lunes, 16 de marzo de 2009

Un pintor hispano cubano. Por Miguel Iturria Savón.




Aún viven en Cuba los hijos y nietos del pintor José Segura Ezquerro (Almería, España, 1997-La Habana, 1963), paradigma artístico de lo hispano-cubano, o de lo habanero-andaluz, pues sus retratos y paisajes trasladan al lienzo el alma de hombre y mujeres, callejones y bosques de la isla caribeña y de la “madre patria” que le vio nacer y formarse como profesional.
Don José, como le decían sus amigos cubanos, terminó en 1912 los estudios de dibujo en la Academia de Bellas Artes de su pueblo natal, donde fue discípulo del pintor sevillano Joaquín Costa y compañero de clases del futuro Walt Disney. Cinco años después obtuvo el título de profesor de dibujo en la Real Academia de San Fernando, en Madrid, de la cual pasó a la Escuela de Artes Gráficas de la misma ciudad. Al graduarse ejerció como ilustrador en Burdeos, Francia, mientras aprendía las técnicas más renovadoras con el célebre Leo Bertín.
Vino a Cuba con su padre en 1921 y permaneció una década en nuestra capital. Se insertó en la cultura insular y forjó familia con la poetisa y profesora Estrella Soto Morejón, madre de sus dos hijos, uno habanero y otro madrileño. En este período pinta muchísimo, realiza exposiciones y establece amistad con creadores vanguardistas como Víctor Manuel. El crítico Modesto Arocha afirma que Segura Ezquerro enseñó dibujo a sordomudos y anormales, y que en 1927 expuso una muestra de los mismos en un salón de La Habana.
La euforia popular por la instauración de la República Española lo llevó a su país, donde permaneció entre 1931 y 1939. La estancia fue muy productiva, pero la guerra y la tragedia nacional marcaron su vida, su obra y pusieron a pruebas su profundo cristianismo. Entre los cuadros de entonces perduran “Madre”, “Mujer vistiéndose”, “Española con mantón negro”, “Desnudo de mujer”, la serie “Viejo Madrid”, un “Autorretrato” y otros lienzos expuestos en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Regresó a la isla en 1939, junto a escritores y artistas hispánicos que huían del franquismo. Continuó pintando y expuso sus obras hasta su muerte sorpresiva. Ganó espacio en el ámbito artístico insular por sus numerosos retratos a personalidades y damas de la época, los cuadros de exteriores urbanos, los interiores en casas capitalinas, los bodegones (o naturaleza muerta) y los temas religiosos.
El pintor emigrado se caracterizó por el apego al realismo en sus enormes retratos, los cuales difieren de la técnica impresionista empleada en sus paisajes. De este período es su óleo monumental “La muerte de San Francisco”, ubicado desde 1948 en la iglesia del mismo nombre, en La Habana Vieja, donde aún es apreciado por turistas y religiosos.
Segura Ezquerro es, esencialmente, un retratista que captó con agudeza los rasgos psicológicos de las personas. Jorge Maribona, Armando Leyva, Juan J. Remos, Massaguer y otros contemporáneos le elogiaron la apropiación de la luz, el equilibrio insinuante de los colores y su maestría en el trazado de los ojos y las manos.
Como su obra artística circula entre Cuba y España no es fácil localizar sus paisajes y retratos, dispersos entre coleccionistas privados e instituciones públicas. Sus descendientes conservan en la isla una parte importante de su legado, exhibida en el desaparecido Centro Cultural de España en La Habana, entre marzo y abril del 2000. Desde entonces extrañamos a la “Negra con frutas” (1930), el “Viejo Madrid”, el “Callejón de San Francisco” (1960), el “Bodegón de los muñecos” (1956) y el mítico “Bosque de La Habana” (serie de los años 50).
Algo hay que hacer para que el tiempo y la desidia no devoren la obra de este pintor hispano-cubano, que dejó al morir en La Habana más de 300 óleos e incontables dibujos. Tal vez un libro monográfico con ilustraciones, un museo o una fundación que preserve y difunda su patrimonio, junto al de otros creadores exiliados que aportaron su talento a los cubanos de varias generaciones.

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