miércoles, 27 de mayo de 2009

La sal del Padrino. Por Miguel Iturria Savón.

La sal del padrino. / Miguel Iturria Savón.
El engaño del padrino sigue en el hit parede de la radio cubana. Hasta los amantes de la música culta mueven los pies y repiten los estribillos del reggaetón de Cola Loca, agrupación que supera a Baby Lores, El Chacal y El Insurrecto, cuyos textos irreverentes son coreados por jóvenes y adolescentes que siguen también a los raperos de Doble Filo, Aldeanos, Papo Record y Obsesión.
El contrapunteo rítmico entre el ahijado y el padrino es una crónica satírico-musical, casi un retrato de la desesperanza de quienes acuden a ganguleros, paleros, santeros y babalawo para resolver un maleficio, neutralizar la brujería que le echaron en la puerta, pedir salud para el hijo enfermo o alejar al muerto que le sigue los pasos.
Las gentes de a pie se identifica con las alegorías y circunstancias del ahijado y ríe con los pretextos del padrino que pide demasiado para “quitarle la sal de encima”, una sal que no depura ni alivia malestares pues es “cosa mala, salación y desgracia”, por lo que hay que pagar la consulta y asumir los problemas profetizados por el Obba o el Babalawo, cuya cadena revela la perspectiva de sucesos del que toca a su puerta en vez de consultar al psicólogo o el psicoanalista.
Ante los obstáculos y conflictos la gente busca asideros en las religiones, especialmente en las de origen africana, cuyas deidades compiten con la tradición católica y el ateísmo escolar. Se ha puesto de moda dar un “toque de tambor” para pagar una promesa o hacerse santo (iyabó) por razón de salud o para “desarrollar el muerto” que se comunica con “la prenda”. Si no tienes “camino de Ifá” no serás babalawo, pero podrás “rayarte” y ser “Palero”, que es un tratado directo con el muerto y exige un cuarto religioso en tierra, donde se montan las prendas para curaciones y brujerías.
Como los caracoles “dicen” el signo que traes, en un monosocongo o cuarto religioso la ganga se corresponde con el santo escogido, cada cual con su muerto. Ogún, Yemayá, Ochún, Obatalá y San Lázaro son más populares. El santero no trabaja con la prenda, sino el gangulero, con crucifijo si es para bien o sin este si es para mal. Si no hay muerto no hay fuerza.
Los ahijados, los padrinos, la preparación de las ceremonias, los collares, las consultas y la búsqueda de los ingredientes demandados por paleros y ganguleros obedecen a rituales ancestrales, pero la banalización de las prácticas corroe la esencia cultural de tales creencias. Los babalawo cobran en divisa o en moneda nacional, según el lugar y el origen. Si el aspirante viene de México o de España el filón es lucrativo. El Festival de raíces africanas –Wemilere- y los servicios de la Asociación Yoruba de Cuba, cuyo Presidente es Diputado a la Asamblea Nacional, son una muestra.
No todos los Babalawo son tan embusteros como el satirizado por Cola Loca, pero muchos cubanos quieren quitarse la sal de encima.

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