viernes, 13 de febrero de 2009

Tropezando con la misma piedra. Por Luis Cino.

Es sumamente curioso. Precisamente ahora que el régimen pide por señas un conteo de protección, la disidencia interna, contra toda lógica, se afana en hacer exactamente todo lo que el sentido común aconseja no se debe hacer en estas circunstancias.

Se duplican las organizaciones opositoras. Estallan crisis en el seno de proyectos que parecían consolidados. Aumentan los conflictos entre la disidencia interna y el exilio. Se exacerban las ansias de protagonismo. Se dispara la paranoia. Llueven las descalificaciones contra los que difieren un centímetro de nuestros puntos de vista.

Pareciera, a juzgar por las frecuentes acusaciones de “segurosos” intercambiadas entre opositores, que aumentó notablemente en los últimos meses la nómina secreta de los agentes de penetración del Departamento 21 de la Seguridad del Estado.

Algunos opositores, dentro de Cuba o en el exilio, siguen renuentes a auto-regularse y aplicar, con respecto a sus hermanos de lucha, la democracia por la que dicen luchar. En su lugar, trasladan a las filas de la disidencia la intolerancia y el voluntarismo que heredaron del régimen.

La oposición pro democracia sigue, por disímiles factores, lejos de convertirse en una alternativa de poder. Si ahora mismo el gobierno cubano se desplomara o aceptara dialogar con la oposición, tal como andamos por la disidencia (ojala me equivoque), sólo puedo avizorar un vacío de poder de incalculables consecuencias.

Los disidentes tropezamos (¡ay Julio Iglesias!) una y otra vez, con la misma piedra. Y la dictadura gana con cada uno de nuestros errores, a los que no es ajena de ningún modo la mano de su policía política. Como se dice en mi fangoso barrio, “está ahí, gozando la papeleta, echándose el prisma”.

Conflictos que brotan como hongos amenazan la estabilidad y supervivencia de algunos de los frentes que más preocupan al régimen: las Damas de Blanco, el Proyecto de las Bibliotecas Independientes, la campaña de la FLAMUR por una sola moneda.

Agenda para la Transición boicotea el suministro de informaciones a Radio Martí. La coalición opositora tiene razón en muchos de sus cuestionamientos. Pero, ¿será ahora el mejor momento para ventilar viejos agravios con la emisora?

TV Martí no se puede ver en Cuba. OK. El caso de Radio Martí es muy diferente. Su programación no es la mejor, repite demasiado los programas y la interferencia electrónica le mete un ruido infernal. Pero se oye en Cuba. Quizás no tanto como en 1985 cuando millares de cubanos seguían la novela Esmeralda y el horóscopo de Rudmini.

Aquella tampoco era una programación ideal. Apenas había denuncias desde Cuba de violaciones de derechos humanos. Por entonces no había periodistas independientes, sino sólo un puñado de valientes activistas, muchos de ellos en prisión.

Si Radio Martí no se oyera en Cuba, el régimen no invertiría millones de dólares en interferirla por medios electrónicos. Es algo significativo.

La desaparición de Radio Martí nos haría retroceder casi 25 años atrás, a los tiempos en que la disidencia interna no tenía voz. Ni en Washington ni en Miami. Ni mala ni regular. Ninguna. Es algo que no debemos perder de vista antes de seguir hablando de boicot. Tal vez haya modo de llegar a un acuerdo. Después de todo, es más lo que hay en común que las diferencias.
Arroyo Naranjo, 2009-02-05
luicino2004@yahoo.com

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