viernes, 17 de octubre de 2008

Telegrama. Por Miguel Iturria Savón.

Telegrama. / Miguel Iturria Savón.
El cartero tocó a la puerta y antes de entregarme el telegrama me felicitó y pidió que le firmara el recibo. Me extendió entonces un pedazo de papel estrujado con mi dirección y un mensaje breve. Al preguntarle por el sobre me dijo sin inmutarse que no había en el correo. Fue una doble sorpresa, una sobrina me felicitaba por mi cumpleaños desde Matanzas, y el emisario local traía el texto abierto y con tres días de atraso.
No era un mensaje en clave, una cita de amor, una invitación ni un aviso de urgencia, pero la falta del sobre me dejó perplejo. ¿Cuántos empleados leyeron el telegrama? ¿Qué hubiera pasado si fuera algo secreto? ¿Conocerán los funcionarios de comunicaciones que la Constitución de Cuba refrenda, en su artículo 57, que “la correspondencia es inviolable”, aunque “puede ser ocupada, abierta y examinada en los casos previstos por la ley”? ¿Sabrán que “el mismo principio se observará con respecto a las comunicaciones cablegráficas, telegráficas y telefónicas”?
No conozco la ley complementaria al precepto constitucional invocado, la cual debe enumerar los casos necesarios e imprescindibles para quebrantar el derecho de “inviolabilidad de la correspondencia”; pero razonablemente estimo que sea por motivos que afecten la seguridad del estado, la nación, la economía o por “razones de utilidad pública o interés social”.
Pienso que mi cumpleaños no clasifique en los motivos que supongo, sino que es habitual el quebrantamiento o la ignorancia -en el mejor de los casos- del mencionado derecho por parte del personal de correos.
Para no ponerme paranoico recordé que años atrás yo recibía libros, casetes y cartas del psicoanalista mexicano Fredo Arias de la Canal, y siempre llegaban con el sobre abierto y meses de atraso.
Me acordé, además, de los amigos que se enteran de las cartas que le enviaron desde el extranjero cuando viene el familiar que les escribió. ¿Qué podemos hacer si las epístolas no llegan y los telegramas vienen sin sobre? ¿Será obra y gracia de los carteros o “casos previstos por la ley”?
El empleado que tocó a mi puerta es respetuosamente informal. Quizás sea la imagen del quebrantamiento de nuestro derecho a la inviolabilidad de la correspondencia. Tal vez no sepa que el artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, firmada por Cuba en 1948 y ratificada recientemente por el gobierno insular, nos concede ese y otros preceptos para evitar la injerencia en la vida privada y familiar, incluidos el domicilio y la correspondencia.
En mi caso, como era un simple telegrama de felicitación, no fui al correo a dar las quejas por el sobre ausente. Me alegra que mi cumpleaños sea conocido por los empleados de comunicaciones, pero le pediré a mi sobrina que el próximo año me envíe saludos a través de una paloma mensajera.

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