miércoles, 19 de noviembre de 2008

Estribillo político. Por Miguel Iturria Savón.

No soy fan de Paulo FG ni de su Élite, pero reconozco que “el bonitillo” le pisó los talones a Isaac Delgado, “el chévere de la salsa”; a Manolín, “el médico” del género; a Carlos Manuel y su Clan, a David Calzado y su Charanga habanera, a José Luis Cortés, alias “El Tosco” y al mismísimo Juan Formel y sus Van Van, quienes aprovecharon el boom musical de los años noventa e impusieron sus discos, imágenes y preferencias a los turistas y bailadores de Cuba. Ninguno de ellos, sin embargo, puede ser comparado con el Benny Moré, Oscar de León, Juan Luis Guerra o Gilberto Santa Rosa.
Tal vez por eso no le presto atención al mundo de la farándula. Las creencias y excentricidades de nuestros músicos, actores y bailarines me tienen sin cuidado. Casi siempre tratan de llamar la atención a toda costa, generalizan sus puntos de vista y provocan escándalos. Si nos guiáramos por los comentarios de Silvio Rodríguez, Alicia Alonso o César Portillo de la Luz, perderíamos tiempo y energía. Coincido con Tagore en que “la fama es la espuma en la corriente de la vida”.
Pero hay declaraciones que irritan la inteligencia y exigen una réplica. Solo eso.
El viernes pasado leí en El Nuevo Herald que Paulo Alfonso Fernández Gallo llegó a Miami para actuar en tres clubes y, antes de hacerlo, fue entrevistado en el programa televisivo Entre Nos, en el cual elogió al convaleciente Fidel Castro, quien no es músico ni bailarín ni distingue a Paulo con su regia amistad. Como Miami es el centro del exilio desatado por el Castrismo, las palabras del músico hirieron la sensibilidad de muchos cubanos. Algunos lo consideraron como una provocación, ratificada por el estribillo político de Jorge Artiles, promotor de la gira y presidente de Habana Productions Publishing, el cual denigró a los líderes del exilio y habló de incomprensión y censura, como si el régimen que él representa no fuera catedrático en esa asignatura.
No creí necesario referirme a las palabras de Paulito ni a la banderilla política del empresario insular; me parecieron una estrategia cruel para promover sus discos y la venta de entradas a los clubes donde actuaría el fin de semana. Fue la comentarista cultural Loly Estévez, del Noticiero nacional de la televisión, quien me hizo sospechar que el ratón parlante respondía al guión del gato. La vieja locutora convirtió las palabras del salsero en espada ideológica, elogió su valor personal, denigró a “los apátridas” y añadió otras estupideces al pastel servido en Miami.
Más claro ni el agua. Paulo FG es un cantante popular con estilo propio, afinado y carismático, famoso entre las mujeres y los bailadores. Vive bajo un régimen totalitario pero él no lo percibe, pues recibe facilidades inimaginables para grabar, viajar al extranjero, firmar contratos y vivir como un señor en medio de la penuria nacional. Parece que ahora algún comisario de la batalla de ideas le asignó una misión y él la cumplió. ¿Qué ganaría si dice que no o se hace el loco? ¿Le permitirían conservar su casa, autos, cadenas de oro y su permanencia en Italia sin perder sus bienes?
Paulo, el pepillo de 46 años que se renueva con las circunstancias, dice creer en el Comandante y vivir con sus sueños artísticos, sin trabas ni temor. Quizás por eso le toleraron la adquisición de la ciudadanía italiana sin dejar de ser cubano, lo cual es prohibido por el artículo 32 de la constitución.
Si cree bien y si no también, es su problema, pero debería respetar la sensibilidad de quienes no creen y de aquellos que se tiraron al mar para vivir en libertad. Miami es el reverso de La Habana. Allí están Isaac, Manolín y otros artistas insulares que no compiten en la tribuna política sino en el mercado de la música y la cultura. Todos merecen respeto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Magnifico su artículo, hace usted honor a las palabras de Martí "La palabra es para decir la verdad, no para encubrirla"; este señor al que usted se refiere, en su escrito, y del cual no quiero repetir el nombre, podrá ser muy buen salsero, ídolo de algunas mujeres, Bonitillo y muchas otras cosas, pero carece totalmente de aquellas por las que a una persona, se le puede llamar honorable. Repugna su servilismo, propio de los reptiles al servicio del Castrismo. Saludos desde New Jersey, Estados Unidos, J. García.