viernes, 6 de febrero de 2009

Las aguas del cansancio. Por Miguel Iturria Savón.

Un ex diplomático cubano me preguntó el lunes 2 de febrero “¿Quién gobierna en Cuba si Raúl Castro está en Rusia, Machado Ventura en Venezuela y Carlos Lage apenas aparece?”
Cuba es una nave que planea con piloto automático, le dije.
Yo acababa de salir de la Casa de las Américas, donde presentaron al Jurado del Premio literario 2009, en presencia de Ricardo Alarcón y Esteban Lazo, integrantes del Buró político del Partido comunista, quienes felizmente no hablaron.
La pregunta del ex funcionario no me parece sustancial. En Cuba hay una junta militar con una figura invisible y un brazo extendido. Raúl Castro es el brazo y la sombra de su hermano Fidel, o lo que queda de éste. Machado Ventura, Vicepresidente primero desde febrero del 2008, es la copia más gris del castrismo.
Cuba planea con los motores apagados, sin llegar a aterrizar. La dictadura rema en las aguas del cansancio con la ayuda crediticia de Caracas, Moscú, Beijing, Brasilia, Madrid y otros socios que apuntalan la nave insular. Si Raúl Castro anda por Moscú restableciendo alianzas y su segundo aplaude en Caracas al nuevo patrocinador de nuestro régimen, qué importa quien los sustituye o el destino de Carlos Lage, más joven y competente pero clonado por ellos.
No es la transparencia informativa lo que caracteriza a los medios de comunicación del país, más bien lo contrario. Si nos guiáramos por el Granma o por el Noticiero nacional de la televisión cubana llegaríamos a creer que el mundo es un desastre, la isla un paraíso y los hermanos Castro el centro del universo.
Tal vez Fidel y Raúl sean populares en América Latina o en el Medio oriente, pero entre nosotros casi nadie los menciona o lo hace con desdén. A Fidel le dicen “Caballo viejo”, “el dueño”, “el señor”, “la bestia”, “la momia” y “el fantasma”. Raúl es “el eco”, “hitlerito”, “el hermanísimo” y “la china”. Tan irrespetuosas denominaciones reflejan el cansancio y la sobredosis de los ciudadanos.
Los intereses imaginarios creados por estos hombres para encubrir los intereses reales de la nación, nos lleva a sacudir la cursilería política entretejida por lo medios de opinión. Los cubanos remamos sin ganas. El cuento de los cambios estructurales fue otra versión del jueguito del gato y el ratón.
El discurso amplificado y repetido, las visitas del mandatario cubano a Brasil, Caracas y Moscú, o la llegada de gobernantes de países vecinos solo entusiasma a los funcionarios de alto nivel. En Cuba los cambios todavía no son visibles y eso nos sumerge en la indiferencia.
La dictadura agota su arsenal de consignas y rituales. No ofrece nada nuevo, solo planea con los motores apagados sobre la autopista del pasado.

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