miércoles, 29 de abril de 2009

El menú del desbloqueo. Por Miguel Iturria.

Si en la Cumbre del Alba celebrada en Cumaná, Venezuela, Raúl Castro Ruz recitó las cuentas pendientes contra los Estados Unidos y esgrimió el embargo como telón de fondo de los enfrentamientos con el enemigo para justificar a la dictadura más vieja del continente; en la recién finalizada Cumbre de las Américas, efectuada en Puerto España, capital de Trinidad-Tobago, el presidente norteamericano Barack Obama ofreció el menú del desbloqueo con propuestas que descontaminan las tensiones y favorecen la normalización de las relaciones.
“Estados Unidos busca un nuevo comienzo con Cuba. Ya he cambiado una política hacia Cuba que no ha logrado impulsar la libertad y las oportunidades para el pueblo cubano”, dijo Obama, quien agregó: “No vine aquí a debatir el pasado, sino a hacer frente al futuro…tenemos que aprender de la historia…hay un largo camino que podemos viajar para sobrepasar décadas de desconfianza. Mi administración está comprometida en una gran variedad de asuntos –drogas, migración, derechos humanos, libertad de expresión y reforma democrática…”
El líder norteamericano declaró: “El pueblo cubano no es libre. Esa es nuestra guía y rumbo en la política hacia Cuba”. Advirtió: “Ahora es el turno de Cuba. Castro debe empezar por reducir los altos impuestos que el gobierno cobra sobre el dinero que se envía desde el extranjero… podrían liberar prisioneros políticos…”
Las propuestas del mandatario coinciden con la solicitud de Raúl Castro de negociar sin condiciones previas y desde el respeto mutuo, lo cual puede ser engañoso pues décadas atrás el régimen insular liberó a miles de prisioneros, pero continuó con el enfrentamiento y acentuó la represión. Ahora Raúl Castro pretende intercambiar a los espías encarcelados en los Estados Unidos por decenas de presos políticos, lo que deja intacta la dictadura comunista, que cuenta con el apoyo de los presidentes de Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Venezuela, Paraguay, etc., quienes conciben a una Cuba unánime y paralizada, sin libertades ni derechos para su pueblo.
Las condiciones vuelven a ser propicias para la liberalización de la política norteamericana hacia Cuba, pero está por ver si el gobierno insular jugará con las fichas marcadas como hizo durante las administraciones de Carter y Clinton. Si busca pretextos para dinamitar las relaciones, como el éxodo masivo del Mariel en 1980, el hundimiento del remolcador “13 de marzo” y la apertura de las costas en 1994, o el derribo de las avionetas de los Hermanos al rescate en febrero de 1996.
Para moverse hacia el futuro y relegar los viejos debates como pide Obama, el castrismo tendrá que evolucionar hacia la apertura y dejar de culpar a los Estados Unidos por los problemas creados en medio siglo de centralismo estatal. La nación no es coto cerrado de ningún grupo.
Si nuestro gobierno se sujeta a sus leyes draconianas y olvida que la mesa del desbloqueo está servida, si prefiere usar lo que queda del embargo comercial como escudo de combate, entonces la esperanza y los sueños de cambio volverán a ser quimeras.

Los mitos de abril. Por Miguel Iturria Savón.

Como enero, julio, octubre y diciembre, abril es un mes cargado de fechas y consignas en la mitología bélica del castrismo, cuyos medios de comunicación nos bombardean con sucesos del pasado que secuestran el presente y entorpecen las autopistas del futuro.
Las contorsiones retóricas sobre ataques, desembarcos, batallas y victorias acaecidas entre 1961 y 1968 reiteran el discurso histórico del grupo gobernante, como si no bastara con la distorsión de los hechos, el comercio de los desafíos simbólicos contra los Estados Unidos, el tópico de la soberanía humillada y las leyes draconianas del régimen contra la población insular.
Si bien es cierto que el bombardeo del 16 de abril de 1961 a los aeropuertos de Columbia, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba fue el preludio de la invasión del día siguiente por Bahía de Cochinos, también es innegable que los pilotos y los expedicionarios eran tan cubanos como los hermanos Castro, a quienes enfrentaron por discrepancias ideológicas con la ayuda del gobierno de los Estados Unidos, cuyo presidente aceptó la intromisión sin permitir el desembarco de las tropas de su país, lo que hubiera dado al traste con la dictadura comunista que desde entonces cercena la libertad y los derechos de nuestro pueblo.
La denominada Victoria de Girón –Bahía de Cochinos es un nombre inapropiado- no fue un combate entre las tropas de los Estados Unidos y las fuerzas del gobierno revolucionario, el cual enfrentó otros desembarcos y alzamientos de compatriotas durante la Guerra civil contra el castrismo. Los invasores no fueron mercenarios al servicio de una potencia extranjera. Ellos, como los independentistas del siglo XIX y los luchadores contra Machado y Batista, utilizaron el escenario y los recursos del vecino contra una revolución que ya devoraba a sus propios protagonistas y se aliaba a la antigua Unión Soviética y al Bloque socialista.
Girón no es la primera derrota del imperialismo en América Latina. Ni entonces ni ahora el gobierno de los hermanos Castro hubiera resistido la invasión de los Estados Unidos. El fracaso de los cubanos que desembarcaron por la Bahía de Cochinos fue, cuando más, un error de la política norteamericana hacia la isla. El suceso ha sido sobredimensionado por la historiografía y la propaganda del castrismo.
Entonces como ahora teníamos excelentes propagandistas, capaces de convertir el forcejeo nacional en un hecho de trascendencia mundial, involucrar a terceros en nuestros asuntos, presentar a los opositores como agentes del enemigo y hasta justificar las intromisiones del gobierno cubano en Argelia, Angola, Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, El Congo, Etiopia, El Salvador, Nicaragua, República Dominicana, Panamá, Venezuela o los Estados Unidos, donde los agentes de Castro realizan espionaje y penetran a las organizaciones del exilio.
Nuestros propagandistas entretejieron el mito de un pueblo iletrado y alfabetizado durante Campaña de 1961, obviando que antes de 1958 más del 70 % de los cubanos sabían leer y escribir. Algo similar sucede con el embargo comercial aplicado en 1962 por el gobierno de los Estados Unidos. En vez de resolver el diferendo bilateral encubren los problemas del totalitario con las cortinas del embargo.
Mitificar la historia desde una visión unilateral y simplista es un método manido. Ya es hora de reescribir la cronología de abril y otros meses. El almanaque de la violencia y el mesianismo es una etapa fallida.

miércoles, 22 de abril de 2009

Poder real. Por Miguel Iturria.

En términos jurídicos el ius puniendi es la facultad real del Estado para ejercer el poder sobre el ciudadano ante el incumplimiento de la legalidad. Esa potestad descansa en los órganos coercitivos o instrumentos estales que hacen efectivas las leyes. Como contrapartida, el Estado debe asegurar los derechos y garantías de las personas y evitar excesos y arbitrariedades.
Los órganos coercitivos están formados por las fuerzas armadas, los cuerpos del Ministerio del interior, la Fiscalía y los Tribunales. Al parecer, en Cuba el poder real no está en el conjunto sino en una de sus partes: el Ministerio del interior. No debería ser así pues el MININT fue creado para velar por la tranquilidad ciudadana, restablecer el orden, auxiliar al resto de los órganos represivos en la lucha contra el delito y realizar las investigaciones correspondientes.
El Estado no es solo hegemonía. Es, como decía Rousseau, parte de un contrato social. El ciudadano delega su libertad para que el gobierno vele por sus intereses a través de la fuerza pública, la cual domina y hace efectivos sus derechos y garantías, tanto de la violación por terceros como de las presuntas arbitrariedades de los funcionarios que equilibran los intereses estatales y los derechos de las personas.
Esto no es posible si los órganos represivos se ponen por encima de las leyes y actúan con impunidad. Si convierten sus actos en secreto de Estado y en enemigos a quienes cuestionan sus excesos.
Si las Fuerzas armadas son un monstruo dormido con soldados sin vocación y oficiales que afilan las armas en espera de un desastre o una agresión, los órganos del Ministerio del interior cuentan con todos los medios para cumplir sus propósitos sin intervención real de terceros.
Ni la policía ni otras fuerzas del MININT dan publicidad a sus actos. El Laboratorio de criminalística, por ejemplo, es único y carece de contrapartida, lo cual impide cuestionar sus dictámenes. ¿Por qué hay que creer en los peritos que actúan sin la presencia de jueces ni abogados?
Con los detenidos tampoco se regula la presencia del defensor en el interrogatorio. Nadie controla los métodos utilizados por los oficiales. Hay presos con fines inquisitivos en las unidades de instrucción policial y en las cárceles del país, lo cual viola los derechos de esas personas.
Se dice que no hay manera de fiscalizar la actividad de un instructor policial ni de los oficiales de la Seguridad del Estado, quienes solo responden ante sus jefes y gozan de impunidad mientras respondan al mando supremo y al Partido comunista.
Las quejas de los operadores del derecho confirman que a los límites de las leyes se unen las prerrogativas de los instructores de la policía, quienes a veces impugnan las decisiones de los jueces o presionan a los fiscales para que modifiquen sus conclusiones provisionales.
Pero no solo en el procesamiento penal se aprecia el poder efectivo de ciertos órganos del Ministerio del interior. Los cuerpos de seguridad y protección de las empresas y centros de trabajo también actúan desde el secreto y la impunidad. La prepotencia encubre la ineficacia ante el robo y el desvío de recursos.
Sabemos que no es posible actuar lícitamente contra las arbitrariedades cometidas por los guardianes en las cárceles y otros centros de reclusión; Cuba no es un Estado de derecho pero sus agentes deberían respetar las leyes del régimen que representan. Al menos en las calles de la isla los policías y su red de informantes pudieran ser cuidadosos. Mientras menos piensa un policía mejor cumple las órdenes, más no todos son emigrantes con uniformes ni estúpidos en busca de ascensos.
Cuba es un circuito cerrado donde los derechos y garantías del ciudadano vuelan sobre el mar, la burocracia, las órdenes absurdas y la impunidad de los cuerpos represivos. Los órganos del Ministerio del interior ejercen el poder real.

lunes, 20 de abril de 2009

Forcejeo. Por Miguel Iturria Savón.

Mabel está desesperada, su esposo está preso desde hace tres meses y ella no sabe qué hacer. El abogado le pidió calma pues Manolo no ha sido juzgado, sigue bajo investigación policial pero no tiene antecedentes penales y las verificaciones complementarias son buenas. Todos dicen que es laborioso, servicial y que no se reúne con delincuentes ni opositores al gobierno. Tal vez salga del calabozo con una multa, previa firma del Acta de advertencia y la incorporación al trabajo en un centro del Estado.
Mabel y Manolo viven cerca de mi casa. Él pasó el Servicio militar con mi hijo y hacían pesas en el mismo gimnasio. El problema de este joven radica en su intento de sobrevivir al margen del Estado. Fue jardinero en la residencia de una cubana matrimoniada con un italiano. Ejerció después como albañil por cuenta propia, custodio de una discoteca y soldador de un taller que fabricaba lavaderos de metal.
Por eso lo detuvieron. Transportaba unas piezas reciclables que sirven de base para elaborar productos que por su precio y calidad competían con las shopping del gobierno. Su caso es, en principio, un problema de desvío de recursos estatales con fines privados. Robarle al estado es un delito, aunque se trate de objetos no inventariados en ningún almacén.
Conozco a personas en situaciones similares a la de mi vecino. Gentes laboriosas que forcejean por su independencia económica, pero no reciben licencia para montar su carpintería, taller de mecánica, soldadura o una mini empresa constructora. Hasta los permisos para taxistas, barberos, costureras o chapistas están “congelados” por las direcciones municipales de trabajo y por los órganos locales del gobierno.
El regreso al centralismo gubernamental en nuestra isla pone a millares de personas con un pie la cárcel. Los que insisten en sobrevivir sin marcarle la tarjeta al Estado arriesgan su libertad.
Las dependencias gubernamentales actúan como pulpos, pero sus brazos son insuficientes para controlar sus enormes recursos. Dentro de las fábricas, talleres, almacenes, comercios y otros centros laborales funcionan redes que “desvían” desde un martillo hasta un contenedor. El personal administrativo y los custodios a veces son cómplices del robo y la “venta por la izquierda”.
Cuando la policía detiene a un ciudadano con objetos de procedencia estatal, las preguntas apuntan hacia el suministrador. La sospecha recae en las entidades portadoras de tales productos o mercancías. Cuando el detenido revela las fuentes los funcionarios del centro señalado niegan su versión ante la visita del inspector policial, lo cual enreda las pesquisas o encubre el desvío.
Tales prácticas son habituales. La prensa oficialista las clasifica como la forma más generalizada de la corrupción en Cuba, donde el estado es dueño desde una bodega hasta las fábricas y los hospitales. La monopolización de los recursos, la devaluación del salario y el desinterés por la propiedad estatal crea un forcejeo constante entre las personas que tratan de sobrevivir por cuenta propia y el aparato burocrático que las encadena a sus leyes.

miércoles, 15 de abril de 2009

Filmes de abril. Por Miguel Iturria Savón.

Como la Cinemateca celebra el 50 aniversario de la fundación del Instituto cubano del arte y la industria cinematográfica, la cartelera de cine y video del mes de abril transcurre entre reposiciones, estrenos, homenajes y la Séptima edición del Festival de Cine Pobre de Humberto Solás en Gibara, que exhibirá 250 obras de producción reciente del 13 al 19.
Quemar después de leer y El extraño caso de Benjamín Button son los platos fuertes de la cinematografía internacional, que trae a las salas de estreno de La Habana el suspenso Vida de casados, de la realizadora norteamericana Ira Sachs; el filme mexicano Arráncame la vida, de Roberto Sneider sobre la novela homónima de Ángeles Mastretta; La duquesa, coproducción de Gran Bretaña, Francia e Italia inspirada en una historia de amor del siglo XVIII bajo la batuta de Saul Dibb; Mongol, de Sergei Bodrov acerca del legendario y temible Genghis Khan; el policíaco de Gavin O´Conor Código de familia y los dramas Una sombra al frente y Jugando sucio, de Perú y Estados Unidos; así como ciclos del cine español y coreano, la retrospectiva por el centenario de Joseph L. Mankiewicz en la Sala Charlott y la Semana de cine chino en el Riviera.
Coinciden en nuestros cines de estreno la comedia satírica Quemar luego de leer, de Joel y Ethan Coen, y el drama retro El extraño caso de Benjamín Button, de David Fincher con las actuaciones de Brad Pitt, Cate Blanchett y Julia Ormond, basada en un cuento de Scott Fitzgerald, autor de El gran Catsby y El último magnate. Estas producciones llegaron precedidas por los elogios de la prensa especializada, los galardones de festivales y academias durante el 2008 y la fama de sus actores, en especial el célebre Brad Pitt, quien hace un enorme esfuerzo actoral en el filme -largo y lacrimógeno-, que revela su inteligencia y sensibilidad para escoger personajes y directores.
La cinematografía cubana estrena el thriller político Ciudad en rojo, de Rebeca Chávez, y el documental Una historia en blanco y negro, dirigida por Gloria Arguelles y dedicado al laboratorito Restituto Fernández Lasa, cuyo trabajo es comentado por los cineastas que laboraron con él.
Ciudad en rojo es una reescritura fílmica de la novela Bertillón 166, de José Soler Puig, quien se inspiró en la lucha insurreccional de Santiago de Cuba durante la dictadura de Batista. Rebeca Chávez y Xenia Rivery seleccionaron algunos conflictos y personajes corales de la novela, la cual reflexiona sobre la violencia y sus consecuencias en jóvenes arrastrados por pasiones y circunstancias extremas a mediados del siglo XX. La historia y la política gravitan en la ficción, aunque no se cuenta la historia de nadie en particular, sino el clima de enfrentamiento que sacudió al pueblo oriental, cuya geografía se reconstruye en la película.
La realizadora retoma la épica que caracterizó a la filmografía insular en décadas atrás. Hay imágenes de archivo y un tono documental que contamina la ficción, lo que es lógico en una cineasta que procede del documental. Las actuaciones de Rafael E. Hernández, Eman-xor Oña, Yori Gómez, Carlos E. Almirante y Mario Guerra inclinan la balanza a favor de la ficción, que mitifica la violencia y exagera la represión en Santiago de Cuba.
En la cartelera de cine y video de abril hay propuestas para niños por la semana de receso escolar; se repondrá La primera carga al machete por su 40 aniversario y filmes del panorama internacional como la checa Mandrágora (1997), la española Una palabra tuya y la inolvidable Gánster contra charros.

lunes, 13 de abril de 2009

Con las barbas en remojo. Por Miguel Iturria Savón.

Supe por El Nuevo Herald que Alberto Fujimori no se inmutó cuando la Corte suprema de justicia lo condenó en Lima a 25 años de cárcel el martes pasado. El ex presidente de origen japonés condujo con firmeza al Perú de 1990 al 2000; etapa en la cual redujo la inflación y el narcotráfico, derrotó a las guerrillas marxistas y dejó un saldo económico favorable, pero salpicado por la corrupción y la violación de los derechos humanos.
La condena divide a los peruanos. Los seguidores de Fujimori la califican de excesiva y antidemocrática, mientras las víctimas y los defensores de los derechos humanos piensan lo contrario. Para el representante de Amnistía internacional el juicio fue un proceso ejemplar con implicaciones para el mundo y el continente.
El caso recuerda la detención de Augusto Pinochet en una clínica de Londres, donde el ex dictador chileno fue sorprendido por una orden del juez español Garzón, quien ganó celebridad por sus litigios contra personajes encumbrados dentro y fuera de su país. Evoca también la reciente sentencia contra el presidente Al Bashir por la Corte Internacional, cuyos jueces demandan al mandatario de Sudán por sus crímenes contra la población civil.
Aunque es casi imposible juzgar a los gobernantes que ejercen el poder, el susto que le dieron al general Pinochet, quien ya estaba retirado del mando; la orden de arresto contra el déspota africano y la condena de Fujimori en Perú revelan el reclamo de justicia de las víctimas de los caudillos que violan los derechos de los ciudadanos.
El caso de Cuba es representativo. Desde hace medio siglo los hermanos Castro se adueñaron del poder e impusieron un régimen que excluye, expropia, encarcela y censura con impunidad a la mayor parte de la población, de la cual se creen representantes perpetuos. Al generalizar la represión, ideologizar la enseñanza y convertir a los ciudadanos en clientes del Estado, estos hombres pasaron por las armas a miles de opositores, multiplicaron el exilio y el éxodo de los jóvenes, endeudaron al país y aún prohíben los más elementales derechos humanos.
Los crímenes de Pinochet son mínimos en comparación con los desmanes de la dictadura cubana, la cual ejerce el monopolio sobre los medios de comunicación y recibe el apoyo de la izquierda internacional y de los gobiernos que encubren su cooperación con el régimen.
Si Fujimori fue hallado culpable de impunidad y violación de los derechos humanos por ordenar el secuestro de un periodista y un empresario, o el asalto de dos barrios de Lima con el saldo de 25 muertos en 1991 y 1992; ¿por cuántos cargos pudiéramos encausar a Fidel y Raúl Castro, actual presidente de Cuba?
El Mesías y su profeta pudieran ser juzgados por miles de fusilamientos sumarios, secuestros y asesinatos, encarcelamientos a granel, traslado forzoso de habitantes de pueblos y caseríos, destrucción de industrias, expropiaciones de todo tipo e injerencias en otras naciones hacia donde exportaron la violencia revolucionaria.
Hasta el momento, el líder mutilado y su sucesor gozan de inmunidad gubernamental, pero deben estar inquietos por la sentencia dictada contra el ex presidente Fujimori. La impunidad tiene sus límites.

El son del embargo. Por Miguel Iturria Savón.

A los niños de mi generación no les tocaban el son del embargo comercial. La ruptura de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados era un tema abstracto para nosotros. Crecimos con la sinfonía de los “vínculos indestructibles con la Unión Soviética”. El embargo era un rumor de violín desde la tribuna del poder. Algo sin ton ni son para quienes amábamos a los Beatles a pesar de los Papines y Pello el Afrokan.
Ni en la Universidad hablábamos del embargo o “bloqueo” aplicado por los Estados Unidos en 1962, cuando el gobierno revolucionario nacionalizó las empresas y propiedades de la nación norteña y convirtió al gran vecino en el gran enemigo. Ya entonces dependíamos de la Unión Soviética y del Bloque socialista europeo que, como sabemos, desapareció con la perestroika de Mijaíl Gorbachov entre 1986 y 1991.
Nuestras autoridades retoman entonces el tema del embargo, lo imponen como un son popular desde los medios de comunicación y los programas escolares. Lo venden fuera de la isla como un producto político; logran una atmósfera favorable al ritmo oficial. El embargo o “bloqueo”, a pesar de sus boquetes, es la principal bandera contra el enemigo. Bailamos al son que nos tocan, sin ton ni son, sin motivos.
El son del bloqueo es una campaña mediática demencial, un baúl para las ropas sucias del castrismo; sin embargo, no es un sonido agradable entre nosotros. El monopolio discográfico del Departamento de propaganda del Partido Comunista debería ser más original, todo es negociable en la era moderna. Pudieran cambiar el ritmo, estamos en tiempos de reggaetón no de guaracha o guaguancó. Basta con algunas propuestas sensatas en la mesa de las negociaciones. Los aires de Washington son favorables.
El bloqueo ya no sirve para justificar a la dictadura insular. Tanto el Presidente Obama como los congresistas y senadores de los Estados Unidos quieren modificar las relaciones entre ambos gobiernos. La guerra fría ha quedado atrás. A los hermanos Castro les toca ahora bajar la parada, dar pasos concretos para normalizar la situación diplomática con el gran vecino.
La mayoría de los cubanos no saben que desde el 2001 el Presidente Bush accedió a vender alimentos y medicinas a nuestro país. Estados Unidos es el cuarto socio comercial de la isla. Ahora se flexibilizan los viajes de los cubanos que viven allá. Se habla de intercambios como paso previo al cese total de las regulaciones que sobreviven. ¿Qué esperan los hermanos Castro para tender el puente y dejar la soberbia?
Muchos cubanos tampoco saben que el antecesor de Bus (Clinton) fue forzado por el castrismo a firmar la Ley Torricelli ante el derribo de las avionetas de los Hermanos al Rescate y otras acciones hostiles ordenadas por el comandante en Jefe. Ojalá no suceda algo así en estos días.
La política de la victima asediada toca fondo. Al “desbloqueo” externo debe sucederle el desbloqueo interno, es decir, la transición a la democracia, las elecciones libres, la liberalización de las fuerzas productivas y el reconocimiento de los derechos de los cubanos a vivir y pensar sin las reprimendas del Estado.
Los cubanos de a pie aborrecemos los tambores de la guerra. La vida no es una parranda política. Es más agradable el violín de la normalidad.

La constitución de Guáimaro. Por Miguel Iturria Savón.

Cuando el primero de julio de 1940 los delegados de la Constitución se reunieron para firmar la nueva Ley de leyes de la República no lo hicieron en el Capitolio de La Habana, sede del poder legislativo, sino en Guáimaro, un pueblecito de la provincia de Camagüey donde el 10 de abril de 1869 los independentistas que desafiaban al colonialismo español rubricaron el primer texto constitucional de la República en armas.
Esa primera Carta constitucional fue una quimera; el sueño republicano de nuestros independentistas reflejaba la influencia de la Revolución francesa y de la Unión Americana. La República mambisa estuvo en las acciones y en el amor por la libertad; los “territorios liberados” volvían a caer en manos enemigas. Hubo otras constituciones de 1868 a 1878 y en la Guerra de 1895 a 1898, cuando cesó el dominio de España.
En aquella ocasión histórica del 10 de abril de 1869, solo 15 delegados presididos por Carlos Manuel de Céspedes dieron a la nación emergente sus normas jurídicas. La ponencia fue encomendada a Ignacio Agramonte y Arturo Zambrana, abogados al igual que Céspedes, quien inició la lucha armada en la zona oriental sin contar con el resto de los conspiradores.
La Constitución de Guáimaro fue un consenso, un acto de unión de las huestes independentistas, divididas entre Oriente, Camagüey y Las Villas, que recibían apoyo desde La Habana y de los patriotas exiliados en los Estados Unidos, principal centro de expediciones. La fecha, el lugar, los acuerdos adoptados y los 29 artículos rebasaron las expectativas de los delegados. Céspedes, Agramonte, Honorato del Castillo, Cisneros Betancourt, M. G. Gutiérrez, E. Machado, J. M. Izaguirre, Antonio Zambrana y otros legisladores iniciaron una tradición jurídica que trasciende las circunstancias.
En abril de 1869 la revolución estaba en sus inicios, era una guerra precaria y casi sin organización, predominaban el caudillismo y los antagonismos entre los departamentos, pero los líderes de cada región comprendieron la necesidad de unir los fines y los mandos. En Guáimaro designaron a un Presidente de la República en armas y a una Cámara de Representantes en la que radicaban los Poderes del Estado, por encima del Presidente y del General en Jefe; como si la República fuera una realidad y no el espejismo de sus lecturas y convicciones previas. No comprendieron que lo primero era la guerra, lo segundo la victoria y después la República.
La impaciencia de los delegados de Guáimaro reencarnó en la prisa y en la incertidumbre de otras constituciones mambisas y republicanas. Todas estuvieron signadas por las pasiones de sus artífices y los retos de la época. Ninguna fue obra de un partido o de una tendencia ideológica contra el resto de la sociedad, como la Constitución socialista de 1976, modificada en 1992, la cual refrenda los supuestos intereses de la clase obrera y su partido pero excluye a los demás grupos y sectores sociales.
Si la Constitución de Guáimaro de abril de 1869 plasmó el ideal romántico de nuestros libertadores, la que rige en Cuba desde 1976 niega el sueño de los héroes independentistas y pone a la Patria de rodillas ante una élite burocrática que suplanta los derechos de la nación.

viernes, 10 de abril de 2009

Los perritos de la Bienal. Por Miguel Iturria Sav'on.

El viernes pasado caminaba con Juan Antonio Madrazo hacia el Centro de Arte Wilfredo Lam, cuando en la esquina de O’ Relly y Tacón nos interceptó un suboficial de la policía que conocía a mi acompañante. El agente nos pidió el carnet de identidad e intentó registrarnos en plena calle. Como no accedimos a sus estupideces pidió orientaciones a la Unidad por el walking – talking. Le ordenaron que nos dejara tranquilos pues se disculpó entre dientes.
-“Es un perro bien entrenado, me detuvo meses atrás y quiso repetir el atropello. Además de policía fue impuesto como Delegado del Poder Popular en Cambute, donde se ensaña con los opositores”-, dijo Madrazo, quien es vicepresidente del Comité de integración racial.
Ese día, mientras recorríamos las exposiciones del “Wilfredo Lam”, el Castillo de la Fuerza, la Fototeca de Cuba, el Convento de San Francisco de Asís, el Palacio de Bellas Artes y la galería del antiguo Centro gallego de La Habana, fuimos testigos de varias detenciones en el casco histórico. Jóvenes con mochila, hombres con portafolios, muchachas con extranjeros y hasta los mendigos que merodeaban por las plazas y las instalaciones de la Bienal eran acosados por policías que ven fantasmas entre los transeúntes.
Hay una atmósfera de tensión y represión en medio de un evento artístico internacional. Debe haber 100 policías por cada uno de los 300 artistas que vinieron de medio centenar de naciones. Los agentes de la Seguridad del Estado patrullan las calles en sus motos japonesas. Son menos visibles en las 16 instalaciones que atesoran las obras, donde predominan los vigilantes de sala y los cansados especialistas de museología.
La X Bienal de arte de la Habana, como las Feria del libro, forma parte de las maniobras de distracción de la cultura oficial, marcada por la censura y la vigilancia. Pero algunas obras y performances crearon expectativas que asustaron al Comité organizador y a los militares que controlan el evento, aunque la prensa acreditada difundió por igual a las Cucarachas de Favelo, quien puso su rostro en la cabeza de cada bicho para evitar suspicacias; el espectáculo de Mendive, cuyos lienzos surrealistas dulcifican el dualismo y las leyendas de origen africana; las muestras del japonés Shigeo Fukuda, el uruguayo Luis Camnitzer y la cubana Tania Bruguera, que expuso “Estado de Excepción” con creaciones de los alumnos de la Cátedra arte de conducta, la cual estimula espacios de discusión sobre temas de la realidad insular.
Parece que los guardianes de la estética castrense se irritaron con las alegorías políticas, el humor y la imaginación de los jóvenes del Taller de conducta, creadores de una Máquina de feria para extraer muñecos de Fidel Castro, una urna de cristal con titulares del diario Granma y otras metáforas de la situación cubana que desataron el miedo de los comisarios de la Bienal, quienes escribieron párrafos de insultos contra las personas que gritaron libertad cuando Tania Bruguera concluyó su performance en el Centro Wilfredo Lam.
Pero no hay que temerle al arte. Los organizadores de la Bienal debieran explicarles algunas cosas a los jerarcas del Ministerio del interior, cuyos policías patrullan las calles de La Habana como si los artistas amenazaran con sus pinceles al gobierno más viejo e intolerante de América.
Los gobiernos pasan, el arte perdura.

lunes, 6 de abril de 2009

La copia y el original. Por Miguel Iturria Savón.

En La Habana, las personas comienzan a expresar sus opiniones en público. Hace poco, en el Parque central, dos hombres hablaban con desdén sobre Fidel Castro Ruz, calificándolo como “mono de feria”. Días después, unos jóvenes que tomaban cervezas en la Taberna de la Villa Panamericana, decían horrores del ex gobernante. Ayer, en plena calle Obispo, fui testigo del diálogo de tres amigas otoñales empeñadas en distinguir la “copia del original”.
Supuse que la “copia” es Raúl, sucesor del “original” Fidel, el gobernante más locuaz y de mayor permanencia en el poder durante la historia de Cuba. En julio del 2006 le entregó la nave insular a su hermano Raúl, quien ejercía como vicejefe desde 1959. Como la “copia” sigue fiel al “original” existe una dualidad de poder que frena al gobierno, genera problemas y estimula las burlas de los ciudadanos.
Como Fidel está enfermo pero “reflexiona” sobre los asuntos de Estado y Raúl acentúa el conteo regresivo de la dictadura, las señoras que charlaban a mi lado en la calle Obispo satirizaban los delirios del “original” y el enfoque militarista de la “copia” para enfrentar la corrupción, el robo y abastecer los mercados. Discrepaban sobre las diferencias de mando de los hermanos Castro:
-¿”Cómo tu puedes estar de acuerdo con Raúl, si él apenas habla, es pedante y lo prohíbe casi todo?”-, preguntó la rubia que caminaba delante cuando entramos en la Dulcería de Obispo.
-“No estoy de acuerdo con el cierre del mercado libre y con la persecución de quienes sobreviven del trabajo por cuenta propia. Lo bueno del gobierno de Raúl es que despide y condena a los ministros y empresarios que roban. Fidel los cambiaba de puesto si les eran fieles-“, respondió la mulata cuarentona que iba a su lado.
- “Si, pero Raúl es su copia, es un Fidel sin barba ni discursos. Él también es corrupto. Dicen que el nuevo ministro de las Fuerzas armadas le lleva la chequera de los dólares-“, intervino la trigueña.
- “Tal vea sea cierto, pero Fidel dejaba vivir, había productos fuera de las shopping. En un par de años Raúl acabó con casi todo. El cuentecito de la eficiencia no se lo cree ni él mismo-,” dijo la mulata y bajó la voz al percatarse que las vendedoras y yo escuchábamos en silencio, mientras ellas escogían unos dulces finos y un pan de piquitos, como si estuvieran en su casa.
Al salir de la Panadería pensé aclararles algunas cosas a las amigas que paseaban por la calle Obispo, pero el lugar no es bueno para levantar banderas. Yo iba para el Centro de arte “Wilfredo Lam” y no quería contaminarme con la política del país, a veces me asquea.
Por muy simple que parezcan las opiniones de las personas sin agenda, creo que es una mirada interesante. La libertad comienza con la necesidad de expresarse. Si es en público y sobre un tema tabú, pues mejor.

viernes, 3 de abril de 2009

Cuentos del gurú. Por Miguel Iturria Savón.

Como Fidel Castro se empeña en posponer la muerte y nos entretiene con sus delirantes reflexiones, en las calles y oficinas las gentes se burlan de sus excesos. Los empleados recrean las anécdotas y cuentos atribuidos al “Caballo”, “El dueño”, “El señor”, “El gurú”, “La bestia”, “El monstruo” o “La momia”, términos que avalan el descrédito del líder enfermo.
Los relatos sobrepasan el repertorio de Pepito, el chiquillo díscolo de nuestro folklor oral, evocado por los cuenteros que compiten los domingos en un programa televisivo que premia a los ganadores, algunos de los cuales ya figuran en grupos profesionales y actúan en clubes y teatros.
Las glosas sobre Fidel Castro no son llevadas aún al cine o la televisión, salvo las contadas por la prensa oficial para magnificarlo o la escrita por sus albaceas históricos y literarios. Hasta ahora, las de mayor sabor y “credibilidad” circulan en las calles y oficinas. Evocamos algunas.
Me contaba un amigo escultor que un pintor que visita su taller tuvo el privilegio de acompañar a Fidel Castro a uno de los cayos atribuidos al déspota en el centro sur de Cuba. Allí pescaron y cazaron con el séquito real. Supo el pintor que el lugar es preservado desde entonces, “tal y como lo dejó el Comandante”, por un grupo de guardianes que lo esperan noche y día, por si llega con otros huéspedes, previo aterrizaje de la Seguridad personal.
El relato coincide con la red de casas exclusivas en cada provincia del país, donde el Partido Comunista posee un hotel para los funcionarios del Comité central que llegan en funciones de descanso o trabajo. Dentro de cada instalación hay cuatro o cinco residencias para los miembros del Buró políticos y ministros autorizados por Machado Ventura; una de ellas es “propiedad” del Comandante y está conectada por túneles al aeropuerto local y por refugios que desembocan en una pista para helicópteros.
Un investigador de la Academia de ciencias es vecino de un alto funcionario que despachaba con el “Máximo Jefe”. Según este, en una ocasión el gobernante lo dejó solo unos minutos. Al regresar le preguntó si había cogido caramelos de su buró; la respuesta fue negativa pero al mes siguiente sucedió algo parecido. El empleado cogió tres caramelos mientras esperaba. Esa fue su desgracia pues Fidel contaba los caramelos y le dijo horrores en el otro encuentro. El ladronzuelo destituido rebotó en una embajada de Cuba en Europa.
La fijación con las estadísticas me recuerda a un ingeniero del Ministerio de la agricultura que le refería a un empresario extranjero radicado en Cuba, que su departamento colaboró con la iniciativa del “Gran líder” de contar las palmas existentes en la isla. En la provincia más occidental, el funcionario que resumió la cifra fue tan preciso que hizo sospechar al Comandante que le pasaban gato por liebre. “Después de algunas preguntas comprobatorias se olvidó de las palmas y nos ordenó contabilizar y desmontar el marabú que prolifera en nuestros montes”.
Son tantas anécdotas y cuentos delirantes que pudieran conformar una Antología de disparates. Algunas son de interés militar, económico, político o psicológico. Generalmente reflejan la soberbia, la arrogancia, la vanidad y el desprecio por los subordinados. Casi todas pintan el egocentrismo y otras manías del ex mandatario que, desde la cama, mantiene en tensión al país. Ninguna exalta la grandeza y la genialidad que le atribuyen sus edecanes y escribanos.

¿Legalizarán las drogas? Por Miguel Iturria Savón.

En Cuba, el problema de las drogas ya no es un secreto de Estado, aunque las estadísticas y los detalles del asunto son manipulados por funcionarios gubernamentales. Los anuncios televisivos al respecto son recientes y de carácter didáctico. Las autoridades sanitarias, los medios de comunicación y los órganos policiales barajan el tema con cautela.
Pero nuestra posición geográfica, la miseria generalizada, las tensiones humanas y la desesperanza que corroe a amplios sectores de la población nos colocan en circunstancias similares a los consumidores de del continente americano. Nos ayuda la insularidad, el rígido control estatal sobre puertos y aeropuertos y el alto costo de las drogas.
Más la corrupción ablanda los controles y puede convertir a las costas cubanas en punto de enlaces, descarga y refugio de los narcotraficantes. El propio gobierno, a través del Ministerio del interior, creó centros de recepción, producción y exportación de drogas hacia los Estados Unidos, el enemigo a minar por cualquier vía, mientras obtenían divisas para exportar la revolución. El juicio de 1988 contra altos oficiales de las Fuerzas armadas y el Ministerio del interior revelaron la complicidad del castrismo con el Cartel de Medellín y otros capos de la región.
Tal vez esto sea un capítulo del pasado, pero el problema de la droga es recurrente. Quizás el interés de las autoridades por enfrentarlo en los medios de comunicación y en los centros de salud mental sea un botón de pruebas de lo que hay debajo del iceberg. Un colega de la prensa independiente describió hace poco la ruta del sur. Existe también una ruta del norte y los turistas que introducen los estupefacientes por nuestros aeropuertos.
No se habla, sin embargo, de la droga interior, más los cigarrillos de mariguana, las infusiones a base de campana y otros arbustos de fácil localización no vienen de México, Colombia, Venezuela ni Bolivia, donde el personal cubano entra en contacto con plantas como la coca, incorporadas a las culturas tradicionales antes del descubrimiento de América en 1492.
La ingestión de pastillas es la tercera cara del asunto. Muchos jóvenes diluyen el parkisonil con bebida y suben al celaje de las alucinaciones. Algunos son adictos de sustancias múltiples, consumidores de efedrina, diazepán, benadrilina, fenitoina, fenobarbital, meprobamato y otros medicamentos que crean adicciones y afectan al organismo.
Hace casi dos años conocí en la terapia de la psicóloga María Esther Ortiz a un grupo de personas que aprenden a vivir con la adicción o transitan al estado de abstinencia. Un amigo fue paciente del doctor Ricardo González Menéndez, quien dirige la Sala de alcohólicos y toxicómanos del Hospital psiquiátrico de La Habana, donde son desintoxicados. Allí estuvo Diego Armando Maradona, el Pibe de oro del futbol argentino, junto a escritores, pintores, músicos, médicos, pilotos y deportistas que enfrentaron el estrés y la tensión con las drogas y el alcohol.
Conozco a un cirujano que se inyecta la fenitoina, a una doctora adicta al fenobarbital, una enfermera que consume benadrilina, a un clínico que se administra diazepán en ámpula por vía oral y a una psiquiatra que se automedica “para no enloquecer”. Existen, por supuesto, muchas personas que consumen crac y otras drogas introducidas o fabricadas clandestinamente en la isla.
Son casos de un problema actual que hunde sus raíces en el pasado. Los consumidores de narcóticos pierden el control y crean problemas, pero no son delincuentes sino enfermos y deben ser tratados como tal ¿Quién no fumó mariguana durante el Servicio militar obligatorio?
En Cuba, la profilaxis alterna con la represión de las drogas. La Operación coraza del 2003 no dejó títeres con cabeza en el país. Hay quienes sospechan de las Líneas confidenciales. Los más sensatos apuestan por enfrentar las causas del consumo y la comercialización de las sustancias nocivas. Consideran que no hay peor droga que la ideología y el fundamentalismo político o religioso.
Aunque Cuba es un país fallido y flagelado por la miseria, el problema de las drogas no es tan dramático como en México o los Estados Unidos, donde la DEA gasta millones de dólares para combatirla. Tal vez por eso algunos académicos piensan en programas pedagógicos que antecedan a la futura legalización de los estupefacientes. La propuesta es audaz y controversial, pero vale la pena analizarla.