viernes, 8 de agosto de 2008

LA CUENCA MUSICAL DEL CARIBE
Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2008-05-03.
La Cuenca del Caribe posee varios planos de composición que la unen. Primeramente, el geográfico, luego el histórico y el cultural. Los admito en este orden porque cada uno se extiende más allá del otro en diferentes momentos, períodos y épocas.
Desde el punto de vista geográfico, una cuenca es un territorio cuyas aguas afluyen todas a un mismo río, lago o mar. Examinado lo anterior y visto desde lo histórico, en la Cuenca caribeña se han desarrollado eventos fundamentales en el orden socio político y económico que contribuyeron definitivamente a la mezcla de culturas que favoreció el nacimiento de la sociedad multicultural contemporánea.
A mi modo de ver uno de los eventos definitorios de la acción cultural en la Cuenca del Caribe fue sin dudas la inmigración forzada de africanos mediante la Trata de esclavos. El desarrollo del comercio mundial, la entronización de zonas productoras regionales bajo el orden colonial y el sistema económico de plantación incrementaron la necesidad de fuerza de trabajo y en consecuencia, la importación de africanos. De una manera u otra, el elemento africano ayudó a reconfigurar una Cuenca hasta ese momento sujeta a límites geográficos meramente.
Los procesos de asimilación, transculturación y reajustes culturales ocurridos entre los espacios rurales y urbanos durante los siglos XIX y XX, lograron la aparición de un discurso musical que impregnara un territorio mucho más vasto que el impuesto por los límites geográficos.
Hay un Caribe musical que se extiende desde el territorio bahiano brasileño hasta la costa este de Norteamérica de Sur a Norte; mientras que desde el Este va del arco formado por las Antillas Menores a las costas del Istmo. Es el mismo Caribe de figuras como Gilberto Gil, la inmortal Celia Cruz, Arsenio Rodríguez, Bob Marley.
En lo particular, influyó la posición social de los agentes de ese discurso musical. Los miembros de la clase hegemónica desdeñaron siempre las funciones de servicio para cuyo desempeño utilizaron sus esclavos. A estos últimos se les impuso entonces el conocimiento y la apropiación de instrumentos musicales y normas culturalmente ajenos para ejercer la producción musical. Pero no se les pudo dominar el espíritu y su manera particular de hacer las cosas. Indudablemente, la expresión musical resultó, en ellos, transformada en un útil de resistencia espiritual ante la violencia del sistema esclavista.
A consecuencia de un evento histórico como la Revolución Haitiana, se comenzó a producir en la zona un desplazamiento demográfico que propició el reasentamiento en tierras cercanas de parte de su población y la consecuente asimilación y reproducción de modos y costumbres.
Este acontecimiento de singular importancia arrojó leña al fuego y produjo el incendio musical que hoy se traduce en notas desde el fenómeno de la música brasileña, el reggae, el zouk, hasta el jazz latino y la fusión como variantes de expresión musical y partes del mismo árbol genealógico.
Testimonios e investigaciones de historiadores y estudiosos de las expresiones musicales de nuestros países atestiguan lo anterior. Tenemos la presencia de las dominicanas Teodora y Micaela Ginés, establecidas en Santiago de Cuba y famosas como ejecutantes de una orquesta de baile, en fecha tan temprana como las postrimerías del siglo XVI. A consecuencia de la emigración francesa proveniente de Haití, en la ciudad citada se abrieron varios salones de baile, entre ellos el famoso El Tívoli, donde músicos venidos de Haití, derrocharon facultades musicales en las noches, mientras por el día impartían clases de música.
Valga aclarar que la profesión de músico era una opción de ascenso social para negros y mestizos libres al situarse en una zona socio profesional intermedia. En 1830, numerosos negros y mestizos se habían colocado en la preferencia de un público que no desdeñaba las orquestas de baile compuesta por músicos negros y mestizos. Fe de esto en tenemos la existencia de agrupaciones como La Concha de Oro del Claudio Brindis de Salas, violinista y compositor, además de padre del extraordinario violinista Claudio José Domingo Brindis de Salas, conocido en Europa como el Paganini negro; también la orquesta Flor de Cuba, dirigida por Juan de Dios Alfonso, clarinetista, y músicos como Bernardino Vázquez, Ulpiano Estrada, más tarde, Faílde, creador del danzón hasta Valenzuela, director de orquesta y famoso instrumentista.
La extensión de la influencia musical caribeña no está solamente marcada por el elemento negro, sin duda fundamental, sino también por el desarrollo de corrientes de aceptación y reconocimiento por un público cada vez mayor y por los avances tecnológicos que la radio, las casas de discos y luego, la televisión utilizaron para la difusión comercial.
Al aunarse entonces toda una serie de factores de orden socio económico y cultural, propiciaron que la expresión musical producida en el Caribe ganara más proyección y que sus agentes culturales contaran con un radio de acción más abarcador.
Debido en gran medida a la atracción de los centros de desarrollo tecnológico y de poder económico empresarial, la emigración temporal o definitiva de importantes músicos negros en las décadas del 20 al 40 a los EEUU, trajo un aporte decisivo en el curso del desarrollo de estilos musicales en el siglo XX.
Gracias a ello en la actualidad, no es raro disfrutar de producciones como la del pianista Bebo Valdés junto a la voz de un cantante como el Cigala, una Misa a la Caridad del Cobre del también cubano Vitier, de igual manera que se disfrutan las piezas de Heitor Villalobos. Fin. LG/08.
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