto del suave invierno habanero llegó a la ciudad, Streetlight, el espectáculo de la solidaridad creativa, presente en el Teatro Mella durante el último fin de semana de noviembre.
Abarrotado el teatro, apenas encontré donde sentarme para ser iluminado por un musical pop-rock al estilo de los sesenta, con danza, música, canciones, cuadros vivientes, montaje de video, juegos de luz y de sombras de gran belleza. Un espectáculo total, lleno de extraordinaria alegría.
La historia repetida de las tribus urbanas y su historial de violencia, representada como nadie en el extraordinario film West Side History, toma aquí cariz argumental e hilo conductor no bien amarrado. La narración, deja en segundo plano, la historia de un grupo de jóvenes músicos que organizan su primer concierto en una plaza publica.
West Side History, casualmente proyectada la noche del jueves en la televisión cubana, permitió crear paralelos, a los que tuvieron la oportunidad de ver las dos representaciones y notar las carencias de una respecto a la otra.
En beneficio de Streetlight, la trama argumental sirve para dar la línea de un espectáculo donde sobresale el talento de las escuelas de baile, música y coro de la ciudad y de los talleres organizados a raíz de esta presentación por la matriz del proyecto. El Gen Rosso, International Performing Arts Group.
La espectacularidad de la compañía de baile de Tony Menéndez, su vocación a la proyección escénica y su indudable peso creativo y coherencia imaginativa, marcan sin lugar el show, de hora y media de duración. Con altos y bajos, combinados con momentos de buena música, sencilla, canciones suaves y sin complejidades.
Según los organizadores, Gen Rosso es el resultado del pensamiento humanista del siglo XX, nacido en 1966, con la intención de reunir a jóvenes creadores de todo el mundo. El centro de ese proyecto internacional, se estableció de manera permanente en la región al norte de Italia en las cercanías de Florencia. Desde su nacimiento, el grupo realizó presentaciones en más de cuarenta países de los cinco continentes, cautivando a más de cinco millones de espectadores.
La evolución de Gen Rosso, recorre el largo camino que va de la etno-música, acompañada de coreografías de danza moderna que se cultivaron en la década del sesenta del siglo pasado, llegando hasta la opera rock de los años ochenta. En el 2000, se produce el debut de Streetligh - The Musical, la mayor producción concebida por el proyecto, con más de 450 presentaciones internacionales.
De regreso a casa y caminando por la calle Línea, los habaneros se ebrigaban del fresco mientras agradecían en sus comentarios la presentación “light”, del musical, perdido desde hace varios años de la escena nacional.

Filmes cubanos al festival de La Habana. Por Miguel Iturria Savón.

Cuando el año termina, comienza en La Habana la fiesta de imágenes y sonidos. La XXX edición del Festival internacional del nuevo cine latinoamericano, a realizarse del 2 al 12 de diciembre, trae una programación diversa que circula en el Diario de festival, el cual enumera las obras de ficción, la “Hora del corto”, las series Latinoamericanos en USA y Los latinoamericanos, el Programa de obras fantásticas y de horror del continente, las exhibiciones de países africanos, Nórdico, alemán, italiano, español, francés y canadiense, y Cine del Sur (del Festival de Granada) y Cine experimental norteamericano de 1960 a 1970.
Se incluye, además, un Panorama contemporáneo con obras de Asia y Medio Oriente, un sugerente Panorama documental, homenajes al brasileño Eduardo Coutlinho y el británico Mike Leigh, las retrospectivas Éxitos del cine latinoamericano, Ayer y hoy de Argentina Sono Film y Animación polaca. Se anuncian libros, exposiciones dedicadas al pintor Raúl Martínez y al creador español Luis Buñuel, los Carteles en Concurso, el nuevo Sector industria, que otorga el Premio Latinoamericano Primera copia; así como el Foro de la niñez y el audiovisual y las Presentaciones especiales.
La industria fílmica de Argentina, Brasil, Chile, México, Colombia y Venezuela estarán representadas en casi todos los géneros; mientras Bolivia, Costa Rica, Guatemala, Ecuador, Panamá, Perú, Puerto Rico, Uruguay y República Dominicana traen películas puntuales, algunos coproducidos con España, Francia, Estados Unidos, Alemania y Cuba, quien también se vale del capital foráneo para impulsar su deprimida cinematografía.
Cuba compite con tres largometrajes de ficción: Kangamba, de Rogelio París; Omerta, de Pavel Giroud, y El cuerno de la abundancia, de Juan C. Tabío; ambas en coproducción con España. En ese género presentamos, fuera de concurso, El viajero inmóvil, de Tomás Piard, que evoca a Lezama Lima y su obra mayor –Paradiso-. El listado de ficción incluye a Argentina (5 filmes), México (4), Brasil (3), Chile y Venezuela (2) y Perú; mientras El mito y el agua, de Panamá, acompaña a la cinta de Piard.
Los cubanos cineastas no concursan en cortometrajes, donde prevalecen Brasil, México y Argentina; pero presentan Los dioses rotos, de Ernesto Daranas, en Óperas primas; género copado por los brasileños (6) y los argentinos en coproducción con Francia, Alemania y Chile; seguidos por México, Venezuela, Colombia y otros vecinos.
De los treinta documentales a exhibir, seis son de Cuba y siete de Argentina. El resto corresponden a México, Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia, etc. La industria insular nos entrega Tacones cercanos, de Jessica Rodríguez Sánchez, sobre el dilema estético y humano de un travesti habanero; el controversial Fuera de liga, de Ian Padrón; Él, ustedes y nosotros, de Léster Hamlet, que recrea la obra del citado Raúl Martínez; Barrio nuevo, de Roberto Jiménez Hernández; Cuarenta años después, de Aram Vidal, y The illusion, de Susana Garriga, en coproducción con Gran Bretaña.
Los artistas del patio concursan en animación con Cablefaction, de Jaral Cuéllar; Rendijas, de Hansel Leyva Fanego; El agradecimiento del Jíbaro, de Alexander Rodríguez González, y El negrito cimarrón y la rifa de los pigmeos, de Tulio Raggi. Los principales rivales en este género vienen de Brasil, Argentina y Chile.
Argentina se impone con diez Guiones inéditos, seguida por cinco de escritores cubanos, cuatro de México, tres chilenos e igual números de colombianos, entre otros. Los seleccionados por Cuba son Boleto al paraíso, de Gerardo Chijona y Francisco García González; El balcón, de Abel Arcos Soto; Ficción, de Daniel Díaz Torres y Eduardo del Llano; La trama, de Enrique Álvarez, y Mosaico, de Juan Carlos Tabío y Arturo Arango.
Nuestros realizadores no presentan obras al Panorama latinoamericanos, filmes que optan por el Premio de la Popularidad. Concursan, sin embargo, en La Hora del corto, con Intermezzo, del humorista Eduardo del Llano, y Oda a la piña, de Laimir Fano Villaescusa.
Los creadores insulares capitalizan con 32 documentales, seis animados y seis coproducciones, la Sección Hecho en Cuba, que incluye a cineastas de Chile, Guatemala, Perú, Venezuela y España. Los títulos cubanos exaltan a figuras del arte, las letras, la música popular y temas como la censura (Zona de silencio, de Karel Ducases Manzano), la urbanística (Ciudad del futuro, sobre Alamar), la emigración y el problema racial, todo dentro de los límites impuestos al arte desde el poder.
La mayor de las Antillas exhibe, en Presentaciones especiales, Los 100 sones de Cuba, de Edesio Alejandro y Rubén Consuegra; Titón, de La Habana a Guantanamera, de Mirtha Ibarra, y La indócil pupila de adentro, de René Arencibia. En la misma sección disfrutaremos títulos novedosos de Argentina, Brasil Alemania, Canadá, España, Estados Unidos y la coproducción de Steven Soderbergh sobre Ernesto Guevara, cuyo mito es alimentado desde la capital cubana.
En la Retrospectiva del cine latinoamericano, dominada por clásicos de Argentina, Brasil y México, la cinematografía insular retorna con Hasta cierto punto, de Tomás Gutiérrez Alea; Un hombre de éxito, de Humberto Solás, y Suite Habana, de Fernando Pérez.
La fiesta de imágenes y sonidos que ofrecen las principales salas de cine de La Habana, desde 2 y hasta el 12 de diciembre, recorre las preocupaciones y esperanzas de Latinoamérica y recrea los sueños de una isla singular que mira al mundo.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Excluidos. Por Miguel Iturria Savón.

En la nómina del Equipo industriales que competirá en la Serie nacional de béisbol, entre el 30 de noviembre del 2008 y mediados del 2009, no figuran el lanzador Yader Martí ni el jardinero Yasser Gómez, excluidos por “graves errores”, según informaron las autoridades deportivas de Ciudad Habana.
La supresión confirma los rumores de los fanáticos de la capital, quienes afirman que ambos jugadores trataron de abandonar la isla, lo cual equivale al ostracismo pues el gobierno cubano no admite el libre flujo de sus atletas, como sucede en México, Venezuela, República Dominicana y otros países del continente, donde los deportistas no dependen del Estado.
Yader Martí integró la Selección nacional de béisbol en varias ocasiones, a partir de la Serie 2001-2002. Su arma fundamental es el control y la inteligencia; no es alto ni posee gran velocidad, pero atesora un arsenal de recursos y habilidades que lo convierten en estratega. Como miembro del Equipo Cuba enfrentó exitosamente a grandes bateadores del orbe. Su mejor desempeño fue en el Clásico mundial, en el cual resultó el único pitcher que no permitió una sola carrera y estuvo por encima de glorias de las Grandes ligas. En la pasada temporada fue excluido del conjunto antillano a pesar de sus resultados deportivos.
Yasser Gómez es un bateador de poca fuerza, mucho tacto y gran frecuencia de bateo. Se destaca por la excelencia defensiva, la potencia de su brazo, capaz de sacar en home desde los jardines; la constante conexión de hits y la velocidad en el corrido de las bases. Ha sido jugador regular de Industriales y del Equipo Cuba durante varias temporadas. Integró la selección que representó a la isla en la Olimpiada de Sídney 2000. Al igual que Yader, Yasser, fue excluido de la Selección nacional en los últimos años a pesar de su excepcional desempeño atlético.
Entre el 2000 y el 2008 otros peloteros del Equipo Industriales han sido excluidos por “graves errores”, eufemismo que encubre los intentos por salir del país para probarse en las Grandes Ligas. Entre los que lograron escapar figuran Kendry Morales, 4to bate y primera base; los receptores Bárbaro Cañizares y Yoel Galarraga, el torpedero Rey Ordoñez y los lanzadores Francisley Bueno, Osmel Castillo, Yamel Guevara y los históricos René Arocha, Orlando Duque Hernández, Euclides Rojas y Adrian Hernández.
Los jugadores que se marcharon del país y los excluidos sin lograr su propósito, constituyen una sangría para el béisbol insular y para el mítico Industriales, que ha perdido varios campeonatos en la Serie nacional. El célebre Germán Mesa, nombrado hace unos días como director de Industriales, estuvo fuera del mismo dos temporadas bajo la misma que ahora afecta a Yader y Yasser. A Germán lo sustituyó entonces Rey Ordóñez, quien brilló en Industriales y en las Grandes ligas.
Los fanáticos hablan de Yasser y Yader. Yo les deseo suerte para que retornen a Industriales o logren sus sueños en las Grandes ligas.

Peón de infantería. Por Miguel Iturria Savón.

Informe contra mi mismo (Alfaguara, Madrid, 1997), de Eliseo Alberto, es un libro viejo pero vigente en Cuba, donde no ha sido editado y circula poco, de mano en mano, como sucede aún con las novelas de Cabrera Infante, los ensayos de Severo Sarduy, la poesía de Gastón Baquero y decenas de obras narrativas, poemarios, biografías y memorias prohibidas u olvidadas por razones extra literarias.
El testimonio de Lichi, como le dicen a Eliseo, es una especie de Mea Cuba que sacudió nuestra inercia literaria. El escritor partió de sus vivencias familiares y personales para activar las teclas del tablero revolucionario desatado en 1959. Quizás por eso recuerda a Las iniciales de la tierra, de Jesús Díaz; La nada cotidiana, de Zoe Valdés y los comentarios sincrónicos de Manuel Cofiño en Tiempo de cambio y en La última mujer y el próximo combate. Pero este autor es más preciso y acude a la historia desde la memoria, la ficción y la nostalgia, matizada con elementos de la crónica, el reportaje, el relato breve, la reflexión sociológica, las cartas de amigos y hasta planos “fílmicos” que evocan su labor como guionista de cine.
Eliseo lo aborda casi todo. Su verdad es amplia y conmovedora. Cuba le duele y la reconstruye desde el exilio sin evadir los temas tabúes, algunos personajes y hechos históricos, sucesos absurdos, consignas y dogmas, verdades a medias, amigos desaparecidos, anécdotas delirantes, listado de lugares memorables de La Habana y de artistas y escritores que huyeron de la intolerancia revolucionaria.
El libro ayuda a entender la crónica de las emociones del creador, quien hurga en la espiral de las últimas décadas del siglo XX cubano e ilustra “el nacimiento, auge y crisis de una gesta que sedujo a unos y maldijo a otros, además de explicarnos… cómo, cuándo y por qué fuimos perdiendo la razón y la pasión…” (p. 23).
Para adentrarse en el drama de la isla en un período convulso e inacabado, Eliseo utiliza un lenguaje coloquial, a veces poético, híbrido, localista, alusivo, irónico y satírico. Recurre al intercambio epistolar con amigos que actúan como sus primeros lectores, pues recibieron el libro y lo valoran desde sus páginas; lo cual es novedoso porque ejercen la crítica y un contrapunteo con el autor, enriqueciendo el arcoíris vivencial del pasado reciente desde otras miradas. Tales amigos también hacen catarsis y juzgan los fantasmas de la memoria individual y colectiva.
Las cartas, firmadas con seudónimos y enviadas desde Miami, Colombia, México y Cuba, integran la estructura compositiva del libro y constituyen piezas literarias con valor propio, incluidas la enviada por Eliseo desde México “a un amigo de Gibara (p. 193-200). Las mismas involucran a los aliados del escritor y complementan la angustia existencial de los cubanos bajo el totalitarismo. Al exorcizar sus espectros sobre las cenizas calientes de la nación, el prosista y sus corresponsales zarandean el telón revolucionario con el claroscuro de las frustraciones. En cierta medida, el libro capitaliza el desplome de una época y exterioriza el descontento sin sermonear al lector.
“…te tragaste el cuento de Cuba…Cuba no existe sino en Cuba…Cargar con ella en la memoria es un peso descomunal…Cuba se complejiza en cada ojo que la mira…La verdadera patria… tiene dos tamaños posibles: el del planeta y el de la vida… (p. 89-92).
“Una amiga desde Cuba” conmueve con su talonario de cansancios (p.168-169), una declaración de lucidez irrebatible.
Desde el Prólogo, largo y atractivo, el prosista nos engancha a sus nostalgias y a las quimeras y esperanzas de su generación. En los doce capítulos, cartas incluidas, desmitifica los sucesos y los personajes que modelaron nuestras vidas. Cuba y sus circunstancias históricas, sociales y culturales son el protagonista: los planes económicos, los discursos y las consignas, las movilizaciones, la ofensiva revolucionaria de 1968, la institucionalización de los años setenta, las cacerías de homosexuales, el reencuentro entre los cubanos de la isla y el exilio, el éxodo masivo de 1980, nuestra presencia militar en África y América Latina, los balseros del 94, el bloqueo y la supuesta invasión de los Estados Unidos, las estrategias ideológicas, los controles burocráticos, la dependencia de la Unión Soviética, el síndrome de la desconfianza, los archivos comprometedores y la política de desafíos del gobierno revolucionario.
Pero tanto lastre no resulta tedioso, pues Eliseo Alberto es obsesivo y conmovedor. En cada vuelta de página algo nos identifica, nos hace sentir y hasta pensar. La magia está en el lenguaje y en el arsenal de recursos literarios utilizados. Vale anotar, por ejemplo, el empleo, a manera de exergos, de versos de poetas cubanos antes del Prólogo y cada capítulo. Así como las descripciones de La Habana, devenida personaje; la isla como tema; el juego con la muerte para homenajear a Nicolás Guillén, Lezama Lima, Virgilio Piñera y Luis Rogelio Nogueras, o la inserción de historias que humanizan, desde el drama individual, la tragedia social en el período citado.
El autor nos inquieta con los relatos de Paella, “el gordo inexplicable” que quiso irse del país en una balsa desde 1965; el notario retirado Ángel Montoya, vecino homosexual experto en béisbol, quien se suicida después de matar a un gato; la tragedia de Rolando Martínez Ponce, artista gráfico que adquirió el sida y murió en la cárcel por escapar del sanatorio de Santiago de Las Vegas. O las historias del gallego Pedro, luchador revolucionario encarcelado 25 años por tratar de crear un partido opositor, y la sensible Teresa Monte, obligada a tasar las estatuas que los oficiales del Ministerio del interior robaban en el Cementerio Colón para venderlas en las tiendas recaudadoras de divisas.
El libro, en fin, es un certificado literal de cubanía, sus folios son lúcidos, bellos y distantes de la “religiosa militancia partidista” y del discurso del conflicto sin solución ni alternativas. En las páginas 33 a 39 ofrece un catálogo de las consignas oficiales. En las siguientes, analiza la figura del caudillo. Advierte que “las personalidades rectoras de nuestro destino, José Martí en el siglo XIX y Fidel Castro en el XX, no conocieron la isla desde abajo sino desde afuera, o desde arriba,…Distanciados de la realidad por la lejanía del exilio, o por la altura del poder, acabaron por inventarnos una nación a la medida de sus convicciones…” (p. 26-28).
Informe contra mi mismo es una radiografía de un proceso agotador. Impactó al mercado del libro en Europa, Estados Unidos, México y otros países, pero no circula en la red de librerías de Cuba, sino a través de las Bibliotecas independientes. ¡Bienvenido a casa, Eliseo!

Para leer en cuerpo y alma. Por Luis Felipe Rojas Rosabal.

Entre los laberintos de mi mente que se atrofia día a día y se deja atrofiar, hay espacio para un manojo de libros que me hicieron temblar cuando iba pasando de la adolescencia a la juventud. En ese montoncito de libros siempre hubo uno de poesía. Empecé por Martí y Vallejo y luego Eliseo Diego, Whitman, Byron, Pushkin y Raúl Hernández Novás. Así de variopinta fue la entrada.
Siempre recurro a los poetas y las poetas cuando voy cuesta abajo, pero en los últimos años una imantación me acompaña. Tengo amigos escritores, más poetas que prosistas y me regalan sus libros, porque se conduelen de mí, por vanidad o por la secreta complicidad del buen lector, esa que no te permite leer a solas y te hace compartir la arquitectura de un libro.
Hace unos meses me regalaron En cuerpo y el alma, el último poemario publicado de Jorge Olivera Castillo. Para los que no lo conocen Olivera es un hombre que ha sido condenado podrirse en una oscura celda por decir cuatro verdades sobre su país. La poesía lo acompaña en las oscuridades de la calle Merced, en La Habana, como en esa libertad a medias (extrapenal) que le confirieron hace ya dos años.
Jorge anda con un juguete nuevo, el Pen Club de Praga acaba de publicarle un cuadernillo abarrotado de palabras. Le hicieron un regalo a sabiendas de que lo compartiría con nosotros.
Este libro es un parte meteorológico sobre el cuerpo de un hombre, sobre como vive su país sin libertad. La poesía de Jorge Olivera Castillo está tensada por la palabra angustia o por ese significando, esa nominalidad que adquiere la palabra angustia cuando se vuelve centro de la vida de un poeta. En Cuba se celebra una Feria Internacional del Libro, pero Jorge Olivera es un proscrito y no va poner su corpachón en La cabaña, es antigua cárcel donde el totalitarismo se cebó con la sangre de tantos cubanos. Puedo respirar debajo del agua/ porque me lo propongo/ y porque casi no tengo miedo.
Un hombre que “casi” no tiene miedo es un poco de dinamita suelta en la ciudad.
El catalejo de Olivera se mete en las narices de la ciudad para mirarla quedo y silencioso.. Cuando su poesía se mete entre el tumulto que es La Habana para este condenado al olvido, entonces ella, un ciudad prohibida para muchos, se le ofrece, Digo que esta es una prisión liviana y abierta/ porque sin desplazamientos puedo ver el mar.// Tuve el placer de elegir mi sanción/ en un sufragio a prueba de fraudes.
(…)
Las fieras tienen hambre/ percibo sus intenciones con un close-up profundo// ahí, serenos e inmensos/ los depredadores haciendo gala de sus instintos.
Partícipe de una desgracia nacional, el poeta, el ciudadano Jorge Olivera Castillo no necesita pretextos para enrumbar su laberinto. Llegar hasta su casa en la Calle Merced, tocar un timbre “para que te abran desde arriba”, llegar adivinar cuál de los timbres superiores es el de su apartamento… las librerías de la ciudad no han exhibido en veinte años los libros de este poeta y narrador. Las revistas de La Habana como gran provincia e la literatura cubana están vedadas para él, los supuestos beneficios de la oleada editorial que vino con la implementación de las casas editoras territoriales “Risográfica” no lo benefició jamás.
Olivera se ha convertido en el poeta y el pintor de sí mismo, a sabiendas que pinta un país desde la manga del chaleco para dentro, y aunque los más avisados lectores de poesía en Cuba no puedan llegar a él, se agradece la enorme gestión del Pen Club de Praga, en la República Checa, esa mano tendida al poeta desconocido en su patria.
Desde la perspectiva de una espiritualidad concatenada con su destino de paria, hombre-existencia en busca de una luz al final del túnel, los poemas de Olivera intentan una humanización de esa fiera contemporánea en que nos hemos convertido: el amor, borrar el odio, la diferencia, la gracia y la desgracia de ser diferente, se juntan para devolvernos un sujeto poético incapaz de volver el rostro ante tanto derrumbe cotidiano.
Ahora sus poemas pueden pasarse de mano en mano, con el encargo de que nos devuelvan los ejemplares porque apenas una decena de ellos pudieron romper la aduana verdeolivo del aeropuerto “José Martí”.
Hay dos cosas que pudieran empañar la frescura de este libro. La primera es que Jorge Olivera no es un político, aún cuando un puntapié ideológico lo haya lanzado de bruces en una celda, en Guantánamo, a más de 900 kms de su Habana de fulgores y le hayan prometido 18 años de encierro, eso pudiera ir dejando un rastro de amargura entre los versos más logrados y la espesura de su pensamiento y verbigracia (conversar con él, escucharlo, es un estímulo sin par) que al final atolondren al poeta niño de: “Llevaré un girasol y la última sílaba del amanecer. / Suficiente para festejar nuestras inocencias.”
Olivera les debe a los poetas más sensibles del canon cubano, Eliseo, Lezama, Florit, Casal, Heredia, la Avellaneda… el estar alerta a la temperatura de su barrio, al entorno a donde quisiera estar un día, a esa paz soñada junto a su madre en siete años de separación (España, acerca hasta mí a mi madre). Se lo debe a ellos y no a la noción de poesía política o politizada de la última década. Los guiños escriturales a Raúl Rivero y Manuel Vázquez Portal son un agradecimiento gremial, cuestión de tiempo. Olivera sube por ese montoncito de cubanos ninguneados por la policía cultural hasta lograr la cima, y en vez de suicidarse, lanzar un grito de alerta, angustia. Olivera es Plácido otra vez, el negro Manzano, atado a su destino, esclavo-poeta-esclavo.
Segundo: a falta de un prólogo, Jorge Olivera nos antepuso una crónica suya sobre sus compañeros de infortunio, ya no aquellos ideológicamente juntados a él por el tribunal siniestro de la Primavera de 2003, sino de los desgraciados que a falta de salud, intentan contra el hilo de vida que les queda en las mazmorras socialistas, suicidas, laceradotes de la piel, gente que se cosió la boca..
Olivera Castillo no se atrevió a poetizar estas escenas por eso puso la crónica. En ves de una falta, es un distanciamiento circular que nos hace volver sobre la tragedia testimonial del binomio poesía-vida. Hubiéramos agradecido ahorrarnos la antesala, no lo necesita Jorge para regalarnos su poesía.
Sus versos se van empinar sobre la desgracia y la alegría, como el capullo de la palma real, los esfuerzos narratoriales de Jorge Olivera Castillo van a alumbrar a la patria que vendrá, el país de arena del inocente que conocimos en Gastón Vaquero. Por ahora lo tenemos aquí, lúcido y lucido, real, En cuerpo y alma.