lunes, 2 de febrero de 2009

Salvas contra Martí. Por Miguel Iturria Savón.

En ocasión de conmemorarse el aniversario 156 del natalicio de nuestro Héroe nacional José Martí, fueron disparadas simultáneamente, el miércoles 28 de enero a las 12:00 meridiano, 21 salvas de artillería desde la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, en Ciudad de La Habana y en el Cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba.
Los disparos realizados por la Unidad de ceremonias de las Fuerzas armadas resumen el homenaje oficial al paradigma más alto de nuestra historia. Martí, más que un héroe, es un ícono de presencia cotidiana, cuya trayectoria humana, política y literaria ha sido santificada antes de instaurarse la República (1902).
José Martí, como Simón Bolívar, sirve a todos y para casi todo. La apropiación política del legado humano y cultural del Apóstol lo convierte en cortina y bandera de quienes usan su ideario para legitimar propuestas o encubrir intereses. La originalidad de los versos y las formulaciones éticas de la prosa martiana han sido sobredimensionadas por el papel que desempeño en la gesta independentista de 1895.
Al caer en combate, el 19 de mayo de ese año, Martí se apartaba de las intrigas de la guerra, de la cual era la principal figura cívica pese al grado de Mayor general que le otorgaron en abril. Días antes anunció por escrito su muerte a un amigo que influía en el gobierno de México. Desde entonces y hasta hoy el hombre-mito nos agobia sin saberlo.
¿Cómo es posible que Martí sobrepase a héroes como Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo o Máximo Gómez, cuyas hazañas son vastas e indiscutibles?
La respuesta está en que Martí fue un líder con proyecto, capaz de unir a hombres de tendencias, generaciones y trayectorias diferentes. Su habilidad diplomática, sus dotes como orador, periodista y diplomático y su largo peregrinaje por México, Guatemala, Venezuela, el Caribe y los Estados Unidos, donde vivió casi dos décadas al servicio de su isla esclavizada, le dieron ventajas sobre otros paladines independentistas, a quienes afilió al Partido Revolucionario Cubano (1892), concebido para preparar, desencadenar y dirigir la guerra contra España, variante extrema en las circunstancias de Cuba.
El proyecto cívico martiano, ajeno al anarquismo y a la doctrina marxista, concebía la independencia como el peldaño previo al establecimiento de una “república con todos y para el bien de todos”. En torno a esa formulación escribió ensayos, cartas y documentos programáticos estudiados minuciosamente por sus biógrafos y admiradores.
En el contexto cubano de principios del XX, el descubrimiento paulatino del pensamiento de Martí fue una revelación que inspiró a sus contemporáneos y a las generaciones que dirigieron los destinos de la isla, las cuales difundieron sus postulados, tan amplios y ambiguos que le sirven a cualquiera, incluidos los tiranos.
Hay que preservar como un tesoro espiritual el legado ético y humano de José Martí, cuya obra frena el pensamiento y limita la percepción de nuestros problemas esenciales. La Cuba que soñó el Apóstol desde el exilio ha cambiado mucho desde entonces. Hay textos y puntos de vistas que conservan vigencia. Otros sirven al dictador que secuestra su ideario y dispara salvas en su honor.
La patria nueva común espera por todos.

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