lunes, 13 de abril de 2009

El son del embargo. Por Miguel Iturria Savón.

A los niños de mi generación no les tocaban el son del embargo comercial. La ruptura de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados era un tema abstracto para nosotros. Crecimos con la sinfonía de los “vínculos indestructibles con la Unión Soviética”. El embargo era un rumor de violín desde la tribuna del poder. Algo sin ton ni son para quienes amábamos a los Beatles a pesar de los Papines y Pello el Afrokan.
Ni en la Universidad hablábamos del embargo o “bloqueo” aplicado por los Estados Unidos en 1962, cuando el gobierno revolucionario nacionalizó las empresas y propiedades de la nación norteña y convirtió al gran vecino en el gran enemigo. Ya entonces dependíamos de la Unión Soviética y del Bloque socialista europeo que, como sabemos, desapareció con la perestroika de Mijaíl Gorbachov entre 1986 y 1991.
Nuestras autoridades retoman entonces el tema del embargo, lo imponen como un son popular desde los medios de comunicación y los programas escolares. Lo venden fuera de la isla como un producto político; logran una atmósfera favorable al ritmo oficial. El embargo o “bloqueo”, a pesar de sus boquetes, es la principal bandera contra el enemigo. Bailamos al son que nos tocan, sin ton ni son, sin motivos.
El son del bloqueo es una campaña mediática demencial, un baúl para las ropas sucias del castrismo; sin embargo, no es un sonido agradable entre nosotros. El monopolio discográfico del Departamento de propaganda del Partido Comunista debería ser más original, todo es negociable en la era moderna. Pudieran cambiar el ritmo, estamos en tiempos de reggaetón no de guaracha o guaguancó. Basta con algunas propuestas sensatas en la mesa de las negociaciones. Los aires de Washington son favorables.
El bloqueo ya no sirve para justificar a la dictadura insular. Tanto el Presidente Obama como los congresistas y senadores de los Estados Unidos quieren modificar las relaciones entre ambos gobiernos. La guerra fría ha quedado atrás. A los hermanos Castro les toca ahora bajar la parada, dar pasos concretos para normalizar la situación diplomática con el gran vecino.
La mayoría de los cubanos no saben que desde el 2001 el Presidente Bush accedió a vender alimentos y medicinas a nuestro país. Estados Unidos es el cuarto socio comercial de la isla. Ahora se flexibilizan los viajes de los cubanos que viven allá. Se habla de intercambios como paso previo al cese total de las regulaciones que sobreviven. ¿Qué esperan los hermanos Castro para tender el puente y dejar la soberbia?
Muchos cubanos tampoco saben que el antecesor de Bus (Clinton) fue forzado por el castrismo a firmar la Ley Torricelli ante el derribo de las avionetas de los Hermanos al Rescate y otras acciones hostiles ordenadas por el comandante en Jefe. Ojalá no suceda algo así en estos días.
La política de la victima asediada toca fondo. Al “desbloqueo” externo debe sucederle el desbloqueo interno, es decir, la transición a la democracia, las elecciones libres, la liberalización de las fuerzas productivas y el reconocimiento de los derechos de los cubanos a vivir y pensar sin las reprimendas del Estado.
Los cubanos de a pie aborrecemos los tambores de la guerra. La vida no es una parranda política. Es más agradable el violín de la normalidad.

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