viernes, 12 de septiembre de 2008

De tragedia en tragedia. Por Miguel Iturria Savón.

De tragedia en tragedia. / Miguel Iturria Savón.

Se apagaban los ecos de la Olimpiada de Beijing, celebradas del 8 al 24 de agosto, cuando los medios informativos insulares comenzaron a ofrecer los pronósticos del ciclón Gustav, cuyos vientos dejaron decenas de muertos y destruyeron las casas de cientos de personas en Haití, República Dominicana y Jamaica.
Como el huracán avanzaba despacio por el sur de Cuba y debía atravesarla por la zona central u occidental, la televisión, la radio y los periódicos, todos en manos del Estado, se pusieron en frecuencia para orientar a la población. Las medidas de la Defensa civil y los partes meteorológicos del doctor Rubiera concentraron la atención de la mayoría.
Hasta los más eufóricos amigos del deporte dejaron de hablar de las 24 medallas olímpicas (2 de oro, 11de plata y 11 de bronce) que ubicaron a Cuba en el 28 lugar internacional, peor que en Múnich 1972, para atender las profecías ciclónicas de los meteorólogos. ¿Qué pasaría en Matanzas, Varadero o La Habana Vieja si Gustav subía por esa zona hacia la Florida?
Gustav se impuso como un atleta caprichoso. Cuando atravesó Isla de Pinos ya era un huracán de cuarta categoría. La velocidad de sus vientos aumentó mientras devastaba a los municipios de Pinar del Río que colindan con La Habana. Volaron los techos y las paredes de miles de casas, naves de tabacos, escuelas y otras edificaciones; cientos de postes y torres eléctricas cayeron al suelo.
En Nueva Gerona, capital pinera, aún se estudia la magnitud de la tragedia. Hasta en la Mesa redonda se ilustró la patana que los vientos arrastraron del puerto a la ciudad. Las imágenes de vehículos, postes y árboles exhibidos por la televisión grafican el desastre, en contraste con los mensajes de esperanza de los locutores y funcionarios oficiales, quienes hablan de la revolución como si tal entelequia social fuera el genio de la lámpara que, por arte de magia, pondrá las cosas en su lugar.
La manipulación de la opinión pública en función del discurso oficial minimiza las consecuencias del desastre. Se ha creado un estado de orfandad entre las personas humildes que perdieron sus casas. Los albergues son insuficientes. Más que confianza en la revolución y sus demagógicos voceros, lo que hacen falta son recursos para reconstruir viviendas más sólidas y resistentes.
El huracán que arrasó la zona occidental de Cuba, el sábado 30 de octubre, es una tragedia real. Los resultados olímpicos de Beijing 2008 son una derrota en comparación con el 5to lugar obtenido en Barcelona 92, el 8vo de Atlanta 96 o el onceno puesto de Atenas 2004. Analicemos qué pasó para entender el descenso, no quiénes abandonaron la isla o fueron excluidos de su Delegación deportiva por razones políticas.
El puesto 28 se ajusta más a nuestro nivel económico. ¿De qué nos vale ser una potencia deportiva si cada vez que pasa un ciclón miles de personas pierden el techo y el hambre toca a las puertas de los afortunados?