viernes, 19 de septiembre de 2008

Dementes en las calles de La Habana. Por Miguel Iturria Savón.


Dementes en las calles de La Habana.

Yo bajaba la escalinata de la Universidad de La Habana. Ella hablaba con la estatua del Alma mater. Parecía rezar. Al percatarse de mi presencia me miró con desdén. Solo la escuché decir: “yo soy dama, no tortillera…”.
Volví a verla después en el parquecito del frente, a un costado del Hotel Colina. Decía lo mismo dirigiéndose a los árboles y a las personas que esperábamos el P 4 y otros ómnibus. Uno de los estudiantes le gritó una barbaridad y la mulata cruzó la calle hacia el monumento de Julio A. Mella, líder estudiantil de los años 20, quien debió escucharla en silencio.
La loca que merodea la Universidad de La Habana me recordó a Josefa, una mulata de Mantilla ingresada en el manicomio de El Cotorro, donde a veces visito a Pedro, un amigo de la infancia aquejado de alucinaciones. Josefa exorciza sus complejos sexuales con demostraciones que involucra a otros alienados frente a visitantes, empleados y transeúntes.
He coincidido con algunos desequilibrados en el Parque del Quijote y en la Parada de ómnibus de la heladería Copelia, en El Vedado. Se de otros locos que deambulan por los parques Central y de la Fraternidad, donde tropiezan con mendigos, putas baratas y timadores de todo tipo.
A veces los chiflados vagabundean entre los travestis del Parque “El Curita”; buscan refugio en el portal del Palacio de Aldama, o molestan a los enamorados del Parque situado en Prado y Cárcel, cerca del túnel de la bahía, de donde son espantados por los policías orientales, guardianes de los turistas extranjeros que pasean por ese tramo del Malecón habanero o aprecian las fortalezas coloniales del Morro y La Cabaña.
El entorno de locura de nuestra capital es cada vez más perceptible. El problema es sensible, complejo y rebasa a la familia.
Un amigo psiquiatra habla de la reciente creación de las clínicas de higiene mental en cada municipio y de las salas especializadas de los principales hospitales de la capital. Afirma que “solo los sanatorios Gary García, anexo al Hospital nacional; el San Juan de Dios, de la Iglesia católica, y el célebre Hospital Mazorra tienen salas transitorias para atenuar los casos más urgentes”.
La cantidad de dementes que vagan por las calles, plazas, parques y otros lugares públicos supera la respuesta de las autoridades de Salud pública de la capital cubana. La locura no es un limbo de espera, sino un reto a nuestra condición humana.

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