viernes, 28 de noviembre de 2008

Dos hermanas. Por miguel Iturria Savón.

Caridad y Esperanza Fernández Suárez acaban de celebrar su sesenta cumpleaños con la ayuda de sus descendientes. La primera se inició como gastronómica en la fonda de su tío, confiscada por el Gobierno en 1968; la segunda cambió el magisterio por la costura. Las dos se casaron, tuvieron hijos y fueron infelices. Desde hace un lustro sobreviven de una chequera, entre los achaques de la salud, las colas del mercado, los ciclones y el cariño de los nietos.
En la sobremesa de los sesenta, las hermanas y sus anfitriones no hablaron de política ni de los sueños pospuestos. Encendieron una vela por la abuela María, quien murió pensando en su natal Puerto Rico; por el abuelo Eduardo, nieto de franceses y sargento del ejército durante el machadato; por Carmen, la madre que murió con premura, y por el tío Julio, sustituto afectivo del padre díscolo que las trajo al mundo.
Al conmemorar los sesenta, Esperanza y Caridad añadían nuevas angustias a la inmediatez de sus vidas. El ciclón “Ike” le llevó parte del techo al hogar de la primera. “Paloma” le tumbó el portal a la casa de la segunda. “¿Cómo resolver el problema si no ganamos para comer?”, dijo Cary, quien vive a unas cuadras de su hermana en Vertientes, provincia Camagüey, y vino a La Lisa invitada por Miriam, la sobrina que trabaja en turismo.
Como las gemelas ya no creen en las promesas de los funcionarios para enfrentar el desastre, piensan que un crédito para adquirir materiales sería más efectivo, pero saben que el gobierno no concede créditos ni dispone de materiales. “Si hubiera no sería para nosotras, no estamos ligadas al Partido ni a sus organizaciones…”, dice Esperanza, quien repasa sus frustraciones y espera a que baje la marea pues “ahora meten preso al que cojan con un saco de cemento, tejas, bloques u otra cosa”.
Esperanza y Caridad cerraron sus casas y emigraron a Matanzas y La Habana. Tienen fe en Dios y en la ayuda de algunos descendientes.
El caso de las gemelas es habitual en estos días. Los ancianos afectados por “Gustav”, “Ike” y “Paloma” piden auxilio a los familiares para abandonar los albergues colectivos. Es una variante posible, aunque no todos tienen parientes en la capital y en pueblos de cierta prosperidad.
Los trenes vienen cargados con personas que permanecen en La Habana. Algunos consiguen un alquiler aceptable y buscan trabajo por la izquierda, sin llamar la atención para no ser deportados. Otros se quedan con el beneplácito de hijos, hermanos y sobrinos.
Cary y Esperanza no regresarán a Vertientes. La sobrina de La Lisa le pidió a la primera que se quedara al cuidado del niño. La segunda seguirá en Matanzas “secuestrada” por la hija.
“Cuando cese la Operación Victoria y disminuyan las detenciones retornaremos para vender lo nuestro y traer el dinero”, expresa Cary con voz entrecortada. Ambas aspiran a celebrar el próximo cumpleaños en la capital de todos los cubanos.

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