miércoles, 20 de agosto de 2008

Mutis a la roca. Por Odelín alfonso Tornas.

Mutis a la roca. / Odelin Alfonso Torna.

Cuando escuchamos o leemos ciertos comentarios triviales, publicados en la prensa oficial por algún comunicador que cumple onerosamente su turno, nos percatamos de que existe irremediablemente un cerco de censura. Llegar al lector, sostener y asumir la crítica con determinados criterios vanguardistas tiene su encanto. Excederse tiene sus riesgos.

¿Qué nadie toque nada?, título que encabeza un texto del estudiante de periodismo Yoelvis Lázaro Moreno, fue publicado el viernes 18 de julio en el periódico Juventud Rebelde. El joven Yoelvis nos sumerge en un mutis social, fenómeno inherente dentro de un sistema totalitarista que extermina la más leve señal de contrariedad.

Todavía existen quienes creen en la efectividad de los criterios personales o colectivos, emitido por el pueblo desde enclaves cederistas o laborales. Lidiar con la rigidez, propia de aquellos dirigentes que lanzan propuestas impopulares con matices aperturistas, es estar inmerso en esa idea selvática e inmutable que la revolución nos propone.

Por más que se quiera desde una convocatoria popular, pedir la palabra, hacer una propuesta o rebatir una proposición dictada al más alto nivel, ¿Quiénes cargarían con el mutis?

Quienes generan las directrices dentro de este amplio espectro de imposiciones y arbitrariedades, son los mismos que dicen soltar las riendas a la diversidad de opiniones, con consenso popular o sin él.

¿Quién, desde la tribuna parlamentaria, exhortó a un debate previo cuando se implementó el llamado “pacto social” en el año 2006?

A nadie se le consultó si prefería la “novedosa” hornilla eléctrica en lugar del gas licuado o el keroseno. Más que un pacto social fue un pacto a la fuerza, el de imponer electrodomésticos de cocina que utilizan la energía eléctrica con el consiguiente aumento de la tarifa que se derivó de este.

¿Que será de las miles de propuestas, que según el Gobierno, se recogieron en los barrios debates o en las asambleas que antecedieron a las elecciones unipartidistas?

Si la presión se realiza a la inversa, desde el absolutismo que ejecuta acciones sin la más mínima riposta de su electorado, deducimos que el resultado de la ecuación no es el convencimiento sino la arrogancia.

De ahí el divorcio con la opinión, la ruptura con el “poder del pueblo” o el mutis, como la opción aconsejable para la mayoría de los cubanos.

No estoy en posición ofensiva ante un planteamiento claro y con despuntes contestatarios en manos del colega oficialista, Yoelvis Lázaro Moreno. Más bien le doy un espaldarazo, aunque confieso me moleste asumir deseos reprimidos de otros.

Para los parlamentarios debe ser tedioso lidiar con quienes dictan leyes y preparan las trampas. Como dijera la reformadora social y pensadora española, Concepción Arenal, “las malas leyes hallarán siempre, y contribuirán a formar, hombres peores que ellas, encargados de ejecutarlas”.

Abstenerse a la crítica es de sabio en sistemas como el nuestro. Dar crédito a una iniciativa de gobierno o a un programa social, ideado a partir de la teoría “por el bien y para el bien del pueblo”, es como retirarle los apuntalamientos a esa obra inconclusa que la revolución propone.

Soy de los que aplaude a los comunicadores que saben picar la carnada sin tragarse el anzuelo. Mi ventaja versa en que no tengo que parafrasear en la búsqueda de un supuesto culpable. Yo tengo el mío, el mismo que nos quitó el gas licuado y nos propuso cocinar con hornillas eléctricas.

odelinalfonso@yahoo.com