miércoles, 11 de febrero de 2009

Desde mi orilla. Por Miguel Iturria Savón.

A fines de diciembre acompañé al escritor y periodista Frank Correa al Palacio del Segundo Cabo, sede del Instituto del libro, donde mi colega charló unos minutos con el director de la editorial Letras cubanas, quien le devolvió su colección de cuentos Desde mi orilla con la nota del censor que valoró la obra, no publicada por “razones formales” luego de un año de espera.
Frank me entregó sus cuartillas para que las leyera. Se fue por la calle Obispo con otra frustración en la memoria y la ilusión de descubrir un nuevo camino editorial para sus cuentos. Un subdirector del Instituto fascinado por los relatos de Frank le había asegurado la edición, pero nada es seguro en nuestra isla para un autor que se atreve a escribir en publicaciones del exilio.
Leí con deleite las once narraciones de Frank Correa, autor con habilidad para armar historias, maestría en el montaje de los diálogos, capacidad para recrear sus circunstancias personales desde la realidad insular y apropiarse del desarraigo, el lenguaje y la enajenación de personajes tan vitales y mundanos que parecen salir del papel y montarse en un tren, un camión, una balsa o volver a la galera donde el escritor los descubrió cuando estuvo preso por sus contactos con los defensores de los derechos humanos en su natal Guantánamo, pueblo del que emigró a La Habana como constructor y otros oficios menores antes de escribir para Cubanet.
Después de estudiar los relatos de Frank Correa leí la Nota que justifica la censura. Un simple párrafo sin firma sacó de circulación a una obra que debería estar en nuestras librerías, previa presentación en la Feria del libro que comenzará el 12 de febrero en La Habana, a la cual acudirán decenas de países y cientos de autores de diversas editoriales, incluidas las cubanas, tan selectivas y excluyentes como el Estado que las controla.
Como Desde mi orilla no circulará en Cuba quiero compartir con los lectores algunas observaciones sobre los relatos que encierra ese libro prohibido, cuyo título es uno de los textos de la compilación; tan vinculada al perfil existencial del propio Frank Correa, quien obtuvo premios literarios, publicó La elección (cuentos) y La puesta necesaria (poemas) y tiene inéditos la novela Pagar para ver y los poemarios Reverso y Los bomberos están de vacaciones.
Desde mi orilla comienza con “Viaje a Guantánamo”, que narra la angustia de una pareja sumergida en un periplo insular marcado por la atonía de un destino adverso. Incluye tres excelentes relatos breves: “Volver”, fabulación sobre Hemingway y la muerte; “Más absurdo que un día feliz”, especie de contrapunteo sobre un cuento, y “Consorte”, que retoma el hambre y la paranoia de dos cazadores nocturnos en una ciudad devastada.
Con lenguaje claro, diálogos precisos y personajes vigorosos, el creador balancea varios ángulos de la vida cubana desde una atmósfera realista y casi testimonial. Alterna relatos complejos como “Consejo de reclusos”, “Tren”, “Jinetes” y “Desde mi orilla”, con “Fantasmita”, “Espinas” y “Bola de sangre”, en los cuales la fabulación oscila entre el tema militar, la inoperancia del sistema sanitario, la desesperanza de un matrimonio hambreado y el dilema ético de un hombre ante el aborto.
La doble vida, el vacío existencial, el éxodo, la evasión, la locura y otros problemas de la Cuba de nuestros días palpitan en esta colección de cuentos de Frank Correa rechazada por razones extra literarias por la editorial Letras cubanas.

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