lunes, 4 de mayo de 2009

Ciudad en rojo. Por Julio Aleaga Pesant.

La disciplina me llevó al Cine Yara, en el céntrico 23 y L del Vedado, a visualizar la primera película de ficción de Rebeca Chávez. Las historias contadas por mi madre, miembro del M-26-7, detenida varias veces en el Vivac de Santiago de Cuba y de mi padre, un lector de Carta Semanal, el periódico interno de los comunistas originarios, me hacían cercana la historia.
Además, la lectura obligada por el plan de estudio de mi adolescencia de Bertillón 166, la única gran obra de Soler Puig, apuraron mis pasos hasta la sala oscura, donde descubrí un filme violento, aburrido, retórico y en blanco y negro. Referencia a la forma de escribir la historia, de Xenia Riverí y de ponerla en pantalla por Rebeca.
Salvan los largos minutos de la duración, de una película corta en el tiempo pero larga y aburrida en su visionaje, las actuaciones, la fotografía y Santiago de Cuba. La ciudad fue captada por la cámara de Jorge Alderete en toda su exuberancia tropical, sus luces y sus silencios. Sin embargo, su constante movimiento y el abuso de ángulos cooperan en el desequilibrado maniqueísmo de una película que narra la historia de manera monocromática.
Mario Guerra (el sastre Quico), Eman Xor Oña (un miembro del Partido socialista popular encargado de contactar con los terroristas) y Patricio Wood (capitán del ejercito nacional, esbirro desalmado), son los baluartes actorales de la obra.
El carisma y la versatilidad de Mario Guerra, puesto a prueba en el musical Benny, roba aquí el alma del espectador con la gracia propia de los santiagueros y su tendencia al choteo como conducta. Otro es el tema con Oman, el actor negro por excelencia del cine cubano de estos tiempos (Los dioses rotos, Frutas en el café), quien aporta la madurez y sobriedad propia al personaje. Por ultimo, el caricaturizado personaje del jefe del ejército, en las manos de Patricio, le suma complejidad y sorpresa a la obra en la tesitura que quiso ser contada.
El trabajo de arte, dirigido por Lesbia ven Dumois, se reciente por dejadez. La década del 50 del siglo XX no solo se refleja en nuestros “dignos y aguerridos” almendrones (popular taxi cubano), o por ser el último momento de la arquitectura moderna en la isla, hoy destruida por el paso del tiempo. Es mucho más que eso y a la película le falta precisamente “eso”, para reflejar la época.
Además, el incomprensible epílogo, con el video clip de X Alfonso, deja boquiabierto a los espectadores, que si bien asimilan la violencia propuesta, sujeta a acciones súbitas y no preparadas, como la incompresible muerte de Quico y su esposa (que deja vacio el filme), se convierte en el sumun de la incoherencia narrativa.
Rebeca Chávez no se metió en camisa de once varas al hacer una película ficción sobre héroes y villanos. Fue victima de su labor como documentalista de la dictadura, cuyos arquetipos se dan sin matices. Su obra sirve para amplificar el mito de la violencia de una época y la necesidad de la revolución, en momentos en que su ocaso es cierto.
Por suerte, al estreno de Ciudad en Rojo le antecedieron El cuerno de la abundancia y Los dioses rotos. aleagapensant@yahoo.es

1 comentario:

euskaldum dijo...

Tu resena sobre este filme es muy buena. Iré a verlo a pesar de lo que dices. Saludos, Miguel.