lunes, 12 de enero de 2009

La sangre de la libertad. Por Miguel Iturria Savón.

Orlando Freire Santana, ganador del Premio “Novelas de gavetas Frank Kafka”, ha recibido varios ejemplares de La sangre de la libertad, financiada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa y presentada en La Habana por el Proyecto de Bibliotecas independientes de Cuba, que promueve concursos para difundir a los autores discriminados en la isla.
Freire es conocido por sus artículos, algunos relatos y los ensayos La evidencia de nuestro tiempo, Premio Vitral 2006, auspiciado y editado por el Centro cívico religioso de Pinar del Río; La perentoriedad de las dos tareas, premiado ese año por la revista Disidente Universal, de Puerto Rico; Los escritores y la revolución cubana, que prepara la editorial Renacimiento, en Sevilla, España, y Hacia el ocaso de una dicotomía, donde retoma la globalización en el contexto latinoamericano.
La obra este autor es contemporánea y realista; recrea sus circunstancias personales, sociales y culturales. En sus ensayos y relatos, más reflexivos que intuitivos, se aprecia la síntesis de recursos formales. Los protagonistas de sus cuentos son individuos comunes, creíbles y vigorosos, enfrentados a los retos del presente. En ellos converge el sexo y el amor, la memoria y la muerte, la cotidianidad y la trascendencia, las miserias humanas y la lucha por la libertad. La precisión en los diálogos revela el diseño previo de personajes y situaciones extraídos del entorno insular.
La búsqueda de la libertad filosófica y personal es el tema esencial de las entregas de Freire Santana y gravita en La sangre de la libertad, obra de madurez creativa e intelectual, que rompe la inercia de la literatura cubana pues asume el tema de la oposición y la represión gubernamental.
Está escrita en tres tiempos. Una narración en presente sobre una reunión de opositores, que es el tiempo de la novela; otra en la tercera persona del pasado, en la que el protagonista cuenta los avatares de la revolución desde mediados de los sesenta a la actualidad, y un tercer enfoque a través del monólogo de uno de los personajes.
Quien conoce al escritor corrobora el carácter autobiográfico y testimonial de esta obra. Tanto Osvaldito, protagonista principal, como Tony, el opositor, son el alter ego de Orlando Freire, que ficciona desde sus vivencias y sus contactos con la oposición pacífica, presentada con respeto, gracia y desenfado, sin obviar el desafío de sus representantes, a los cuales identificamos por la caracterización psicológica y los matices ideológicos de los asistentes a la reunión convocada por Tony.
Osvaldito se mueve en la búsqueda de la libertad filosófica, presionado por la necesidad. Comprende, como Sartre, que la acción del hombre es irreductible a los elementos materiales que la condicionan, pero hay un resquicio, una posibilidad de acción para manifestar la libertad. El macro relato abarca al edificio, sus vecinos, las actividades epocales y los hechos retrospectivos. La búsqueda de la libertad política se conecta con la exploración de la libertad filosófica en el sentido especulativo del personaje, quien asume esa lucha en sus tres vertientes: la necesidad histórica, la necesidad emigrante y la necesidad masturbante.
Los capítulos avalan tales búsquedas, principalmente a través del micro relato de Osvaldito, quien monta en la alfombra de sus recuerdos a familiares, amigos, libros, autores, encuentros, fracasos y obsesiones que acentúan su timidez o cubren el vacío de la soledad; mientras Tony, su amigo y vecino, espera con incertidumbre a los opositores que analizarán el documento “Cuba, la reconciliación nacional”, bajo el riesgo de ser apresados por los agentes de la policía política.
Como los personajes están marcados por la experiencia totalitaria, el libro transmite la atmósfera opresiva desde el primer párrafo hasta el último. Al ficcional sobre lo que está ocurriendo, el narrador logra comentarios paralelos a las acciones y al pasado inmediato del país. Freire Santana sacude la somnolencia de un proceso social inacabable. Zarandea la mística revolucionaria y exterioriza el descontento. Hurga en la memoria histórica, pero no explica la nación ni la cronología de una época. Está más interesado en hacerle contrapeso a la historia oficial.
La sangre de la libertad es una novela de género, contestataria y equilibrada, que inaugura un tema que aún es tabú en la literatura insular, el de la política a contracorriente, sin concesiones. No denigra a la oposición, la exalta y recrea el abanico variopinto de sus agrupaciones y representantes. En sus páginas palpita la censura y la intolerancia, el asedio y la represión de los agentes del régimen para aislar y acabar con quienes promueven los derechos humanos y los cambios democráticos en la isla.
Tal vez por eso, desde la ficción, el prosista aborda casi todas las aristas sociales y humanas, desde el control sobre los vecinos del edificio ejercido por Oscar, presidente del Comité de defensa de la revolución, quien lleva el “Cuéntame tu vida” de todos con la ayuda de su esposa Aracely, que encabeza la Federación de mujeres cubanas. No faltan, por supuesto, las reuniones y los círculos de estudio, la vigilancia, la autocensura, la división familiar por razones políticas, el éxodo masivo de 1980, las discrepancias entre guevaristas y pro soviéticos, las escuelas al campo, los juegos prohibidos, la simulación y la corrupción, apreciable en “el invento”, el robo y el soborno.
El personaje de Vladimir, hermano y contrapartida de Osvaldito, ilustra el machismo y el automatismo de los jóvenes que cumplen órdenes absurdas, incluida la guerra en Angola, donde muere.
La Habana y su entorno devienen personajes, al igual que el sexo, presente y liberador, pues Osvaldito, atrapado por la cultura y la timidez; necesita liberarse de la masturbación y acceder al sexo, en el cual lo inicia Mara, su cuñada y amante.
En un ángulo paralelo fluye la reunión de los opositores en el apartamento de Tony, quien invitó a Osvaldito por primera vez. Al final, tocan a la puerta. Es el Deportista, el mismo oficial de la Seguridad del Estado que detuvo a Tony en los alrededores de la casa de Vladimiro Roca “¿Quién ha sido el traidor ahora?...”Así, en el suspenso y la incertidumbre, finaliza la novela, cual metáfora de la realidad cubana de nuestros días.

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