viernes, 27 de marzo de 2009

El fonógrafo M.H. Por Luis Cino.

El fonógrafo MH. Luís Cino.

No salgo del asombro luego de leer el ataque contra los periodistas independientes (sin derecho a réplica) que apareció el 18 de marzo en el oficialista y oficioso órgano digital de la Unión de Periodistas de Cuba. La estupefacción no es por los insultos, que en definitiva son los viejos epítetos gastados por el abuso y las sandeces de siempre, sino por quien firma: Lagarde.

Tanto disparate da pena. No puedo creer que este M. H sea el mismo Lagarde que hace muchos años escribía artículos costumbristas. No tanto por la avanzada edad que debe tener ahora, sino porque aquel era un periodista serio. Este de ahora (debe ser el hijo) parece un fonógrafo RCA Víctor. O mejor aún: el perrito que escucha la voz de su amo.

No calculaba cuan tenebrosos son los súper periodistas que prepara y adoctrina la CIA en la Sección de Intereses Norteamericana en La Habana. Tal vez sepa poco del tema porque sólo frecuento la SINA, con escalofríos de aprensión en el espinazo, cada una o dos semanas para poder enviar mis trabajos al exterior. No tengo otra forma de acceder a Internet. Tampoco de publicar en la prensa escrita de mi país.

Distraído que soy, nunca se me había ocurrido averiguar por el funcionario yanqui que da las órdenes, tampoco por quien lleva la nómina y reparte los cientos de dólares que corresponden a cada “mercenario”. Averiguaré con alguno de los que asistieron a las letales video-conferencias con que pretendieron entrenarlos.

A propósito, Oscar Mario González es uno de ellos. Como Lagarde, suele escribir artículos de costumbrismo. El diploma de la Universidad de la Florida que calza como testimonio gráfico el artículo de la UPEC, lo robaron un par de segurosos la última vez que detuvieron a Oscar Mario. Al utilizarlo, Lagarde se hace cómplice de los ladrones. El robo de un título universitario, ni mejor ni peor que otros, sólo prueba que el régimen odia la inteligencia. Que a M. H Lagarde le preocupe ese diploma me hace sospechar que teme la competencia.

A los periodistas independientes (por las condenas desmesuradas que desafiamos por escribir con libertad, creemos firmemente que somos independientes) nos gustaría que aquellos que nos acusan de calumniadores nos demostraran la viabilidad del comunismo verde olivo.

La mayoría (que por cierto, estamos contra el embargo norteamericano y cualquier otra forma de injerencia extranjera y a favor de la justicia social, aunque Lagarde y sus jefes prefieran pensar que son tácticas camaleónicas), nos conformaríamos siquiera con “el socialismo democrático y participativo” de que hablan Félix Sautié y otros en kaosenlared. El capitalismo salvaje nos asusta. Al fin y al cabo, sólo hemos vivido el socialismo, aunque sea en la peor de sus variantes.

El artículo firmado por M. H Lagarde fue el modo de la UPEC de conmemorar el encarcelamiento de más de una veintena de periodistas independientes hace exactamente seis años, durante la ola represiva de la primavera de 2003. Las cosas no han cambiado demasiado. Es palpable el tonillo amenazante, ahora también contra los blogueros. A estos, en futuras razzias no los podrán acusar de ser empleados de la SINA. O vaya usted a saber, que por Villa Maristas tienen más imaginación que Julio Verne.

Claro, la represión no va por Lagarde. Escapa de las telarañas de su catacumba. M.H se limita a repetir las pendejadas que le soplan y encargan amplificar desde el Comité Central del Partido Único, la oficina de Tubal Páez en la UPEC y el Departamento de Seguridad del Estado. ¡Infeliz!
Arroyo Naranjo, 2009-03-19
luicino2004@yahoo.com

miércoles, 25 de marzo de 2009

Paranoia popular. Por Miguel Iturria Savón.

Un amigo que finaliza los estudios de inglés en una escuela de nivel medio de Ciudad Habana, me decía que su profesor orientó como tarea de fin de semana una composición sobre una personalidad de las ciencias, las letras o la vida política de notable influencia social. Hubo quien escogió a Newton, Einstein, Shakespeare, Hemingway, Gandhi, Gorbachov.
Alguien mencionó a Fidel Castro. Al profesor le pareció bien, pero se puso en guardia. “Cuidado con lo que dicen de Fidel. Ya no es el Jefe de Estado, pero sigue al frente del Partido y es la máxima figura de Cuba. Recuerden que esta escuela es una institución del gobierno, al cual yo represento ante ustedes”.
Me dice el amigo que “la temperatura del miedo no subió entre los alumnos; sentimos pena por el profesor, un hombre apagado de casi sesenta años, que lleva treinta en la docencia, en el mismo lugar. Pensó que una simple composición sobre un líder mutilado le crearía problemas. Imaginó fantasmas entre nosotros…”
El tema es recurrente. Hay ejemplos puntuales en otros centros de enseñanza. Los maestros, como los funcionarios, tienen miedo. El miedo paraliza la expresión de los alumnos y profesores. Imaginan que detrás de cada pupitre hay un delator encubierto, capaz de denunciar las opiniones divergentes. El adoctrinamiento ideológico desata suspicacias. La represión del pensamiento comienza en las escuelas primarias y llega a las universidades.
Recuerdo a un amigo de El Vedado que habló con la maestra y con el director de la escuela cuando su hijo comenzó la primaria. “Ustedes obligan a los niños a gritar consignas y decir mentiras; en casa le vamos a explicar las verdades al ayudarlos en las tareas. No quiero que mi hijo sea como el Che, el Che fue un guerrillero con mentalidad de asesino, un ministro incompetente e irresponsable; igual que Fidel Castro, el gran dictador de Cuba…”
-“Papá, por favor, no nos cree problemas; su propio hijo lo va a enfrentar; no podemos navegar contra la corriente. Si les dijéramos esas cosas nos botarían de la escuela”-
Mi amigo se mantiene en sus trece. El director y la maestra lo tratan con respeto y recelo. Ellos saben que él tiene razón, pero están paralizados por la paranoia colectiva. No piensan, repiten las mentiras de los programas escolares; más no se sienten cómplices de la dictadura comunista. Prefieren hablar de la tiranía de Batista. Creen que los problemas del presente serán analizados en el futuro.
Es evidente la mentalidad codificada. Predominan los conceptos preestablecidos, como en la escolástica medieval. La gente ajusta sus opiniones a la moral media. Saben que hay figuras intocables y temas tabúes. Hacerse el sueco es una forma de sobrevivir. Poner la luz verde evita los enfrentamientos.
Tales actitudes son lamentables. La obligación de expresar lo que sentimos, sin miedo ni recelos, es un derecho y un deber de las personas. Los maestros y profesores deberían saberlo.

Jonroneros cubanos. Por Miguel Iturria Savón.

El Clásico mundial de béisbol que concluyó el 23 de marzo en San Diego, Estados Unidos, mantiene en vilo a la afición cubana aunque nuestro equipo llegó cabizbajo a La Habana al caer por segunda vez con Japón. Cuba es uno de los grandes pero gana y pierde como cualquiera.
A los atletas les queda otras oportunidades dentro y fuera de la isla; a los aficionados la especulación, las estadísticas y la evocación de las hazañas del pasado. En la “Esquina caliente” del Parque Central un ex jugador mencionaba ayer a los grandes lanzadores y jonroneros de Cuba. Alguien lo interrumpió para decir que Frederick Cepeda bateó tres jonrones y promedió 600 en el Clásico. Otros exaltaron a Ichiro Suzuki, “el samurái”; a los puertorriqueños Iván Rodríguez y Carlos Delgado, al yanqui Kevin Youkilis y el japonés Ahoki, quien bateó 7 hits contra Cuba en 10 veces al bate.
Para contribuir con la euforia colectiva evocaré a los magos del bateo, pues los jonroneros crean un instante de gloria que hace delirar o enmudecer a los fanáticos. El japonés Sadaharu Oh, retirado en 1980, disparó 868 vuela cerca en 22 temporadas. Le siguen tres estadounidenses de Grandes Ligas: Babe Ruth, que conectó 714 entre 1914 y 1935; Hank Aaron, jubilado en 1975 con 755 cuadrangulares en 23 años y Barry Bonds, máximo bateador profesional con récord de 73 imparables en el 2007.
En Cuba, tan cercana a los Estados Unidos, tenemos figuras estelares desde el siglo XIX, como Antonio M. García, Francisco Delabats, Valentín González, Rafael Hernández, Ricardo Cabaleiro, Alfredo Arcaño y otros bateadores. En la primera mitad del XX las estadísticas señalan a celebridades como Luis Padrón, Cristóbal Torriente, Julián Castillo, Roberto Ortiz, Pedro Formental, Roberto Estalella, Silvio García, Orestes Miñoso, Rafael Noble, Claro Duany, Panchón Herrera, Julio Bécquer y peloteros de fuerza que no llegaban a 100 jonrones. Entre los más renombrados están Cristóbal Torriente por sus tres cañonazos contra los Gigantes de New York, el 6 de noviembre de 1920 en el Almendares Park; Richard Dick Sisler, del Club Habana, por sus 4 jonrones en los juegos del 23 y el 24 de enero de 1946, y Orestes Miñoso con 5 los día 9, 11, 14 y 15 de noviembre de 1952.
La tradición beisbolera continuó con las Series nacionales a partir de 1962. Entre los hombres de poder se impusieron Miguel Cuevas, Raúl Reyes, Pedro Chávez y Felipe Sarduy. Cuevas con 83 pelotas desaparecidas en 13 temporadas y Sarduy con 97 en 21 campañas devinieron íconos de los años sesenta. Brillaron después Agustín Marquetti (19 jonrones en 1969), Armando Capiró (22 en 1973), Pedro José Rodríguez (28 en 1978 y 286 en 15 años), Antonio Muñoz (370 en 24 series) y otros beneficiados por la caída del pitcheo durante el uso de las bolas vivas y los bates de aluminio, entre 1977 y 1999.
Entre los vuelacercas de entonces aparecen, con más de 200 jonrones, los matanceros Lázaro Junco, Juan L. Baró y Julio G. Fernández; el capitalino Pedro Medina; los habanistas Juan C. Millán y Romelio Martínez; los villareños Víctor Mesa, Oscar Machado y Alejo O Relly; el espirituano Lourdes Gourriel, el más oportuno en los encuentros internacionales; los camagüeyanos Leonel Moa y Reinaldo Fernández, y los pinareños Luis G. Casanova, Fernando Hernández y Lázaro Madera. La superestrella de la fiebre jonronera fue el santiaguero Orestes Kindelán con 487 en las series nacionales (30 en la Selectiva de 1986) y 102 en otros torneos. Seguido por Lázaro Junco (405) y Omar Linares (404).
La mística de los dioses del bateo continúa en el béisbol cubano de principios del siglo XXI. Ahora desaparecen la bola con frecuencia los espirituanos Yulieski Gourriel, Eriel Sánchez y Frederick Cepeda; los santiagueros Alexei Bell, Rolando Meriño y José J. Ruiz; el industrialista Alexander Mayeta; el pinareño Yosvani Peraza; el cienfueguero Osvaldo Arias y el tunero Joan C. Pedroso. Tal vez les falte la arrogancia y la fama de algunas figuras del pasado, pero sus batazos conmueven a los aficionados.
Más no basta con los grandes batazos, nuestro béisbol debe revisar sus patrones de juego, conceder libertad de contratos a los atletas, trabajar más el pitcheo, el toque de bola, el robo de bases y otras técnicas que inciden en las victorias y conmueven a las graderías.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Mente codificada. Por Miguel Iturria Savón.

Un abogado de Mayarí que ejerce en un bufete municipal de La Habana, me contó que antes de establecerse en la capital asumió la defensa de un joven del pueblito de Levisa que un día festivo vociferó algunas palabrotas en plena calle contra Fidel, por lo cual fue detenido por un policía que lo acusó de denigrar al Comandante en Jefe.
Meses después, en el juicio, el abogado asumió como tesis de defensa que el joven no se refería a Fidel Castro Ruz, sino al mecánico de igual nombre, un tipo de su barrio con fama de borracho y mentiroso. El juez pospuso la sentencia para verificar la versión del letrado pues en la acusación no aparecía el apellido del ofendido.
En la otra sesión del tribunal el juez, que “en los pueblos de oriente se comporta como un alcalde de barrio”, escuchó a los testigos, al detenido y al letrado de la defensa antes de dictar sentencia. El magistrado dijo:
-“Hemos comprobado que existe en el pueblo un vecino del acusado que se llama Fidel, el cual es mecánico de televisión y actúa con deshonestidad; pero estamos seguros que usted es responsable porque en Cuba hay un solo hijo de puta con ese nombre. Eso se penaliza con privación de libertad de uno a tres años por la figura agravada de desacato, prevista en el artículo 144 (incisos 1 y 2) del Código penal”-
La anécdota del abogado y el juez vienen a cuento porque días atrás asistí a un juicio similar en un tribunal de Ciudad Habana, que juzgó a dos jóvenes que llevaban seis meses de prisión preventiva por el delito de desacato a las figuras del Comandante Fidel y su hermano Raúl Castro, actual Presidente del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba.
Supe en el juicio que los acusados bailaron en las aceras de su barrio, mientras cantaban “Abajo Fidel, abajo Raúl, nos vamos pá la Yuma”. La fiscal presentó como testigo a la presidenta del CDR de la cuadra, quien bailó y canturreó la misma estrofa para ilustrar la denuncia. Según la abogada, los jóvenes solo demostraron su alegría por la partida y su descontento con el gobierno de los Castro. “La euforia de estos muchachos no constituye amenaza, calumnia, difamación, injuria ni ofensa a los mandatarios. Las palabras abajo… es, en todo caso, expresión de desacuerdo; no implican incitación a nada”.
Pero la fiscal se mantuvo en sus trece, no pensó en los argumentos de la defensa, en los meses cumplidos en prisión por los jóvenes acusados, ni en la alegría desatada por la partida. Para ella, lo expresado fue una herejía prevista y sancionada en el artículo 144, incisos 1 y 2, de la Ley 62 del Código penal.
El juicio reciente y la anécdota del viejo abogado oriental integran nuestro folklor jurídico, pero demuestran la mentalidad codificada de muchos jueces y fiscales de Cuba, donde hay nombres y cargos que limitan hasta el pensamiento.

Canarios en Cuba. Por Miguel Iturria Savón.

Por prejuicios más que por motivos étnicos, culturales y económicos, casi nadie habla de su origen africano en Cuba, aunque la emigración forzosa desde ese continente trajo a nuestras costas a millares de esclavos que trabajaron durísimo y se mesclaron con los aborígenes, los europeos y los asiáticos contratados en Manila y Cantón a partir de 1840.
De África llegaron también los canarios, pero los pobladores de las antiguas islas de los guanches son blancos y pertenecían al Reino de Castilla, cuyas tropas colonizó al archipiélago del Atlántico en los años previos al descubrimiento de América.
Ahora que los hijos y los nietos de “los isleños” nacidos en Cuba pueden convertirse en ciudadanos españoles sin hacer los trámites en La Palma, Tenerife, Lanzarote, La Gomera, Fuerteventura, Hierro o Gran Canaria, encontramos a miles de paisanos que remueven su origen trasatlántico y piden por Internet el Certificado de nacimiento o la Fe de bautismo a los archivos de esa Autonomía de España.
Los canarios fueron tan numerosos en Cuba como los gallegos. Vinieron a trabajar en los cultivos del tabaco y marcaron la vida rural y urbana del país. A ellos se debe la proliferación del bohío y el vestuario que tipifica al campesino criollo. Nuestro primer poema (Espejo de paciencia) fue escrito por Silvestre de Balboa y Troya, quien viajó de Las Palmas a Camagüey antes de pasar a Bayamo, donde participó en el comercio de contrabando y en la captura del pirata francés que secuestró al Obispo Cabeza Altamirano en 1608.
Otros poetas, pintores, músicos, abogados, médicos y periodistas del mismo origen influyeron en la cultura cubana. El escritor jocoso Miguel J. Orihuela procedía de Gran Canaria. De allí vino también el famoso repentista Manuel “Cuquillo”, establecido en Cabaiguán. El pintor Valentín Sanz Carta, natural de Santa Cruz de Tenerife, dirigió la Cátedra de Paisaje de la Academia de San Alejandro de 1886 a 1898. El abogado y periodista José Morales Lemus llegó a La Habana desde Lanzarote. El célebre pianista y compositor Ernesto Lecuona era hijo del periodista canario que tuteló en Matanzas La Aurora del Yurumí en 1878.
Entre los canarios ilustres figuraron Francisco Cabrera Saavedra, precursor de la cirugía abdominal en Cuba; Leonor Pérez Cabrera, madre del líder independentista José Martí; Domingo Fernández Cubas, catedrático de medicina de la Universidad de La Habana y defensor de los estudiantes fusilados en 1871; los generales del Ejército Libertador Manuel Suárez Delgado, Matías Vega Alemán, Julián Santana y Jacinto Hernández Vargas. En el bando contrario estuvo Valeriano Weyler, Capitán general de la isla entre 1895 y 1897.
Hubo “isleños de España” que se destacaron en los periódicos y revistas y en las asociaciones de beneficencia, instrucción y recreo desde Pinar del Río hasta Baracoa. De 1864 a 1932 editaron en La Habana 17 publicaciones, entre estas El Mencey (1864), El Correo de Canarias (1882), La Colonia Canaria (1891), Heraldo de Canarias (1897), la Revista Islas Canarias (1911), El Guanche (1924), Patria Isleña (1926) y Tierra Canaria (1932).
En el mapa etnográfico confeccionado por la Fundación “Fernando Ortiz”, en el 2004, aparecen las asociaciones, los asentamientos, los flujos migratorios y las estadísticas de los canarios en Cuba, donde permanecían 1,142 naturales ese año, principalmente en Ciudad de La Habana, Sancti Spíritus, Villa Clara, Ciego de Ávila, Matanzas, Camagüey y Santiago de Cuba. Desde junio de 1992 se agrupan en la Asociación “Leonor Pérez Cabrera”, que registra entre sus afiliados a 36,276 hijos y 74,758 nietos de isleños.
Si la mayoría de tales descendientes se acogieran a la ciudadanía española estaríamos ante un éxodo a la inversa. De ese grupo étnico quedaría el Panteón canario del Cementerio Colón y el recuerdo de sus contribuciones a la cultura material y espiritual de la nación cubana.

lunes, 16 de marzo de 2009

Un pintor hispano cubano. Por Miguel Iturria Savón.




Aún viven en Cuba los hijos y nietos del pintor José Segura Ezquerro (Almería, España, 1997-La Habana, 1963), paradigma artístico de lo hispano-cubano, o de lo habanero-andaluz, pues sus retratos y paisajes trasladan al lienzo el alma de hombre y mujeres, callejones y bosques de la isla caribeña y de la “madre patria” que le vio nacer y formarse como profesional.
Don José, como le decían sus amigos cubanos, terminó en 1912 los estudios de dibujo en la Academia de Bellas Artes de su pueblo natal, donde fue discípulo del pintor sevillano Joaquín Costa y compañero de clases del futuro Walt Disney. Cinco años después obtuvo el título de profesor de dibujo en la Real Academia de San Fernando, en Madrid, de la cual pasó a la Escuela de Artes Gráficas de la misma ciudad. Al graduarse ejerció como ilustrador en Burdeos, Francia, mientras aprendía las técnicas más renovadoras con el célebre Leo Bertín.
Vino a Cuba con su padre en 1921 y permaneció una década en nuestra capital. Se insertó en la cultura insular y forjó familia con la poetisa y profesora Estrella Soto Morejón, madre de sus dos hijos, uno habanero y otro madrileño. En este período pinta muchísimo, realiza exposiciones y establece amistad con creadores vanguardistas como Víctor Manuel. El crítico Modesto Arocha afirma que Segura Ezquerro enseñó dibujo a sordomudos y anormales, y que en 1927 expuso una muestra de los mismos en un salón de La Habana.
La euforia popular por la instauración de la República Española lo llevó a su país, donde permaneció entre 1931 y 1939. La estancia fue muy productiva, pero la guerra y la tragedia nacional marcaron su vida, su obra y pusieron a pruebas su profundo cristianismo. Entre los cuadros de entonces perduran “Madre”, “Mujer vistiéndose”, “Española con mantón negro”, “Desnudo de mujer”, la serie “Viejo Madrid”, un “Autorretrato” y otros lienzos expuestos en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Regresó a la isla en 1939, junto a escritores y artistas hispánicos que huían del franquismo. Continuó pintando y expuso sus obras hasta su muerte sorpresiva. Ganó espacio en el ámbito artístico insular por sus numerosos retratos a personalidades y damas de la época, los cuadros de exteriores urbanos, los interiores en casas capitalinas, los bodegones (o naturaleza muerta) y los temas religiosos.
El pintor emigrado se caracterizó por el apego al realismo en sus enormes retratos, los cuales difieren de la técnica impresionista empleada en sus paisajes. De este período es su óleo monumental “La muerte de San Francisco”, ubicado desde 1948 en la iglesia del mismo nombre, en La Habana Vieja, donde aún es apreciado por turistas y religiosos.
Segura Ezquerro es, esencialmente, un retratista que captó con agudeza los rasgos psicológicos de las personas. Jorge Maribona, Armando Leyva, Juan J. Remos, Massaguer y otros contemporáneos le elogiaron la apropiación de la luz, el equilibrio insinuante de los colores y su maestría en el trazado de los ojos y las manos.
Como su obra artística circula entre Cuba y España no es fácil localizar sus paisajes y retratos, dispersos entre coleccionistas privados e instituciones públicas. Sus descendientes conservan en la isla una parte importante de su legado, exhibida en el desaparecido Centro Cultural de España en La Habana, entre marzo y abril del 2000. Desde entonces extrañamos a la “Negra con frutas” (1930), el “Viejo Madrid”, el “Callejón de San Francisco” (1960), el “Bodegón de los muñecos” (1956) y el mítico “Bosque de La Habana” (serie de los años 50).
Algo hay que hacer para que el tiempo y la desidia no devoren la obra de este pintor hispano-cubano, que dejó al morir en La Habana más de 300 óleos e incontables dibujos. Tal vez un libro monográfico con ilustraciones, un museo o una fundación que preserve y difunda su patrimonio, junto al de otros creadores exiliados que aportaron su talento a los cubanos de varias generaciones.

La Villa Panamericana. Por Miguel Iturria Savón.


El viernes 6 de marzo fui a la Villa Panamericana a una gestión personal. Al llegar a la entrada vi a un grupo de mujeres frente al aparta hotel Costa Azul. Pensé que las féminas hacían cola por un champú o un perfume rebajado de precio. Pero no, una dama otoñal, listado en manos, llamaba a las delegadas provinciales al Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas que se alojaban allí. Otras señoras forcejeaban en el colindante hotel Panamericano. Algunas miraban las artesanías que vendían en el Prado o curioseaban en los comercios instalados en la planta baja de las edificaciones del reparto.
La Villa Panamericana es una mini ciudad rodeada de instalaciones deportivas. Fue inaugurada en 1991. Está situada entre la Vía Monumental y la costa norte, a dos kilómetros de los modernos edificios de La Habana del Este e igual distancia del poblado de Cojímar, conectada con ambos por la Carretera que bordea la costa. Su privilegiada posición geográfica eleva su atractivo, acentuado por un conjunto habitacional de 3 y 4 plantas, que combinan el color blanco con el marrón de los ladrillos, en un intento por superar la horrible uniformidad constructiva del reparto Alamar, modelo urbano del socialismo repetido en otros puntos del paisaje insular.
Hay cierta movilidad arquitectónica en los edificios de la Villa Panamericana, cuyos balcones con cristales, las escaleras interiores, los comercios y oficinas y algunos detalles exteriores empalman con el Prado central arbolado y con los espacios diseñados a ambos lados de esa artería, encabezada por dos hoteles para turistas extranjeros pues, inicialmente, fue concebida como albergue de los atletas de los Juegos Panamericanos, celebrados en La Habana a principios de los noventa.
Al recorrer la Villa el viernes pasado me sorprendió la limpieza de sus calles, la diversidad de productos en las shopping, el buen funcionamiento de la Taberna, la Parrillada y el surtido de comidas en los kioscos de moneda nacional. En la Taberna conversé con tres jóvenes que tomaban cervezas y hablaban de mujeres. Uno de ellos le comentó al dependiente que no sabía que hacer pues el Secretario del Sindicato le entregó una pitusa, un pulóver y un par de zapatos para que asistiera al Acto de bienvenida a las Delegadas del Congreso femenino, pero él no estaba para eso.
-“Nada acere, si el tipo te descarga o te pide la ropa, le inventas un cuento y le pones 5 dólares en el bolsillo. A él le exigen pero es comprensivo. Yo tampoco voy a nada de eso pero le tumbo la coba”-
Al terminar la segunda cerveza bajé por el Prado. Al final entré en la Galería “Mariano Rodríguez”, antesala del Taller poligráfico. Esperé después a una amiga impuntual en el Parque de la izquierda, entre bancos y matas de coco. Descubrí entonces el enorme Parqueo techado de la derecha, sin autos y con la cerca en el piso, como si no se usara desde que se fueron los deportistas en 1991.
Mi amiga le puso fin a mi estancia en la Villa Panamericana, la mini ciudad del este de La Habana.

lunes, 9 de marzo de 2009

Farmacia especial. Por miguel Iturria Savón.

Hace unos días visité la Farmacia del Centro de Histoterapia Placentaria, ubicada en la calle 18, entre 43 y 48, Playa, Ciudad Habana, pues un amigo del interior me pidió que le comprara dos champuses filo activo y tres lociones para higienizar y estimular el crecimiento del cabello que, en su caso, disminuye cada día por razones de estrés.
Como el champú se vende en divisa y la mayoría de los cubanos no acceden a esa moneda no coincidí con ningún paisano, salvo el custodio y la farmacéutica que estaba en horario de almuerzo. Había, sin embargo, tres venezolanos, dos guatemaltecos y un boliviano que esperaban para comprar el producto, cuyo precio es de 5 pesos convertibles la loción y 10 el champú, costo aceptable para turistas y becarios de otros países que pagan con cheque de cooperación.
Mientras esperaba por la farmacéutica escuché la plática entre una seguidora del Presidente de Venezuela y una ex diputada de Guatemala que vino con la hija y supo del novedoso medicamento. La venezolana hablaba maravillas del gobierno de Hugo Chávez y de la cooperación del mismo con las autoridades insulares, de la cual ella se beneficia pues ha venido dos veces a tratarse unas manchas en las nalgas. “Todo sin costo, paga el gobierno que garantiza la salud, la distribución de petrocasas y otros programas de beneficio social…”
La guatemalteca escuchaba pero su hija, tan incrédula como yo, interrumpió la perorata con dos preguntas sobre el costo y la circulación del célebre champú en Cuba. Al sentirme aludido le dije la verdad:
-“Este tipo de producto apenas es conocido por los cubanos. No circula en nuestra red de farmacias, solo está al alcance de extranjeros y de gobiernos que lo encargan a la industria farmacéutica insular. Su precio no es asequible para la inmensa mayoría”-.
La llegada de la empleada evitó el debate. La venezolana me miró con sorpresa y se acercó al mostrador. Entre ella y su acompañante se llevaron dos cajas de lociones y dos de champú. El custodio los ayudó a introducir los cuatrocientos pomos de 200 miligramo en el maletero del microbús que los esperaba. La ex diputada de Guatemala y su hija solo compraron 10 artículos de cada fármaco y pagaron en efectivo. Yo adquirí 2 champuses y tres lociones; me fui en silencio.
Antes de abordar el ómnibus para El Vedado, en la Avenida 31 y calle 8, revisé la mercancía y pensé en la felicidad del amigo, quien vino tres veces desde Cienfuegos y no pudo ser atendido por el doctor Miyares Cao ni otro especialista del Centro de Histoterapia Placentaria, donde la divisa abre las puertas…
Días después, al entregarle la loción y el champú contra la caída del cabello, le advertí que si insistía en no ser calvo debía “luchar la divisa” y no dar viajes por gusto.
-“Estoy tratando de permutar para Venezuela, a lo mejor me empato con la chavista de glúteos manchados”-, dijo.

La torre Iznaga. Por Miguel Iturria Savón.


En el Valle de los ingenios, antiguo centro de riquezas agropecuarias, a solo unos kilómetros de las villas de Trinidad y de Sancti Spíritus, tropezamos aún con la majestuosa Torre campanario de la familia Iznaga, cuya fortuna e influencia en la vida colonial cubana empezó a declinar con la guerra de independencia de 1868.
Ubicado en el ingenio Manacas, una de las propiedades de los Iznaga, el monumento anuncia a los viajeros la cercanía a Trinidad, joya patrimonial del centro sur de Cuba, cuya bahía, montes y ríos circundantes la protegieron de algunos desastres naturales y de la barbarie de las guerras.
En ese entorno de historia, paisajes, poesía y leyendas perdura, cual soporte arquitectónico del antiguo Valle de los ingenios, la Torre campanario que domina la zona, junto a la nave que sirvió de almacén, la herrería, la enfermería, el caserío y el viejo cementerio de los esclavos que trabajaron en el trapiche de azúcar y en la hacienda de San Francisco Javier, adquirida por los Iznaga a fines del siglo XVIII.
El archivo local revela que hacia 1750, Manuel José de Tellería solicitó licencia al Cabildo de Trinidad para edificar un ingenio de azúcar y miel en las tierras del Corral de Manacanacú, al cual bautizó como San Francisco Javier en 1787.
La propiedad fue vendida después a un miembro de la familia Iznaga, cuyos descendientes ocuparon cargos en Sancti Spíritus y Trinidad, junto a los Valle y los Tellería. La imponente Torre campanario fue edificada a partir de 1830. La misma concilia el gusto estético y la opción religiosa de los dueños con la maestría de los anónimos artesanos criollos. Dispone de siete pisos y mide 43,5 metros, un desafío arquitectónico si tenemos en cuenta la época, el lugar y la finalidad de la obra, la cual llega al presente como expresión de la opulencia y la vanidad, pero entonces anunciaba los horarios de faena mediante campanadas que también llamaban a misa o advertían los peligros que asechaban a los lugareños por la presencia de cimarrones, incendios, tormentas y otros infortunios.
La función de atalaya convirtió a la torre del Manacas-Iznaga en el mirador más alto y atractivo del Valle de los Ingenios y en uno de los monumentos más singulares de la isla.
Fue restaurada en varias ocasiones desde fines del siglo XIX. En la reparación de 1987-1988 se le ubicaron las escaleras y entrepisos, adquiriendo una función museables y turística en medio de una fauna y una flora rural de valor endémico y patrimonial.
La excelente conservación de ese conjunto monumental, enclavado en una zona de valor histórico, arquitectónico y paisajístico, hizo posible que la UNESCO declarara al Valle de los Ingenios como Patrimonio de la Humanidad, en diciembre de 1988.

Preocupación ciudadana. Por Miguel Iturria Savón.

Una semana después de las destituciones y nombramientos realizados por Raúl Castro Ruz para lograr “una estructura más compacta y funcional en la administración central del Estado”, la gente sigue hablando sobre las figuras desplazadas del poder, principalmente del Vicepresidente Carlos Lage Dávila y el Canciller Felipe Pérez Roque, lo cual resulta asombroso en un país como Cuba, donde estamos acostumbrado al silencio y la inmovilidad impuesta por los hermanos Castro, quienes detentan el poder desde 1959 y usan a los funcionarios como fichas de ocasión.
En las calles de La Habana las gentes preguntan y comentan sobre Carlos Lage, ex Secretario Ejecutivo del Consejo de Ministros, Vicepresidente del Consejo de Estado y miembro del Buró Político del Partido Comunista, el cual figuró en julio del 2006 entre los sucesores de Fidel Castro, a quien representaba en las cumbres internacionales.
El laborioso delfín del déspota ha caído en desgracia a pesar de los méritos acumulados durante más de dos décadas. Carlos Lage, de 57 años, era un tecnócrata gris y eficiente con prestigio dentro de la corrupta élite militar aupada por los Castro, quienes lo usaban como la cara más amable del régimen en el escenario mundial. La sustitución de este personaje y de José Luis Rodríguez García, Ministro de Economía y Vicepresidente del gobierno, demuestra que Raúl Castro no confía en los reformistas y prefiere a incondicionales de línea dura como José R. Machado Ventura, Ramiro Valdés Menéndez y José M. Miyar Barruecos, compañeros de la vieja guardia.
El caso del Canciller Pérez Roque se diferencia y converge con el célebre Lage. El apagafuegos del castrismo fue un defensor a ultranza de la dictadura que ahora lo tira a un lado. Converge por su edad (44 años) y por su protagonismo en las relaciones internacionales durante una década. El joven ministro era un pragmático de línea dura que perdió la confianza de los ancianos que rodean a Raúl Castro, más interesado en colocar a figuras sin voz que silencien las expectativas de cambio fuera de la isla.
Si “la institucionalidad es uno de los pilares de la revolución” y esta es identificada con el predominio indefinido de los hermanos Castro, no vale la pena especular por el destino de los funcionarios defenestrados; ninguno de los cortesanos despedidos apostó por la democracia y la modernización del país. Todos defendieron a una dictadura que viola los derechos humanos y frena el desarrollo del país.
Quien teme a las reformas no promueve a los reformistas. Los reformistas están en las filas de la oposición interna y de los compatriotas exiliados. Las propuestas de cambios aún son rechazadas por la dictadura que aupó a Carlos Lage, a José Luis Rodríguez García, Pérez Roque, Otto Rivero y otros figurones expulsados del camerino.
Si algo evidencia los cambios en la nómina del general Raúl Castro es la preocupación ciudadana por la constelación de momias ascendidas al Consejo de Estado para seguir hipotecando el futuro del país.

lunes, 2 de marzo de 2009

El ardor de los guerreros. Por Miguel Iturria Savón.

El 24 de febrero de 1895 es una fecha memorable en la historia de Cuba. Ese día comenzó la última contienda contra el colonialismo español. Hubo alzamientos en Baire, Ibarra y otras poblaciones. Los independentistas eran minoritarios, pero disponían de un líder y un partido político que canalizó la unión y los recursos de los emigrados cubanos en los Estados Unidos, donde residían José Martí y muchos oficiales de la primera guerra (1868-1878), quienes se trasladaron a la isla para encabezar las acciones.
El largo forcejeo económico y político entre la isla y la península atravesaba el tejido social y los patrones culturales, expresados en el conflicto de identidad nacional, sintetizada en la oposición entre lo cubano y lo peninsular, que el plano doméstico enfrentaba al hijo criollo con el padre español.
En la guerra anterior el conglomerado étnico cubano se transformó en nación, aunque España situó en la isla a 208, 597 soldados, de los cuales se quedaron 80,686, junto a 163,176 civiles que arribaron en el período como inmigrantes. Al finalizar la contienda, Cuba siguió siendo una colonia pero en condición de provincia, con partidos que competían por el poder dentro de las leyes metropolitanas, lo que favoreció la mecánica del voto y el derecho a elegir senadores, diputados, alcaldes municipales y gobernadores provinciales.
Entre 1878 y 1895 fue abolida la esclavitud (1886), empezó la lucha contra el racismo, se desarrolló la industria azucarera pero aumentó la inmigración española para contrarrestar el separatismo insular.
Más la evolución de la sociedad cubana conducía a la ruptura, pues España no podía seguir imponiendo su esquema de dominación, en crisis desde la firma del Tratado Bill Mac Kinley (1892), que beneficiaba la entrada de las mercancías insulares en el mercado de los Estados Unidos, principal inversionista de la isla y centro de avituallamiento de nuestros patriotas.
Para enfrentar a los independentista el Gobierno de España trasladó a la isla, entre 1895 y principios de 1898, a 220,285 soldados; además de los voluntarios movilizados en Cuba. El esfuerzo por aplastar a la insurrección contrastaba con la táctica del modesto Ejército Libertador, que disponía de casi 70,000 hombres mal armados y evitaba encuentros frontales, pues su objetivo era extender las acciones mediante pequeñas columnas de gran movilidad, que acosaban a las tropas coloniales y, a veces, entraban en los pueblos.
La extensión de la guerra hasta el extremo occidental de la isla, la aplicación de la tea incendiaria y la política de reconcentración de los campesinos en las ciudades condujo a la polarización de los bandos en conflicto, la destrucción de las riquezas y la intervención militar de los Estados Unidos, en abril de 1898, cuyas tropas contribuyeron a la derrota de España, que firmó el armisticio el 12 de agosto de ese año, previa destrucción de la escuadra del Almirante Cervera y la rendición de Santiago de Cuba, hecho que hirió el honor de los combatientes mambises, a quienes no se les permitió entrar a la ciudad ni asistir a las Negociaciones de Paz entre España y los Estados Unidos.
El ardor de los guerreros disminuyó durante la Ocupación militar norteamericana (enero de 1899 a mayo de 1902), cuyo gobierno saneó la isla, construyó acueductos y hospitales, restableció el flujo económico, modificó el sistema de enseñanza y creó el cuerpo jurídico que rigió a la República desde 1902.
Los sucesos desatados el 24 de febrero de 1895 gravitan aún sobre la historia de Cuba. Murieron más de 25 mil cubanos y casi 38 mil militares españoles. Hubo exilios forzosos, viajes sin retornos, industrias devastadas y campesinos que deambulaban como fantasmas. Los avances y retrocesos de la República, el triunfo de la revolución de 1959 y la conversión de esta en dictadura comunista estrangularon el destino de la nación.

Mono de feria. Por Miguel Iturria Savón.

-Yo te aseguro que todavía no es una momia, las momias no respiran, no reflexionan ni posan para la prensa. El “Caballo” es un Mono de feria vestido de Adidas-
-Quizás sea nuestro Quijote, un Quijote que manda desde la cama y recibe a visitantes ilustres. Pero su hermano, ¿quién es, Sancho Panza?-
-Ni Quijote ni Sancho. Fidel Castro reaparece como un mono amaestrado que se deja retratar y asusta con las estupideces que escribe. Raúl es su fantoche, el segundón de siempre, la Presidencia le queda grande.
Los hombres que conversan estaban sentados a mi lado, el sábado 21 de febrero en un banco del Parque central de La Habana, a unos metros de la estatua de José Martí y de los gritones de la Peña de béisbol que comentaban sobre el Clásico mundial. Al ver que yo leía El Nuevo Herald del día anterior, se acercaron para “echarle un vistazo”.
El “vistazo” fue de media hora. Se fijaron en la victoria del boxeador Yuriorkis Gamboa; en la nota sobre el Mono Jojoy, jefe guerrillero que agoniza en las selvas de Colombia; en el rostro de Arnold Schwarzenegger, Gobernador de California y paradigma de los forzudos. Rieron después con “Colón y el Tigre de la Malasia”, de Adolfo Rivero Caro, quien narra el desencuentro entre el Presidente de Guatemala y Fidel Castro.
El último texto del diario volvió a conectar a Arturo y Manolo con el ex líder cubano, al cual consideran un “Mono de feria” sin pensar en la altura angelical que le conceden los cinco presidentes de América Latina que visitaron La Habana entre enero y febrero.
La catarsis pública de los amigos del parque me estimuló a preguntarle algunas cosas mientras esperaba por la ruta 265 para ir al Cerro, motivo de mi estancia en el lugar.
A mis espaldas el Hotel Inglaterra y el antiguo Centro Gallego de La Habana; a la derecha el Cine Payret; al frente la Manzana de Gómez y el edificio del Centro Asturiano, añadido al Museo Nacional de Arte; a la izquierda el Hotel Parque Central. Hay personas que transitan, leen, discuten o miran las esculturas de las fuentes.
-¿Por qué piensan así de nuestro ex gobernante?
-Le voy a contestar porque usted lee un periódico de Miami que vale más que toda la prensa de Cuba, eso lo hace confiable-; dice Arturo, un mulato de unos 65 años, quien agrega:
- Fui alfabetizador, cortador de caña, profesor de secundaria básica y ahora estoy jubilado. Llevo 50 años bajo la comedia de los Castro, quienes siguen con el jueguito de la revolución y el imperialismo sin pagar los platos rotos del desastre. Es demasiado.-
-Pero esa forma de llamarlo…, digo, y Manolo me interrumpe:
-Yo creo que Arturo tiene razón, Fidel y Raúl no tienen nada nuevo que decir; prometen lo mismo, reprimen, controlan, prohíben, pero no resuelven los problemas de las gentes, que vive del invento. ¿Quién va a creer en el cuento del enemigo y el bloqueo si más de un millón de cubanos vive en los Estados Unidos y les va mejor que aquí?-
Manolo, de 61 años, fue oficial del Ejército y participó en las guerras de Angola y Etiopía. No trabaja desde que se licenció. Dice conocer al régimen por dentro.
-¿Y no creen en un cambio hacia la democracia en Cuba?
-¡El socialismo no cambia, se pudre! Aquí casi nadie cree en los cambios anunciados por Raúl Castro; eso fue una maniobra para ganar tiempo. Mientras el gobierno reciba el petróleo de Venezuela y las armas y dineros de China y Rusia todo seguirá igual. Seguiremos 20 años más entre la mentira y la pobreza-
El que habla es Manolo, el ex militar expulsado del Partido comunista por su negativa a integrar la reserva de las Fuerzas armadas.
-¿Y entonces, qué hacer?
-Mire, dice Arturo, lo peor es que mucha gente roba, inventa, se va en una balsa para los Estados o trabaja para el gobierno. Yo sobrevivo con lo que me envía mi hijo de Miami. Manolo hace negocitos.
La llegada del ómnibus que yo esperaba me dejó con el deseo de preguntarles sobre la oposición interna y las visitas de los presidentes de Ecuador, Panamá, Argentina, Chile y Guatemala, quienes desfilaron por La Habana y abrazaron a los hermanos Castro como a dioses tutelares.
Esta es una historia recurrente entre los cubanos. Hombres que trabajaron duro y están decepcionados. Identifican los problemas personales y colectivos con Fidel Castro, quien deja de ser el paradigma nacional para convertirse en “La Bestia”, “La Momia”, “El Fantasma” y el “Mono de Feria”.