miércoles, 22 de octubre de 2008

Octubre en la mitología. Por Miguel Iturria Savón.

En Cuba, octubre es un mes de conmemoraciones trascendentes. El día 10 evocamos el inicio de la lucha por la independencia, desatada por Carlos Manuel de Céspedes, “Padre de la Patria”. El 12 pasamos por alto el descubrimiento de América, pues Cristóbal Colón llegó a nuestras costas con 12 jornadas de atraso, le cambió el nombre a la isla y la confundió con un continente. Recordamos el 20 como Día de la cultura nacional y dos fechas luctuosas de exaltación guerrera, el 8 y el 28, aniversarios de la muerte de los comandantes Camilo Cienfuegos Gorriarán y Ernesto Guevara de la Serna.
Como el discurso oficial enaltece la guerra y la exclusión, el 20 de octubre exaltamos la cultura pues ese día, pero en 1868, los independentistas cantaron en Bayamo un himno que devino símbolo de identidad de la nación cubana, presentada por el castrismo como un relato bélico, unilateral y simplista que desemboca en la revolución de 1959, la cual trajo consigo al líder mesiánico que impuso el socialismo, régimen que distorsiona la historia y regula el culto a la personalidad en función del poder.
La jornada Camilo-Che mitifica a dos guerreros del almanaque revolucionario. Camilo, el más popular de los héroes que bajaron de la Sierra Maestra, desapareció mientras volaba de Camagüey a La Habana, el 28 de octubre de 1959, antes de declarar en el juicio contra un comandante caído en desgracia. La muerte del aventurero argentino Ernesto Guevara, fusilado en Bolivia el 8 de octubre de 1968, marcó el fin de la guerrilla que encabezó en ese país, donde aspiraba a tomar el poder para crear un régimen similar al instaurado por Fidel Castro en Cuba.
Ha llovido mucho desde entonces. Es notable el cansancio de los cubanos que crecimos bajo la fábula mesiánica y providencialista del castrismo, pero a los escribanos de la prensa insular no parece preocuparles el agotamiento de medio siglo. Insisten en las consignas y medias verdades. La mitificación del Che y la comercialización de su imagen como ícono revolucionario exceden los límites de la razón.
El “guerrillero heroico” desmanteló la industria y la banca cubanas antes de retomar sus aventuras militares. Sus fracasos en África y Bolivia lo convirtieron en un ícono de la violencia. Sus acciones son realmente una estafa. El Che Guevara no es más que un producto de mercado, una bandera para los cazadores de mitos y certezas.
Camilo Cienfuegos, el héroe de sombrero tejano y amplia sonrisa, murió joven. Los dioses del Olimpo revolucionario se apiadaron de él. Tal vez por eso es una figura creíble, ajena al maquiavelismo de los líderes que sobrevivieron y crearon una verdad ficticia, favorable a un “estado benefactor” que aún persigue las ideas democráticas y envía a la cárcel o al exilio a quienes contradicen sus dogmas.
Octubre es un mes de conmemoraciones históricas, pero hay mucha hojarasca en la historiografía oficial. Para reescribir la historia habrá que sacudir el árbol de los mitos.

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