miércoles, 22 de octubre de 2008

Tropicana Tamaulipas. Por Miguel Iturria Savón.

Los músicos, bailarines, coreógrafos y asistentes estaban listos para el viaje. Disponían del pasaporte visado por el Consulado de México en La Habana, del permiso de salida del Gobierno cubano y del boleto de avión. Hasta las maletas y los familiares de los 54 artistas del Cabaret Tropicana esperaban el vuelo. Debían actuar en Tamaulipas, donde la promoción del espectáculo marchaba sobre ruedas, pero horas antes de salir los agentes de la Seguridad del Estado echaron a rodar el fantasma de la sospecha.
No había peligros de explosión aérea ni terroristas a la vista, más la gerencia de Turarte convocó a una reunión urgente. Cinco de los artistas no eran confiables, aprovecharían la gira internacional para emigrar, no volverían a la isla. Los celulares de otros 25, monitoreados por los controladores de la telefonía cubana, delataban a sus poseedores como sospechosos de viajar para quedarse. ¿Cómo quedaría el honor de la Patria si 30 de los integrantes de la Delegación la abandonaban en tierra azteca y cruzaban las fronteras con los Estados Unidos? Hasta los candidatos presidenciales Obama y McCain se enterarían de las debilidades ideológicas de los músicos y bailarines cubanos.
Puestos a escoger entre cumplir el contrato de intercambio artístico y correr el riesgo de perder parte del rebaño, los funcionarios de Turarte no vacilaron en quedar mal con los patrocinadores mexicanos. Si desafiaban a los guardianes de la ideología no serían congratulados por el nuevo éxito de Tropicana en Tamaulipas, sino expulsados de sus lucrativos empleos por la deserción de músicos y bailarines. ¿Para qué arriesgarse por unos maricones indiscretos? El que quiera escapar que se tire al mar como los balseros. A fin de cuentas, el Ministerio de turismo tiene abogados para enfrentar el litigio con los empresarios aztecas.
Al conversar con la novia de uno de los músicos que debía viajar supe detalles de la insólita reunión de los gerentes de Turarte con los artistas de Tropicana. Un joven bailarín que integraba la delegación a Tamaulipas precisó: “los novatos no sabíamos que cuando te dan la visa los agentes de la Seguridad graban y estudian tus llamadas para saber si intentarás quedarte”. Un cantante con muchas horas de vuelo me dijo: “los teléfonos están pinchados, los móviles son fuente de espionaje, por cualquier desliz te excluyen de la gira”.
Si bien es innegable que cientos de artistas cubanos aprovechan sus actuaciones en otros países para escapar de la isla, donde el tiempo parece detenido y viajar equivale a una carta de libertad, creo que la suspensión de una delegación completa por sospechas policiales no confirmadas raya en el absurdo. Si algunos creadores deciden no regresar a casa están en su derecho. Benny Moré se quedó en México, allí triunfó, pasó a New York y retornó a La Habana. Otros ejemplos confirman la regla. Los artistas viven donde mejor les va. ¿Por qué no dejarlos entrar y salir libremente? ¿Qué sentido tiene hablar de la imagen cultural de la revolución y politizar hasta la música?
El renombrado Cabaret Tropicana posee un elenco de más de cuatrocientos artistas. Allí triunfaron desde la década del cincuenta las principales figuras de la música y la danza de Cuba y otras naciones. Hace años es un centro exclusivo para el turismo internacional, pero la recaudación de divisas no favorece a quienes derrochan su talento en cada espectáculo. La miseria de sus artífices estimula los viajes sin regreso.
Emigrar no es un placer, es un derecho y, a veces, una necesidad. Los artistas de Tropicana que ahora deshacen las maletas tendrán que esperan otra oportunidad. Ya saben que la gerencia cumple los mandamientos de los agentes de la Seguridad del Estado.

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