lunes, 15 de septiembre de 2008

De Gustav a Ike. Por M. Iturria Savón.

De Gustav a Ike. / Miguel Iturria Savón.
A veces hay noticias que conmueven a los cubanos. En el mayor archipiélago del Caribe el tiempo parece detenido. Solo el campeonato de beisbol, el mundial de fútbol o algún ciclón nos sacan de la rutina. Nuestros medios no transmiten informaciones con color; nos aburre el Noticiero nacional, la Mesa redonda y los partes de batallas y victorias del diario Granma, donde florecen las reflexiones del gladiador herido que desafía a la muerte. La guaracha noticiosa es reproducida por las emisoras radiales desde la Punta de Maisí, en el extremo oriental, hasta el Cabo de San Antonio, en Pinar del Río.
Agosto fue una excepción. Primero las Olimpiadas de Beijing y la rabieta oficial por el descalabro deportivo insular. Después el impetuoso ciclón Gustav que dejó sin casa a miles de pobladores del sur de La Habana, Pinar del Río e Isla de Pinos. Al comenzar septiembre hubo que posponer el inicio del curso escolar por los desastres en decenas de escuelas. Cinco días después, el doctor Rubiera, meteorólogo en jefe, pronosticó el paso del huracán Ike, cuya hoja de ruta dispara los temores y las medidas de seguridad en todo el país.
Ike ya es noticia. Atraviesa la isla desde el sábado 6 de septiembre. Sus embates causaron estragos en la zona norte oriental. Sus aguas y vientos pasaron de Maisí y Baracoa a las poblaciones de Holguín; la trayectoria incluye a Camagüey, Ciego de Ávila y otras provincias de este archipiélago largo y estrecho.
La embriaguez ciclónica está justificada. Nos une la inminencia del peligro. Miles de cubanos de la zona costera han sido albergados. En la noche del domingo siete las imágenes de los viento y de las inundaciones en Baracoa conmovieron a los habaneros. Las aguas saltaron el malecón de la ciudad primada. Los partes radiales y televisivos transmitían también la furia de Ike en Antillas, Banes, Holguín, Nuevitas y Morón.
Los informes y las imágenes del desastre nos preparan para lo que viene. Las autoridades se ocupan del fenómeno mediante la Defensa civil, las entidades estatales y los Consejos municipales y provincias de defensa. El general Raúl Castro distribuyó a los vicepresidentes del Consejo de Estado y de ministros por todo el país. Machado Ventura en Holguín, Esteban Lazo en Matanzas, Carlos Lage en Ciudad Habana y algunos generales en otras jurisdicciones. Todos presiden y hablan en reuniones locales, dicen más o menos lo mismo, a excepción de los militares que apenas platican o gruñen un par de órdenes.
De Gustav a Ike no hubo transición. Solo cinco o seis días de lamentaciones, promesas y consignas. Aún no sabemos el saldo final. Ambos articulan las desgracias de los cubanos más humildes. Los huracanes son monstruos que pasan, no creen en lemas ni otorgan tiempo, pero ponen a prueba los recursos y la capacidad de la administración para reparar los daños.
Aunque los cubanos nos burlamos de todo, incluida la desgracia propia, hay que meditar sobre estos fenómenos que multiplican los problemas y ponen a prueba al Gobierno, en cuyas manos está la distribución de la ayuda ofrecida por Rusia, España, Estados Unidos, Venezuela y otras naciones. Esperemos que la élite utilice las reservas estatales y los recursos foráneos para atenuar la tragedia de los sin casa. Ya veremos.