viernes, 22 de agosto de 2008

Cosas de alimañas. Por Miguel Iturria Savón.

Cosas de alimañas. / Miguel Iturria Savón.

Hay guapos que sofocan a los cobardes y cobardes que asesinan a los guapos. Los ejemplos son evidentes en los tribunales de La Habana, donde los juicios de ese tipo resultan espectaculares por la exaltación de los ánimos, las declaraciones violentas y las amenazas de los familiares de algunos encausados.
Uno de los casos más famosos fue la muerte de Leoni a manos de Oscarito, quien le atravesó un cuchillo por el cuello en un lugar festivo. El Leoni era un chino joven y fuerte, desagradable y peligroso; integraba la preselección nacional de lucha y repartía golpes en cada esquina de El Cotorro. Oscarito es un mulato flaco, tímido y calculador que salió en busca del cuchillo cuando vio a su hermano mayor en las garras del atleta.
En la cárcel, Lázaro Oscar Soto López amplió su currículo de tropelías. Haber matado a un guapo con víctimas y enemigos le dio prestigio entre las fieras. Salió hace poco bajo libertad condicional, pero su apego al cuchillo lo hizo retornar a las rejas. Ahora espera juicio en la prisión de Valle Grande.
Otro joven de instintos violentos resurgió del Combinado del Este, estuvo unos meses en familia y regresó a prisión. José Ramón Martínez, alias Monguito, vecino de Oscar en el reparto Lotería, coincide en el cuchillo, la sangre y la muerte, pero difiere en el móvil y la víctima.
Monguito mutó su condición de alimaña por la de fiera bravía durante una maniobra en Jejenes, Pinar del Río, a donde fue como soldado de la Unidad antiaérea de Santa María del Rosario, en la cual cumplía el Servicio militar.
En Jejenes evadía los tiroteos al quedarse como cuartelero en unión de Zamora, un guapo que lo tenía esclavizado. En una ocasión lo sorprendió por la espalda y le dio una golpiza. Zamora cayó al piso y se enredó con los cables eléctricos. Monguito recuperó su honor entre los reclutas, pero robó unas colchonetas y estuvo un año en la prisión militar de Ganuza, en la cual elevó su expediente de fechorías.
Al salir del Ejército, Monguito volvió a la cárcel, pues en una reyerta hogareña le atravesó el corazón al hermano con el cuchillo más grande de la cocina. Después de ocho años tras las rejas obtuvo la libertad condicional, pero le duró bien poco, una de las hermanas lo acusa de amenaza de muerte. Desde hace un mes espera juicio en una celda de Valle Grande.
El abogado que contrató la madre de José Ramón comenta que su defendido puede ser absuelto, sancionado de seis meses a dos años de prisión o recibir el doble de los límites de esa condena por estar bajo libertad condicional y poseer antecedentes criminales.
“Tiene suerte, pues la madre y dos de sus hermanas botaron de la casa a la que denunció a Monguito, quien parece el líder de la familia a pesar de haber matado a su hermano mayor.”
Aunque los casos de violencia hieren la sensibilidad de muchos ciudadanos, son más comunes de lo que suponemos. Los guapos y las alimañas ostentan su cólera en lugares públicos del país. Para conocerlos no hay que ir a los tribunales, basta con preguntar por los pendencieros que no vemos en el barrio.