miércoles, 17 de septiembre de 2008

La ambiguedad del jinete. Por Miguel Iturria Savón.

La ambigüedad del jinete. / Miguel Iturria Savón.

El hermano de un amigo pintor se aproxima a su sueño de viajar a los Estados Unidos. La certeza del matrimonio con una norteamericana parece un hecho. Ella vino a conocerlo después de casi un año de intercambiar mensajes por email. La pasaron bien entre La Habana y Varadero. Él demostró sus habilidades como amante y sus conocimientos del inglés. Hablaron de la casa y del negocio que ella tiene en Chicago, donde lo espera dentro de dos o tres meses, vía México, pues es muy complicado casarse en la isla.
Antes de que su amada partiera ultimaron los detalles y los costos del reencuentro en Norteamérica. Ya él tiene el dinero, la Carta de invitación y el pretexto para pedir la visa en la Embajada de México. Si las autoridades insulares le conceden el Permiso de salida todo será cuestión de tiempo. Con una visa temporal podrá recorrer la nación azteca y atravesar la frontera por El Paso, en Juárez, donde se identificará como cubano y pedirá asilo en los Estados Unidos.
Todo bien planeado, menos la incertidumbre y el temor de la travesía. Él vacila ante la posibilidad del salto. Lleva cinco años usando Internet para conseguir esposa; ha noviado con varias extranjeras, pero solo tres aceptaron su propuesta de matrimonio. El hermano de mi amigo no es un salvaje tropical, sino un profesional de 42 años, fuerte y presumido. La cincuentona de Chicago no es hermosa pero constituye su tabla de salvación para abandonar el paraíso caribeño.
Osmani pensaba casarse en un Bufete internacional de La Habana, hacer la fiesta en La Maison y partir hacia New York junto a su esposa, como un señor de cuello y corbata, sin riesgos ni contactos con los peligrosos mexicanos, cuyo Gobierno devuelve a los balseros de la isla.
Ante las ínfulas del profesor mulato, mi amigo pintor y otros socios del barrio le hacen propuesta audaces. Lázaro el zapatero le pidió canjear a la norteamericana por su amante holandesa, una psicóloga que viene en busca de salsa y sexo sin compromisos.
Orestes, el hermano de Osmani, piensa que su pariente lo quiere todo a cambio de nada. “Se comporta como si fuera Brad Pitt. Es un vanidoso sin futuro”.
Tal vez el hermano de mi amigo tenga sus razones. No es lo mismo capear el temporal junto a la familia que depender de una rubia en Chicago. Aquí juega a que trabaja, allá tendrá que coger al toro por los cuernos.
Los hombres que jinetean por Internet desde La Habana enfrentan más riesgos que las muchachas que pescan turistas en los hoteles. A ellas cualquier europeo ingenuo les propone matrimonio. Ellos se convierten en gigoló de las criollas o en potros salvajes de las europeas que compran el placer.
Hay una dama que espera en una ciudad del norte. Tal vez el caballero insular no esté preparado para viajes y romerías. Las andanzas y las búsquedas tienen su precio.