miércoles, 27 de mayo de 2009

El permiso de los gays. Por Miguel Iturria Savón.

Desde hace unos años los gays y las lesbianas de Cuba pueden seguir el destino de sus hormonas sin buscarse problemas con las autoridades a excepción de la policía, que aún los hostiga a pesar de contar con el apoyo de Mariela Castro Espín, hija del Presidente y sobrina del Comandante en Jefe, quienes promovieron la homofobia y la exclusión en el pasado, pero ahora admiten la diversidad sexual como mampara de otros cambios.
El tema es promovido por el Centro de Educación Sexual (CENESEX) bajo la batuta de la citada Mariela, que organizó el evento teórico del 2008 y acaba de finalizar el del 2009, ambos en el Pabellón Cuba, ubicado en La Rampa, donde hubo paneles y se presentó un libro, una revista y un Cd con un relato de Miguel Barnés, Presidente de la Unión de escritores y artistas de Cuba, quien asistió a la Marcha contra la Homofobia, celebrada en las calles aledañas a ritmo de conga y banderas multicolores, todo un suceso para el morbo colectivo y la prensa extranjera, que lo apreció como un acto de diversidad y apertura.
Damos la bienvenida al culebrón anual sobre los gays y las lesbianas. Ellos merecen respeto por su opción personal y la incorporación sin recelos a todos los peldaños de la sociedad. Reconocer sus derechos es un acto de justicia. Llama la atención, sin embargo, el intento de apropiación política sobre un tema que trasciende la conjura y la promoción ideológica.
El pretendido control de la homosexualidad y el lesbianismo por la hija de un mandatario que envejeció en el poder, resulta sospechoso. La impostura es evidente por muy sexóloga que sea la Mariela. ¿Sabrá esta señora que existen otros derechos excluidos bajo el reino edificado por sus mayores? ¿Será una rebelde consagrada a una nueva causa bajo la sombra de su padre? ¿Cómo creer en la sexualidad revolucionaria si esta margina a los homos que no bailan la comparsa socialista?
El derecho de los gays trasciende las campañas mediáticas o educativas; no es algo trivial para evitar otras marchas y cambios necesarios. La libertad de expresión, de prensa, asociación, de entrar y salir del país sin permiso y vivir sin la tutela estatal, es imprescindible para saltar la miseria y transitar hacia la diversidad promovida por la oposición pacífica sin tanta algarabía y fuegos fatuos.
Cincuenta años es mucho tiempo para dominar a una sociedad que penaliza hasta la filiación sexual. ¿Cómo hablar de diversidad y de espacios para la reflexión, si pensar es un delito y defender los derechos humanos es un reto que termina en la cárcel?
El amor es expresión más que intercambio. Ha cambiado algo la mentalidad, cambiemos las leyes para incorporar a todos al concierto ciudadano. Más que un desfile a ritmo de conga es preciso enterrar los muros de exclusiones levantados por el castrismo contra los cubanos.

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