miércoles, 30 de julio de 2008

Favores al enemigo. / Luís Cino.

En el recién finalizado VIII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), el debate arrancó lastrado desde el principio. Pese a lo que muchos prefieren creer, las reglas del juego estaban cantadas de antemano.

En su discurso ante el congreso, Esteban Lazo, miembro del Politburó y vicepresidente del Consejo de Estado, destacó la necesidad de “conciliar la política informativa de la prensa con los intereses de la dirección del país”.

“Las contradicciones pueden ser de forma pero nunca de principios, pues ambas se subordinan ante todo a la defensa de la revolución”, advirtió Lazo.

Pareció que antes de efectivamente solucionar el problema de lograr una prensa que no dé la espalda a la realidad, se trató de hallar nuevas justificaciones y pretextos para el estancamiento y las viejas lealtades. Siempre entre loas, aplausos y dándole al que no te dio.

Algunos creyeron ver en los debates (es probable que no estén mal encaminados) ciertos reflejos de la pugna entre facciones de la elite que mantiene en un limbo de incertidumbres el presente de la nación. De un lado, los retranqueros del inmovilismo. Del otro, los aperturistas con guantes y antifaz. Todos pendientes de sus temores, prejuicios y privilegios. Erróneamente creen estar bien advertidos de donde dice peligro.

Algunos de los participantes no están muy lejos de la verdad. José Alejandro Rodríguez, del periódico Juventud Rebelde, expresó: “El principal enemigo interno es el silencio y nuestros propios ataúdes podrían ser los armarios con cerrojos para esconder las dudas, los quebrantos y los sanos exorcismos con que debiéramos todos los días ejercer el periodismo, sin blasfemar del propio ángel de la revolución que nos ha conducido hasta aquí, más bien para salvarlo fortaleciendo sus alas”.

El colega, que tantas cartas desesperanzadas recibe en la sección Acuse de Recibo, debía saber mejor que nadie que las alas del ángel tienen gangrena. Sólo que prefiere ignorarlo o fingir que lo ignora. Es más saludable para él y para el viejo ángel de las alas enormes e inservibles.

El crítico de cine de la página cultural del periódico Granma, Rolando Pérez Betancourt, dijo estar bien advertido de las fatales consecuencias para el periodismo oficial cubano de la mentalidad de plaza sitiada. De callar ciertos asuntos para “no dar armas al enemigo”. De no saltar a una piscina sin agua. De preferir no tirar para no fallar el blanco.

El pueblo le pasó la cuenta sin compasión al periodismo oficial. Como no reflejaba la vida real, sencillamente dejó de creer en él.

No es un chiste. Pérez Betancourt culpa al imperialismo yanqui de buena parte de las deficiencias de la prensa oficial. Sólo la advertencia sobre la posibilidad de una implosión de la revolución, contenida en el discurso-testamento de Fidel Castro en la Universidad de La Habana, en diciembre del 2005, le reafirmó una vieja incertidumbre:

“¿No será que de tanto evitar darle armas al enemigo, de tanto contener los disparos hacia las deficiencias de nosotros mismos, le hemos hecho un importante favor al enemigo?”.

Elemental, colega. La prensa oficial aprendió demasiado tarde que sus zonas de silencio y su espalda vuelta a las penurias del pueblo son las que nutren al periodismo independiente. Ahora es demasiado tarde, princesa…Los cubanos, ante un atropello, vuelven los ojos a “la gente de los derechos humanos” y no a los periodistas de Granma o el Noticiero de Televisión.

Los ataques de Pérez Betancourt, Lázaro Barredo y otros de la comparsa contra los periodistas independientes, son sólo una sarta de sandeces. Aprendieron a leer en las mismas cuartillas que ellos. Decían Fidel y revolución y no estaban editadas en la Sección de Intereses norteamericana. Estuvieron sometidos a los mismos torturantes manuales marxistas. No hay razones para la enemistad. Algo en común debe haber, si exceptuamos la dignidad y el miedo.

A pesar de sus prebendas y sus vanas pretensiones de creerse los genios del tecleo, en el fondo, los oficialistas anhelan la independencia de escribir sin imposiciones (a excepción de Lázaro Barredo, que es feliz al frente del periódico Granma). Tirarían con gusto las etiquetas que le colgaron al oficio.

A propósito, el periodismo independiente (para el que Roly Pérez Betancourt decreta “ninguna libertad”) no trata de robar nada a los periodistas oficiales. Menos que nada, la libertad. Por el contrario, los hace más libres. Si no existiera un periodismo alternativo al oficial, tal vez el VIII Congreso hubiera seguido indefinidamente aplazado

Carta del Comandante en Jefe aparte, ¿no deseará Alina Perera Robio escribir sin camisa de fuerza ni cinturón de castidad? Lo digo porque la periodista confiesa que no le interesa “un socialismo gris, aburrido, chato” y mucho menos echar su suerte “en uno que no sea moral”.

¿No seducirá a Rosa Miriam Elizarde, un tanque pensante sub-aprovechado, la idea de tener un blog tan original (aunque esté “hosteado en Alemania” porque en su país no se lo permiten) como el de Yoani Sánchez, a quien tanto criticó por recibir un premio madrileño que no le permitieron recoger?

En el VIII Congreso, se debatió duro, hasta donde se pudo y lo permitieron, sobre la política informativa “dentro de la revolución”. Es un problema tan antiguo como Gutemberg, bromeó el general Raúl Castro en la clausura. Pero se va a resolver, dijo. Luego, se sonrió enigmático, no dijo más y dejó a todos “en eso”.

Pese al tono jocoso, la futura solución anunciada por el general-presidente, fue lo más serio y alentador que se escuchó en el VIII Congreso de la UPEC. Al menos, fue infinitamente más serio que proponer al presidente venezolano Hugo Chávez para el Premio Nacional de Periodismo José Martí. La insólita propuesta de los delegados de una emisora de radio santiaguera fue también, en cierto modo, “dar armas al enemigo”.

luicino2004@yahoo.com

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