viernes, 8 de agosto de 2008

La tradición del suicidio. Miguel Iturria Savón.

La tradición del suicidio. / Miguel Iturria Savón.
A un estudiante de Sociología de la Universidad central de Las Villas le rechazaron hace poco la Tesis de grado sobre el suicidio en una región de Cuba. El tribunal examinador alegó problemas con las fuentes consultadas. Realmente se trata de un tema relegado al silencio. ¿Cómo obtener la licenciatura con un texto que pone al desnudo las causas sociales de la autodestrucción de los ciudadanos y desmiente el estereotipo del cubano como pueblo alegre?
Tal vez los académicos de la Universidad central desconozcan que nuestra isla era “la bella tierra de la muerte” antes de la llegada de Colón, en 1492, y que, casi dos siglos de estadísticas muestran que durante su historia colonial, republicana y revolucionaria, Cuba alcanzó los más altos puestos entre las tasas de suicidios continentales y del mundo.
Un dossier sobre el tema ocupa las páginas 120 a 177 del número 45-46 de la revista Encuentro de la cultura cubana (Madrid, verano-otoño de 1997). La selección fue preparada por el ensayista y psiquiatra Pedro Marqués de Armas, quien incluye textos de historiadores, sociólogos, antropólogos, filósofos y escritores que reflexionan sobre la reincidencia de los cubanos en el suicidio. Fernando Ortiz, Manuel Moreno Fraginals, Juan Pérez de la Riva, Joaquín N. Aramburu, Miguel de Marcos, Jorge Ibarra, Jorge Mañach, Herminio Portell Vilá, Alejandro de la Fuente y Maida L. Donate ilustran los ángulos de un problema social convertido en tradición.
Los autores citados analizan las causas, las estadísticas, las circunstancias socioeconómicas del país en períodos concretos y otros factores que perpetuán el destino trágico de miles cubanos, incluida la herencia de muerte de los indígenas, los negros esclavos y los culíes chinos; así como el mito del esclavo inmolado y el papel de las mitologías nacionalistas que insisten en el sacrificio de la vida ante la imposibilidad de obtener la independencia política o el socialismo.
Entre tantas aproximaciones me detendré brevemente en “El suicidio: ¿una cualidad de lo cubano?”, de Pedro Marqués de Armas, quien enuncia y describe los rasgos casi exclusivos que distinguen históricamente la inmolación en Cuba. Valora las estadísticas que avalan nuestra tradición suicida, calificada por él como “emergencia múltiple y simultánea”, el comportamiento del suicidio durante el largo período revolucionario y las estadísticas del sector femenino y juvenil.
Marqués de Armas señala las elevadas cifras de la autoflagelación insular durante todo el siglo XX, a veces superiores a las de naciones suicidas de Europa, América, África, Asia y Oceanía –a excepción de Japón, China rural y Sri Lanka-; la persistencia de la inmolación femenina (mujeres de 17 a 24 años, fundamentalmente) y su estrecha convergencia con los índices masculinos, ambos por encima de Occidente; la mayor incidencia de la muerte por fuego respecto a todos los países, salvo algunos asiáticos; así como las tasas históricamente altas en todos los componentes étnicos de la nación y la rápida homogenización de las estadísticas regionales, tal como ocurre entre 1902 y 1932.
Analiza las oscilaciones de los países suicidas durante el siglo XX, en cuyo mapa ingresan quienes disponen de más de 20 difuntos voluntarios por cada cien habitantes, cifra sobrepasada entre 75 y 95 veces por Hungría, Austria, Dinamarca, Suiza y Alemania; mientras Rusia, Finlandia, Francia, Checoslovaquia y Japón lo hacen de 30 a 45 y Cuba, sin participar en las guerras, las rebasó en 31 ocasiones, por encima de Suecia.
El suicidio cubano fue el onceno mundial entre 1900 y 1909 y sexto de 1920 a 1929. Alcanzó record en los años críticos de la depresión económica (1930 y 1931), solo superado por Austria y Hungría. Comienza a descender a partir de 1935, pero en 1950 la cifra insular era más alta que la de Chile, Argentina, Costa Rica y México. En 1963 desciende al mínimo desde 1902 (10,6 por cien hombres y 10,2 por cien mujeres). Las tasas vuelven a subir en la década de 1970. En 1982 la cifra se eleva al tope del período revolucionario (23,2), detrás de Hungría y Austria. Hasta 1995 se mantienen encima de 20 x 100.00 hombres. En 1994 Cuba superaba con creces a Uruguay, El Salvador, Argentina, Chile, Ecuador, Brasil, Colombia y Nicaragua.
Las causas están en los factores económicos, sociales y culturales. Los cambios en la industria, la inmigración, el desarraigo, el desarrollo de las ciudades, el éxodo rural, la desesperanza y otros elementos de la modernidad o del establecimiento del socialismo, con sus medidas radicales, la politización de la vida familiar, el estancamiento de las riquezas, la partida de las clases altas y medias, la clausura de las libertades por un Estado totalitario que impone la lógica del compromiso y eleva las tensiones.
Los autores del dossier sobre el suicidio en Cuba revelan datos aterradores, que por cotidianos y endémicos no deben asustarnos. Nada resolvemos con ocultar las estadísticas más recientes y silenciar un problema que viene del pasado. El sentimiento de fracaso individual y colectivo se ha multiplicado bajo el paraíso socialista. ¿Será la autodestrucción uno de los derechos pregonados por el castrismo?

No hay comentarios: