viernes, 18 de julio de 2008

Dos fechas. / Miguel Iturria Savón.

En el calendario de las efemérides históricas de Cuba hay acontecimientos convertidos en comerciales políticos, mientras otros apenas son mencionados. En el primer caso tenemos, por ejemplo, el asalto al Cuartel Moncada por un grupo de jóvenes armados y dirigidos por Fidel Castro, el domingo 26 de julio de 1953. En la gaveta del olvido duerme el aniversario de la República, establecida el 20 de mayo de 1902 y desbordada por la revolución de enero de 1959. La distorsión del significado de tales hechos es un problema que enfrenta la historiografía.
Antes de la República hubo un largo período colonial y dentro de éste una “República en armas” en los campos de Cuba libre, de 1868 a 1878 y de 1895 a 1898. A esa república de manigua estampada en las constituciones de los independentistas, le sucedió una etapa de transición que dio paso a la independencia y a la verdadera República, mancillada por algunos generales y doctores entre 1902 y 1933, y por los revolucionarios que ocuparon el poder a partir del 4 de septiembre del último año; despojados a fines de los cincuenta por otros revolucionarios que asaltaron cuarteles, pusieron bombas y organizaron guerrillas contra la tiranía de Fulgencio Batista y Zaldívar, el sargento ascendido a coronel, a presidente y a general golpista.
Ha llovido mucho desde entonces, pero Cuba sigue siendo una República con otro apellido: de “neocolonial” pasamos a “socialista”, término que encubre medio siglo de dictadura de los hermanos Castro, quienes glorificaron los asaltos del 26 de julio de 1953 y enaltecieron otros hechos en los que participaron antes, durante y después de la toma del poder, en enero de 1959.
Los ataques a los cuarteles fueron un fracaso militar: trajeron muertes, represión y encarcelamiento, pero colaron en la escena nacional a los hermanos Castro, indultados por el Congreso de la República a propuesta del propio tirano.
Los nuevos caudillos sufrieron otros reveses, pero aprovecharon las circunstancias y los factores de cambio para encabezar una revolución popular, que traicionaron al aferrarse al poder y aliar al país a la antigua Unión Soviética, lo cual acentuó la dependencia de la isla y la distorsión del proceso nacional.
El resto es historia conocida. El totalitarismo multiplicó las cárceles, el éxodo, la censura, la miseria, la corrupción y otros males silenciados por los medios masivos de comunicación.
Cuando alguien habla cerca de mí sobre el 26 de julio, el desembarco del yate Granma o el triunfo de la revolución cubana, esgrimo una sonrisa pues pienso en la estafa que representan tales fechas. Me recuerdan el primer golpe de Estado protagonizado por Fulgencio Batista, el 4 de septiembre de 1933. Batista, como Fidel Castro, se creía revolucionario. Ambos ocuparon el poder y se convirtieron en tiranos. El primero se marchó en un avión hace medio siglo. Al segundo lo soportamos desde entonces. Sus nombres y sus efemérides son una pesadilla en la historiografía del país.

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