lunes, 4 de mayo de 2009

El mismo cuento. Por Miguel Iturria Savón.

Mayo es un mes cálido y lluvioso pero comienza con un desfile que evoca un suceso del siglo XIX. El hecho no ocurrió en La Habana sino en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, donde la celebración es menos espectacular que en nuestra capital y en otros pueblos de Cuba, en los que los actos y las consignas marcan la memoria colectiva de varias generaciones.
Si no fuera por el discurso del Secretario general de los sindicatos y por las historias que ofrecen la radio, la televisión y los periódicos cada primero de mayo, millones de personas no estaríamos al tanto del sacrificio de aquellos trabajadores que reclamaban sus derechos en 1881.
Es bueno recordar las fechas históricas, pero cuando la evocación es convertida en espectáculo político con tantas banderas, discursos y metas resulta sospechoso pues detrás del pasado se encubren problemas e injusticias actuales.
Yo fui uno de esos adolescentes movilizados a la plaza por la escuela. Para nosotros el primero de mayo era un día festivo, no luctuoso. No escuchábamos los discursos ni veíamos el desfile. Tan pronto el ómnibus parqueaba cada cual cogía por su rumbo, en busca de la novia o del amigo que viviera más cerca del lugar del retorno. Éramos simples átomos que escapaban del tumulto, una cifra en las estadísticas de un régimen que mira al pasado para secuestrar el presente.
Aunque la dictadura del proletariado no es más que un mito, la exaltación de sucesos como el primero de mayo resulta imprescindible por su valor simbólico. Los obreros no son libres ni gobiernan el país, pero se les hace creer que detentan el poder y que viven bajo su propio paraíso.
Como la prensa acreditada en la isla reporta el desfile en base al guión entregado por las autoridades, éstas organizan cada detalle para demostrar el “apoyo incondicional del pueblo al socialismo”. En este juego de apariencias los sindicatos actúan “como polea de transmisión del Partido comunista”. Solo una voz se proyecta al mundo bajo tinglado de la dictadura.
No vale la pena describir los métodos de movilización, los estímulos previos, la coacción psicológica ni el papel de los medios de comunicación en la movilización de las masas el primero de mayo. Para los cubanos de la isla o del exilio eso sería tan aburrido como los discursos y los carteles que casi nadie escucha ni lee.
La celebración es, en cierta medida, un problema de atmósfera; un acto de legitimidad y propaganda; un ritual hacia afuera. El discurso del poder necesita los altoparlantes y la liturgia pública para perpetuar el dominio de una minoría burocrática sobre el resto de la sociedad. Mientras obtenga la complicidad de millares de ciudadanos gobernarán al país como a un rebaño.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

WOW Miguel. Primera vez q leo tu blog y estoy muy emocionado por ello. Gracias.

Anónimo dijo...

Cuando era estudiante, en la asignatura de marxismo -leninismo--Nos enseñaron lo que era la explotación del hombre por el hombre--
Miguel te invito a que hagas un trabajo sobre el desdoble de esta explotación por parte del estado cubano, cómo piensan los trabajadores acerca de sus sueldos, sus privaciones, su futuro, me resultaría interesante leer tú enfoque de este tema.
te saluda
Camposanto